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Iggy Pop en Chile y su estilo rebelde que se resiste al tiempo La Iguana presentó su disco Post pop depression

Iggy Pop en Chile y su estilo rebelde que se resiste al tiempo

Siendo las 21:40, Iggy Pop comenzó a moverse por el escenario como en sus mejores años, siempre a torso desnudo, junto a los acordes de un frenético I Wanna be your dog y el recinto elevó un grito que retumbó en las paredes provocando la locura entre sus fanáticos que de golpe se abalanzaron hacia el escenario para poder tocarlo, ya que Iggy es alguien que se deja tocar y así lo hace en repetidas ocasiones durante la noche. Baja al público, saluda, moja, escupe, abraza, se deja abrazar y besar por los fans. Se sube por los amplificadores y da esa sensación de que en cualquier momento o se va a colgar de los cables que los sostienen o sencillamente se lanzará al público.


Hablar de Iggy Pop no parece una tarea fácil. Con tanto camino recorrido y discos a su haber, daría esa sensación de que ya todo se ha hecho y todo se ha escrito. Pero la verdad es que verlo en vivo, con 69 años, dejando la vida en el escenario, es otra cosa. Iggy Pop no es un cantante más. Es una leyenda y el último de los sobrevivientes de toda una generación de músicos que vivieron al límite la experimentación, tanto de drogas como de influencias artísticas, que no dudaban en compartir y transmitir.

Conocido como el padre del Punk rock, James Newell Osterberg, Jr., partió su carrera musical con The Stooges, banda que se hiciera famosa a fines de los 60´ en los círculos under por su peculiar performance y el contenido de sus canciones, pasando a ser una de las primeras bandas consideradas de garaje y precursora de lo que hoy conocemos como Punk Rock.

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También es conocida su amistad con David Bowie, la que comenzara en septiembre de 1971, cuando ambos músicos coincidieron en Estados Unidos. En esos años, Bowie buscaba un contrato con  la discográfica RCA en Nueva York, lo que los llevó, junto a Lou Reed -a quien también conoció en el mismo viaje y en una fiesta de Andy Warhol- a una extraña amistad que en un inicio Reed no entendía, ya que consideraba que el Duque Blanco era demasiado sofisticado para estar con alguien como Iggy y que se suscitó por extrañas experiencias. como el mismo viaje oscuro que los tres realizaran a Berlín.

David Bowie e Iggy se instalaron en esta ciudad, con horas cargadas de droga y creación sonora. Fue allí donde nacieron los discos The Idiot y Lust for Life, considerados como dos de los más grandes discos de Iggy Pop.

Y hoy, con toda esta carga histórica, llega a Chile, con 69 años y siendo el único sobreviviente de toda esta generación de artistas que cambiaron en gran medida, la forma de hacer y sentir de la música a al menos tres generaciones.

Post pop depression se titula su último álbum y es el que luego de múltiples intentos fallidos, por fin lo trajo a Chile en compañía de Josh Homme y Dean Fertita de Queens Of The Stone Age y Matt Helders de Arctic Monkeys.

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Pero Iggy no tocó solo la noche de ayer, con él venía una de las bandas más esperadas por toda una generación de jóvenes que pensaron que jamás tendrían la oportunidad de ver en vivo, y por qué no decirlo, vivos, a The Libertine, lo que provocó que en el Movistar Arena, se congregara un tipo de público que se mezclaba entre lo underground y lo moderno. De aquellos que llevan el recuerdo de sus años dorados del “High School Rock” de sus años de colegio a principio de los 90.

La banda británica que trajo los sonidos del Post Punk Rock, con un Pete Doherty y Carl Barat (fundadores en el año 2000 hasta 2004, y reunidos en el 2014) mostraron al público chileno temas clásicos y de su último álbum Amthems for Doomed Youth del 2015. Conocidos por varios de los asistentes que promediaban en su mayoría sobre los 30 años.

Como suele ocurrir, las bandas teloneras tienen la difícil misión de cautivar a un público que no los conoce, lo que les ocurrió a muchos que solo iban a ver a la Iguana, pero afortunadamente fue una grata sorpresa encontrar una banda que mezcla sonidos fuertes y cuya virtud es no alcanzar la perfección musical (teniendo los dotes para hacerlo) pero entrega esa nota que distorsiona la guitarra y termina encantando al oyente que le gusta este estilo y evoca los recuerdos de sonidos de cassette y radio FM cuando sonaba The Clash; ese híbrido del Post Punk con el Rock Garage que se escuchó anoche en Santiago, esa banda que cautivo a un exigente público de gustos musicales, que claramente no estaba dispuesto a entregar el aplauso a quien no lo merece.

Luego vino el caos. No hay mejor forma de terminar un show de este tipo, que lanzando los micrófonos y pedestales a los asistentes de cancha preferencial, agitar vívidamente la bandera chilena y la bandera mapuche, para así dar paso a la entrada del plato fuerte de la noche.

Siendo las 21:40, Iggy Pop comenzó a moverse por el escenario como en sus mejores años, siempre a torso desnudo, junto a los acordes de un frenético I Wanna be your dog y el recinto elevó un grito que retumbó en las paredes provocando la locura entre sus fanáticos que de golpe se abalanzaron hacia el escenario para poder tocarlo, ya que Iggy es alguien que se deja tocar y así lo hace en repetidas ocasiones durante la noche. Baja al público, saluda, moja, escupe, abraza, se deja abrazar y besar por los fans. Se sube por los amplificadores y da esa sensación de que en cualquier momento o se va a colgar de los cables que los sostienen o sencillamente se lanzará al público.

Luego vino juntos The passenger y Lust for life, solo para provocar más locura entre los asistentes, quienes en otras ubicaciones incluso colocaron en peligro su integridad física con tal de sentirlo más cerca. Pero claramente, el momento más eufórico de la noche, fue cuando comenzó a sonar «Search and destroy», donde hasta el más desconocedor de su música podía sentir la energía que transmite tanto la melodía como la letra de esta canción.

En resumen, un show completo. Con un Iggy Pop que canta como en sus mejores años, y si bien a lo mejor se mueve un poco más lento, solo deja en claro una cosa: solo sobreviven aquellos que nunca matan a ese punk que llevan dentro.

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