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Alfredo Perl pasó de la rigidez intelectual hasta el mayor de los desenfrenos emocionales Crítica musical

Alfredo Perl pasó de la rigidez intelectual hasta el mayor de los desenfrenos emocionales

Perl domina a Beethoven a la perfección y ya ha ejecutado y grabado las 32 sonatas del ilustre compositor. Es considerado entre los más destacados intérpretes actuales del genio de Bonn. Los fervorosos aplausos permitieron que Perl nos ofreciera, además, una obra de Bach-Busoni como encore. Un concierto de lujo que confirma la primacía de Perl en el medio local.


El recital de piano ofrecido por Alfredo Perl es uno de los programas estelares de la temporada de conciertos que ofrece el Teatro Corpartes.

A las ocho en punto, la sala repleta esperaba con ansias la aparición del afamado concertista chileno. Perl se acercó al piano y tras saludar y agradecer el caluroso recibimiento, invitó al público a un viaje que partió en un rígido mundo intelectual hasta culminar en el mayor de los desenfrenos emocionales.

El programa incluía obras de Haydn, Schumann y Beethoven. Mientras en Haydn prima la estructura clásica, en Schumann nos habla el corazón del hombre enamorado y en Beethoven la pasión del hombre desesperado.

He tenido el privilegio de escuchar a Perl desde hace muchos años y ver cómo ha sido su proceso de madurez artística. Por eso, pude disfrutar el altísimo nivel interpretativo y técnico que entrega en esta etapa de su vida. No hubo altibajos a pesar de pasar por diferentes estilos.

La sonata de Joseph Haydn en La bemol XVI /46 está marcada por su expresividad intensa, incluyendo bellas melodías seguidas de rápidas exploraciones del teclado, así como por silencios y trinos inesperados (reseña de las notas al programa de José Manuel Izquierdo). Dicho de otra manera, es una clásica sonata, la forma más genuina en la base de la composición. Creada en la segunda mitad del siglo XVIII, el piano aún no dominaba en la escena por lo que sigue siendo una búsqueda, ya que Haydn intuía que en el piano las melodías podían tener mayor fuerza expresiva. Aquí prima la forma y está compuesta desde una mente creativa, ordenada y estructurada.

Opuesto lenguaje es el del romántico Robert Schumann, quien en su Humoreske op.20, nos revela una carta de amor con todos los estados de ánimo que alberga un corazón enamorado. Desde el piano, el compositor expresa tanto alegrías como estados melancólicos. Se debate en sí mismo y la obra es una poesía con pensamientos que se escapan y son difíciles de controlar.

Retoma ideas que se repiten y ya que no es capaz de concluir un pensamiento, con pianissimos, silencios, ritardandos, puntos suspensivos, el poeta no concluye. Se debate en ese sueño matinal que no nos deja despertar y nos retiene en los pensamientos, en la antesala del despertar.

Por cierto, hay una puerta y llegaremos a ella. Con fortissimos y accelerandos, pedales e indicaciones precisas en la partitura, Schumann nos dice que la conciencia se alerta y despierta, y a la vez con resistencia el sueño se va alejando. El corazón domina en Schumann y Perl se mueve cómodamente en este profundo lenguaje. Su ejecución del complejo Humoreske refleja, en pocas palabras, maestría.

En la segunda parte Beethoven domina la escena. Dos sonatas, la 22 y la 23, son muy opuestas entre sí. Por un lado, la nº22 es una búsqueda inicial que cuenta con solo dos movimientos. Es sencilla y sirve como un aperitivo para el plato de fondo, que es la famosa sonata 23 op .57 conocida como Appassionata.

Perl domina a Beethoven a la perfección y ya ha ejecutado y grabado las 32 sonatas del ilustre compositor. Es considerado entre los más destacados intérpretes actuales del genio de Bonn.

Mas allá de las diferentes teorías del nombre, Beethoven compone esta obra cumbre del repertorio pianístico con un estado avanzado de sordera, con la aceptación de su soledad y de su insoportable mal genio. En los escasos 24 minutos de la sonata, Beethoven abre un camino a la intimidad del ser humano. Este paso es clave en la historia de la música, ya que refleja un trabajo profundo el poder reflejar el complejo mundo interior. Aquí habla el desgarro, la pasión y la angustia con una belleza incomparable.

Los fervorosos aplausos permitieron que Perl nos ofreciera una obra de Bach-Busoni como encore. Un concierto de lujo que confirma la primacía de Perl en el medio local, pero, más allá de los juicios, sería deseable que Perl volviera a realizar las 32 sonatas para nuevas generaciones. ¿Por qué no soñar?

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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