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El excéntrico marqués chileno que fue mecenas de Salvador Dalí Jorge Cuevas Bartholín, el Marqués de Cuevas.

El excéntrico marqués chileno que fue mecenas de Salvador Dalí

Era hijo de una familia venida a menos de Santiago y era conocido en ciertos círculos de la capital chilena por su don de gentes y por la capacidad que tenía para agradar y trabar amistad con determinados personajes. Su matrimonio con Margaret Strong, nieta del magnate John D. Rockefeller, le permitió entroncar con una de las familias más poderosas de Estados Unidos. Y su pasión por la danza y el arte le llevaron a convertirse en mecenas y amigo del pintor Salvador Dalí, entre otros artistas.


En el Nueva York y el París de mediados del siglo XX, a Jorge Cuevas Bartholín se le conocía como George Cuevas, el Marqués de Cuevas. Años antes, en su Santiago de Chile natal, le habían llamado, simplemente, Cuevitas.

Lejos de su país y de ese diminutivo «entre cariñoso y despectivo» -como lo califica el periodista chileno Óscar Contardo- con que se referían a él ciertas élites chilenas, Cuevas se codeó con la alta sociedad europea y estadounidense y llegó a asociar su nombre a algunos de los grandes íconos del siglo XX.

El Gran Ballet del Marqués de Cuevas, una de las principales compañías de danza de la Francia de postguerra, llevó su nombre.

Su matrimonio con Margaret Strong, nieta del magnate John D. Rockefeller, le permitió entroncar con una de las familias más poderosas de Estados Unidos.

Y su pasión por la danza y el arte le llevaron a convertirse en mecenas y amigo del pintor Salvador Dalí, entre otros artistas.

En el retrato que el pintor catalán realizó de él en 1942, Cuevas está de pie, vestido con traje y corbata y con los brazos cruzados. Su mano derecha, desproporcionadamente grande, se apoya tensa sobre el brazo izquierdo.

Y la cabeza, con su característica media calva, se muestra altiva, con una mirada entre reflexiva y desafiante.

¿Cómo llegó «Cuevitas» a convertirse en George Cuevas, ese aristócrata surrealista que pintó Dalí? ¿Quién fue el casi legendario -y muchas veces olvidado- marqués de Cuevas?

Una leyenda burlona

«Había nacido en 1886. Era hijo de una familia venida a menos de Santiago y era conocido en ciertos círculos de la capital chilena por su don de gentes y por la capacidad que tenía para agradar y trabar amistad con determinados personajes», cuenta Contardo, autor del libro Siútico, arribismo, abajismo y vida social en Chile.

El padre de Cuevas fue senador y, de esas épocas más prósperas, le quedaban a la familia vínculos con sectores sociales acomodados. Pero tras su muerte, la familia se enfrentó a estrecheces económicas.

«Jorge Cuevas en Chile fue muy menospreciado. Se transformó en una especie de leyenda, un personaje del cual se burlaba mucha gente de la clase alta sobre todo», apunta el escritor chileno.

Con dinero prestado, Cuevas abandonó Chile.

Y en el París de la segunda década del siglo XX comenzó su «segunda vida», en la que se convertiría en marqués y alcanzaría fama internacionalmente por sus lujos y extravagancias.

«No tenía mucho dinero pero era muy simpático y hablaba muy bien. Vivía en un apartamento pequeño en el que recibía a gente muy bien considerada», le dice a BBC Mundo Gérard Mannoni, autor de una biografía de Cuevas.

«No se sabe bien de qué vivía. Las malas lenguas dicen que era hacía viajes a Italia para copiar los diseños de joyas para un gran modista parisino», sugiere.

El amor en una sastrería

La suerte de Cuevas cambió cuando conoció a Margaret Strong, nieta del magnate John D. Rockefeller, en la sastrería de París en la que él trabajaba. En 1928 contrajeron matrimonio.

John D. Rockefeller

Se casó con la nieta de John D. Rockefeller, cuya fortuna es legendaria.

«El personaje de Margaret Strong también era muy particular: era muy austera, no le gustaba la danza. Se casó con el marqués de Cuevas ciertamente por amor, aunque el Marqués de Cuevas era claramente homosexual».

«Tras la muerte de éste, se casó con el también chileno Raimundo Larraín, que fue el decorador del último espectáculo del marqués de Cuevas, ‘La bella durmiente’. Se casó dos veces con dos personas en apariencia completamente opuestas a ella», relata Mannoni.

Con acceso a una enorme riqueza y bien establecido en Europa, Cuevas pagó por «reactivar» su título de marqués -«una leyenda de su familia, un título que estaba perdido hace siglos», apunta Contardo- y empezó a hacerse llamar George Cuevas.

Jorge y Cuevitas habían quedado atrás

«Sus vidas son cada vez más frívolas, caprichosas y excéntricas. A través de su marido, ella descubrió un mundo nuevo y exótico centrado en las artes, especialmente el ballet, por el que George sentía una gran pasión. Su precioso apartamento en el Muelle Voltaire, lleno de mascotas y muebles opulentos, se convirtió en el lugar de encuentro de la ‘alta bohemia’ de París», cuenta Dunne.

De esos años datan los primeros contactos de Cuevas con Dalí.En París, antes de la II Guerra Mundial, George y Margaret formaron parte del llamado grupo del Zodíaco, un conjunto de 12 mecenas que compraban obras del pintor surrealista.

