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Falleció el destacado director iraní Abas Kiarostami

Falleció el destacado director iraní Abas Kiarostami

Su deceso se produjo en un hospital de París, a donde había viajado para someterse a un tratamiento medico. Ganó varios premios internacionales como la Palma de Oro de Cannes en 1997 por su película «El sabor de las cerezas», así como el Gran Premio del jurado del Festival de Venecia en 1999 por «El viento nos llevará», entre otros.


Abas Kiarostami, el abanderado internacional del cine iraní, murió hoy a los 76 años de edad en un hospital de la capital de Francia, a donde había viajado para someterse a un tratamiento medico, informó la agencia local iraní de noticias ISNA.

Entre el pasado mes de febrero y el mes de abril Kiarostami estuvo internado debido a varias cirugías intestinales y en los últimos meses tuvo que acudir otras tantas veces al hospital debido a sus dolencias.

Pero ante las dificultades del proceso de cura, finalmente el pasado 28 de junio decidió partir a París para seguir su tratamiento con especialistas médicos. El cadáver de Kiarostami será trasladado a Irán, indicó la agencia de noticias.

Imagen de la película "El sabor de la cereza"

Imagen de la película «El sabor de la cereza»

Kiarostamí ganó varios premios internacionales como la Palma de Oro de Cannes en 1997 por su película «El sabor de las cerezas», así como el Gran Premio del jurado del Festival de Venecia en 1999 por «El viento nos llevará», entre otras obras como «A través de los olivos», «¿Dónde está la casa de mi amigo?», «Close-up» o «Y la vida continúa…».

Defensor del arte

Kiarostami fue, por encima de todo, un defensor del arte, de la libertad de expresión y del pueblo iraní.

Para poder seguir trabajando, algo que las autoridades de Irán impedían e impiden a él y a la mayoría de los cineastas y artistas, Kiarostami tomó una decisión salomónica: residía en su país pero trabajaba en París, donde gozaba de la libertad que se le negaba en su tierra.

Imagen de la película "Copia certificada"

Imagen de la película «Copia certificada»

«Las limitaciones no son agradables, pero lo más importante es qué hacemos con este descontento: ¿Dejamos de trabajar o buscamos soluciones para seguir en el camino como artistas y poder conseguir éxitos?», señaló en España en 2012.

Unas limitaciones que no consiguieron parar su trabajo como cineasta, que presentaba puntualmente en los festivales internacionales de cine más prestigiosos, como Cannes o Venecia o en la Seminci de Valladolid, una de las paradas habituales de su cine -consiguió la Espiga de Oro por «A través de los olivos» en 1994, y por «Copia certificada» en 2010-.

Inicio en publicidad

Pero antes de convertirse en una de las figuras más prestigiosas de la nueva ola del cine iraní y de ser la cabeza visible de una cinematografía sorprendentemente rica pese a las dificultades, Kiarostami comenzó a aprender el oficio en la publicidad tras estudiar Bellas Artes.

Ejerció de ilustrador y guionista, rodó anuncios publicitarios, realizó dibujos para libros infantiles y comenzó a preparar su entrada en el cine con cortometrajes, hasta que en 1973 realizó su primer largo, «Tadjrebeh».

Sería el primero de apenas una quincena de películas, además de una decena de documentales, suficientes para forjar un estilo propio, tan estético como profundo, con una gran atención a los detalles, a la luz, a la estética, tanto como a cada palabra pronunciada por sus personajes.

Un estilo de cine que, como él reconoció en varias ocasiones, estaba desapareciendo. «En las películas actuales se impone el mercado y se ha perdido la vinculación del cine con la realidad, se hace un cine que expresa emociones falsas en distintas dimensiones».

Estilo lento

«El cine es básicamente una industria que de vez en cuando produce una obra de arte», sentenció hace un par de años en Barcelona.

Pero él se resistía a dejar de hacer arte y siguió fiel a su estilo en todos sus trabajos.

Imagen de la película "El viento nos lleva"

Imagen de la película «El viento nos lleva»

Un estilo preciosista, lento, en el que el ritmo de la narración se adecuaba a una cadencia casi irreal en el acelerado mundo actual pero que reflejaba a la perfección la veracidad del mundo que el cineasta se resistía a ver desaparecer, con largos planos secuencias y estremecedoras panorámicas.

Y para narrar las historias que él mismo escribía experimentaba continuamente con técnicas que le aportaban la frescura y los encuadres que buscaba y que no eran necesariamente los más lógicos ni convencionales.

A través de su investigación técnica, Kiarostami encontraba la mejor forma de narrar unas historias que en su mayoría se centraban en la vida y en la muerte, algo que se ve especialmente en la denominada ‘trilogía Koker’, compuesta por como «¿Dónde está la casa de mi amigo?» (1987), «Y la vida continúa..» (1992) y «A través de los olivos» (1994).

Fiel a su estilo

Kiarostami fue siempre fiel a un estilo por el que se le reconoció internacionalmente -además de los premios de Cannes o Valladolid también ganó el Gran Premio Especial del Jurado de la Mostra de Venecia por «El viento nos llevará» (1999)-, un éxito que sin embargo no se reflejó en una mejor de su situación y la del resto de los cineastas en Irán.

Incluso prohibieron la exhibición de películas suyas como «Copia certificada» con la excusa de la vestimenta de la protagonista, la francesa Juliette Binoche, no era adecuada para la moral islámica que rige en la República Islámica.

Por eso, y desde su privilegiada posición en el panorama cinematográfico internacional, Kiarostami no desaprovechó ninguna oportunidad para denunciar la represión cultural en su país y defender a otros cineastas como el detenido Jafar Panahi.

Y aunque su amor por Irán siguió intacto, esa falta de libertad fue la razón por la que se instaló, laboralmente, en París, aunque en los últimos años había descubierto con interés cinematográfico el Extremo Oriente.

Su última película fue precisamente una producción realizada en Japón, «Like someone in love» (2012) y preparaba un proyecto a rodar en China y con actores chinos.

«Trabajar con otra lengua es una experiencia que demuestra que habitualmente nos ponemos más barreras de las que existen, pues somos muy parecidos: el material común es una geografía universal y todos somos seres humanos», explicó el realizador.

Aquí puede leer un análisis de la filmografía de Abas Kiarostami realizado por el crítico de cine Enrique Morales Lastra.

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