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Crítico español trapea el piso con Bolaño y lo califica de escritor facilón y mediocre Polémica literaria

Crítico español trapea el piso con Bolaño y lo califica de escritor facilón y mediocre

En una columna del El Confidencial de España, Alberto Olmos, escritor y crítico que perdió el Premio Herralde ante Bolaño por «Detectives Salvajes», intenta desmitificar la figura del escritor chileno, «agigantada hasta el delirio» y afirma que su poesía era infame, sus cuentos mediocres y sus novelas, «un amontonamiento de sus cuentos menos mediocres».


Alberto Olmos, escritor, crítico literario y columnista del diario electrónico El Confidencial de España, parte su relato admitiendo que es un subcampeón, que sacó el segundo lugar cuando Roberto Bolaño salió de la invisibilidad al ganar el Premio Herralde con Los detectives salvajes.

Con los años y especialmente después de su muerte, Bolaño se convirtió en un mito literario, en «una figura agigantada hasta el delirio», en el que se afilió -asegura- «a la hermandad de inmortales en los que Borges, García Márquez o Vargas Llosa llevaban décadas de monótono oligopolio».

Cuando estuvo frente a él -sostiene el crítico en su columna Mala Fama-, Bolaño era un señor que no lo conocía nadie y que estaba muy lejos de ser el «galán de las letras» como se lee hoy en las fotos que lo retrataron. Para Olmos donde hoy se ve bohemia, en realidad había miseria; donde se lee intención era dejadez; donde se aprecia estilo era cuterío.

Le asombra, junto a su aspecto, su carácter. Afirma que «practicaba con soltura el elogio desmedido y la afirmación irreversible, y, así, todo era lo mejor, lo más, lo sumo o, por el contrario, lo peor, lo más bajo, lo ínfimo dentro de su especie».

«Este criterio tenía Bolaño, sin matices, sin mesura; sin mucha responsabilidad«.

Para Olmos, lo más interesante de la figura de Bolaño es que supuso el primer caso de canonización literaria vivida en directo. Según él, había, y hay, decenas de escritores latinoamericanos mucho mejores que Roberto Bolaño, o igual de medianos y sugestivos. «Sin embargo, Bolaño ha aniquilado toda posibilidad de que Piglia, Aira, Vallejo, Bellatin o Fuguet consigan una recepción ni remotamente parecida a la que él goza hoy en día.»

Uno de los puntos más claros donde el autor de la columna muestra su discrepancia total con los admiradores de la obra de Bolaño, es cuando irónicamente sostiene que los fans «locos de Bolaño creen que su santo autor lo hacía todo bien», que sus poemas eran muy buenos, sus cuentos excelentes y sus novelas, extraordinarias.

«A mi juicio, los poemas de Bolaño son infames; sus cuentos, mediocres; y sus novelas, un amontonamiento de sus cuentos menos mediocres. Creo que ‘Los detectives salvajes es una buena novela’. Creo que ‘2666’ es un disparate», escribe.

Otra de las vehementes críticas al escritor chileno hace referencia a que se notaba que la escritura de Bolaño se hacía a toda prisa y que «en la mayoría de sus páginas, propicia una lectura enormemente facilona (no en vano, lo que se escribe a toda prisa se lee casi siempre a toda prisa)».

«A la gente le gusta Bolaño del mismo modo que le gusta Dan Brown, lo que pasa que pueden mirar por encima del hombro a todos aquellos a los que sólo les gusta Dan Brown», opina.

Finalmente y en estado consciente de que su crítica le valdrá «varios palos» del medio en general de críticos que alaban la obra de Bolaño, Olmos lanza una última confesión con sorna:

«Como Bolaño me cae bien -fue siempre un bocazas-, me alegro de que os haya engañado a todos. Disfrutadlo».

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