Tras el estallido de la guerra, la pareja se instaló en Estados Unidos y en 1940, Cuevas adoptó la nacionalidad de ese país.

Allí mantuvieron el mismo ritmo de vida y Cuevas fundó su primera compañía de danza.

Una relación estrecha

Salvador Dalí

La relación entre el mecenas chileno y el artista español era más que económica

En 1944, Dalí diseñó los decorados para el ballet ‘Mad Tristan‘ o ‘Tristán Loco’, para cuya producción Cuevas había aportado US$60.000 de la época.

Uno de esos telones, que estuvo desaparecido durante décadas, estuvo expuesto en Bruselas en noviembre antes de su subasta este 3 de diciembre.

Pero la relación entre Dalí y Cuevas fue más allá de lo económico.

«Fue una relación de mecenas y de amistad», señala Montse Aguer, directora de los Museos Dalí.

«Por ejemplo, y esto no es muy conocido y lo cuenta el propio Dalí, en el año 43 empezó a escribir su novela ‘Rostros Ocultos’ y se instaló durante cuatro meses en una finca del marqués de Cuevas en las montañas de Nuevo Hampshire. Realmente, fue una relación larga», apunta en conversación con BBC Mundo.

Danza, lujos y extravagancias

Tras la guerra, George y Margaret regresaron a Francia. Y Cuevas prosiguió su carrera como empresario de la danza: en 1947, compró el Nuevo Ballet de Montecarlo y en 1951 lo renombró como Gran Ballet del Marqués de Cuevas.

Cartel del Ballet del Marqués de Cuevas

Desde 1951 tuvo una compañía de ballet con su nombre.

«Montó su compañía con el dinero de su mujer… Alrededor de ellos se creó todo un mundo casi cinematográfico porque él recurrió a grandes lujos para sus espectáculos», relata Mannoni.

Durante años, Cuevas presentó sus producciones en París e hizo temporadas en Cannes y en Biarritz, dos elegantes ciudades de veraneo en el sur de Francia.

En Cannes, el marqués tenía una de sus residencias favoritas. Y en Biarritz celebró en 1953 el conocido como baile de «Chiberta», una suntuosa fiesta de disfraces con más de 2.000 asistentes que hizo correr ríos de tinta.

En ella, Cuevas encarnó al Rey de la Naturaleza y se presentó cubierto de tejidos dorados con un tocado de uvas y plumas de avestruz. En torno a él, una pequeña corte representaba a las cuatro estaciones.

«El evento (fue) tan extravagante que fue criticado tanto por el Vaticano como por la izquierda», indica Dunne.

la bailarina francesa Renee 'Zizi' Jeanmaire llega montada en una camello

Los invitados compartían su entusiasmo: así llegó la bailarina francesa Renee ‘Zizi’ Jeanmaire.

Un delicado duelo

Pero quizá el episodio de la vida de Cuevas que más interés mediático despertó en la época -más incluso que sus espectáculos de danza- fue su duelo a espada con el coreógrafo Sérge Lifar en 1958.

La disputa comenzó cuando Lifar se enfadó con Cuevas en público por unos cambios en la coreografía de un ballet.

El marqués lo retó a un duelo y Lifar aceptó. Ninguno de los dos sabía esgrima y este tipo de disputas ya estaban prohibidas en Francia.

Espada de esgrima

Los duelos estaban prohibidos para entonces pero eso no impidió que ni el empresario ni el coreógrafo se echaran para atrás.

Pese a todo, la televisión, decenas de fotógrafos y periodistas acudieron a la localización «secreta» del enfrentamiento.

Al día siguiente, la crónica del New York Times aseguró que la disputa «terminó en lágrimas y besos» y la calificó como «el encuentro más delicado de la historia de los duelos en Francia».

Según Mannoni, esta pelea sin víctimas fue un «gran golpe» de marketing en un momento en que la compañía de Cuevas pasaba por horas bajas.

Solo tres años después, en 1961, el marqués falleció en su casa de Cannes como consecuencia de una enfermedad. Margaret, que hacía varios años que se había mudado a EE.UU., no lo visitó en el lecho de muerte.

El fin de la aventura

Poco antes de morir, Cuevas se despidió del mundo del ballet.

Rudolf Nureyev

En 1961, el año en el que el marqués murió, bailó con su compañía nada menos que Rudolf Nureyev, uno de los mejores de la historia.

«Él sabía que se estaba muriendo y regresó a París para decir adiós a su público al final de un espectáculo de ‘La Bella Durmiente’ en el escenario de los Campos Elíseos junto a sus bailarines, que lo rodearon mientras él estaba sentado en un sillón», cuenta Mannoni.

«La compañía subsistió todavía un año y en 1962, como nadie la quería retomar, cerró. Larraín la llevó un tiempo pero no funcionó. Fue el fin de la aventura».

George Cuevas, ciudadano estadounidense nacido en Chile, fue enterrado en Cannes. Su infancia y juventud en Santiago quedaban lejos.

En una ocasión, ya como empresario de la danza, regresó a la capital chilena para presentar uno de sus ballets en el Teatro Municipal.

«Fue recibido con mucha frialdad. Se fue de Santiago y la leyenda dice que lo último que dijo fue: ‘No me perdonan mi éxito’. Nunca volvió», afirma Contardo.

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