Opinan Marcelo Leonart, Galo Ghigliotto, Claudia Apablaza, Marisol Vera y Guido Arroyo
Editores y autores consultados por este medio coinciden en destacar «Sprinters» (Hueders), de Lola Larra, «Historial de navegación» (Alquimia), de Carlos Araya, y «Charapo», de Pablo D. Sheng, como lo más destacado de este año.
Es hora de hacer balances, también por los mejores títulos publicados este año por las editoriales independientes. Cinco editores y autores consultados por este medio coinciden en destacar un libro sobre Colonia Dignidad, otro sobre el norte minero y un tercero centrado en un inmigrante del barrio de Patronato como lo mejor publicado este año: Sprinters (Hueders), de Lola Larra, Historial de navegación (Alquimia), de Carlos Araya, y Charapo (Cuneta), de Pablo D. Sheng.
El escritor Marcelo Leonart, por ejemplo, señala que Sprinters es «una novela necesaria que hasta ahora nadie se había atrevido a escribir».
Este libro narra la vida cotidiana de Colonia Dignidad, de cómo vive una persona encerrada, qué pasa con los cumpleaños, los noviazgos, el matrimonio, en resumen, de cómo vive un ser humano que nunca ha salido al mundo exterior, según la reseña editorial.
«Una simbiosis atraviesa esta novela, que logra rememorar el trauma histórico, esa chispa que permite incendiar cualquier relato oficial, quizá lo más difícil en materia de escritura», complementa el autor y editor Guido Arroyo.
Allí «una hija de exiliados regresa para escribir un guión de Colonia Dignidad, y aquél intento se funde con el storyboard del mismo guión, extractos del juicio de Paul Schäfer y pasajes que evocan la cruda realidad de los niños crecidos en aquella ciudadela que tanto protegió la dictadura chilena».
Otra novela destacada es Historial de navegación, que se desarrolla en el norte minero de Chile, con su riqueza y decadencia. «Después de cinco años desde el accidente, Lisandro me llama por teléfono. Me dice que hace algunos meses trabaja manejando camiones con explosivos en la mina de Chuquicamata. Mientras habla, pienso en el cobre, en las alarmas, en la cuenta regresiva, en el fuego y en la nube de polvo final. Lo sé porque la sangre tira. Quiero volver a ese lugar, necesito conocer a la hija de Sandra, hagamos el viaje otra vez, me dice», inicia este libro.
«Los cuentos de este libro poseen una belleza incomparable, en la que se conjugan el estilo del autor y el ambiente donde se desenvuelven los relatos, el norte de Chile, la zona minera», comenta el autor y editor Galo Ghigliotto. «Armado de toda esa rudeza, Carlos Araya continúa el camino iniciado en su novela Ejercicios de encuadre (Cuneta, 2014) y se presenta como una de las voces más interesantes de la narrativa reciente chilena».
«Sé que es una falta de respeto nombrar un libro que edité, pero juro que lo haría si lo hubiese editado cualquier otro sello», dice Arroyo a modo de disculpa. «Con una escritura que aniquila cualquier inocencia, este libro expone la crueldad que rodea el sector más productivo de Chile: el norte minero, Calama y su población flotante. Allí donde el agua está repleta de arsénico, ninguna ocupación parece posible. Ni los mineros que se vuelven adictos y duermen en la calle, ni los migrantes que arriban a ese espejo del capitalismo y terminan comprando un arma o prostituyéndose. También hay padres e hijos, familias espectrales marcadas por diálogos cibernéticos que nadie lee».
«Esta obra agota y perturba porque expone las costuras de la violencia en plano fijo, como si las frases fueran secuencias de una cámara que respira el mismo aire tóxico de las minas. Con Historial de navegación, Araya consolida su proyecto coherente, uno de los más anómalos e interesantes de la narrativa chilena actual», remata.
Otro texto mencionado es Charapo. La escritora Claudia Apablaza lo destaca «por la crudeza del texto y ese ejercicio de hiperrealidad que construye el autor, donde podemos ver claramente el infierno que es la vida de un inmigrante en Chile, sin matices ni sombras, sino que así, de forma cruda, sin metáforas».
Arroyo destaca su «tono poético, la atmósfera de barrio Patronato –el Santiago no retratado–, la monocorde voz del inmigrante que busca chamba y solo encuentra un país indolente que huele a plástico».
«Todos esos factores se funden en esta punzante novela, que posee una prosa exquisita e indaga con maestría por el anverso social de nuestro cotidiano, aquél comercio de cuerpos explotados que nadie quiere leer, menos cierta generación que ya no es joven y cuyas novelas parecían tener sentido solo leídas en una mesa del drugstore. No se me ocurre un mejor debut literario para un escritor que esta novela».
Entre otros destacados, Leonart también menciona Rompan filas (UDP) de Bruno Vidal. «Una mirada feroz y juguetona de la voz de los victimarios. Sin compasión y llena de mala leche. Como debe ser».
Ghigliotto, en tanto, además menciona Imposible salir de la tierra, de Alejandra Costamagna (Estruendomudo). «Este libro de relatos viene a consolidar a su autora como una de las voces más importantes de la narrativa chilena, además, como una escritora reconocida fuera del país, ya que si bien esta edición se consigue en Chile y se ha convertido en el libro más vendido de EstruendomudoCL, también fue publicado por la editorial en Perú y por la editorial Almadía en México. El estilo de Alejandra Costamagna es exquisito, intransferible, capaz de contar las historias más duras con ligereza y humor», resalta.
También señala El cristo gitano (Emergencia Narrativa), de Nicolás Cruz Valdivieso. «Una propuesta sólida de un narrador joven que decide repasar y registrar la historia reciente del país creando una proyección del Chile que conocemos en un mundo ficcional que recrea todo el horror nacional. Este libro, contrario a lo que pudiese sugerir su título, no es una historia «tipo Kusturica» en la que aparecen gitanos juguetones y amables, sino más bien una película de terror, incluso gore, de la que nadie saldrá ileso».
Apablaza, por su lado, celebra Antología del amor de Claudia Schvarts (Saposcat) de Francisco Ide con ilustraciones de Francisco Morales, «por la honestidad del texto y la crudeza en que lleva el dolor a la página sin caer en cursilerías ni patetismos, sino que dando con ese punto justo que busco como lectora, donde pareciera que ni una vocal sobra para referirse a lo amoroso y el desamor».
También destaca el riesgo del libro Química y nicotina (Hueders), de María José Viera Gallo y Maori Pérez, «sobre todo por el riesgo que supone el poner a la luz del lector la intimidad de una pareja y, la forma en que se permea con la ficción y los caminos que toma lo amoroso en dos personas que se dedican a la ficción, es decir, el límite que hay entre vida y artificio».
Finalmente, Marisol Vera elogia Piquero, la ópera prima de Pablo Fernández (Cuarto Propio), protagonizada por un joven homosexual. «Recurriendo a una narración fragmentaria y precisa, como si fuera un poema largo y virtualizado, el autor se hace cargo del cuarto oscuro del deseo en la cabeza de un tipo común que arrastra el vacío de sí mismo», dice.
«En busca de su identidad y del amor, a través de un devenir cotidiano que abre el velado mundo en que se desplaza su búsqueda: las redes sociales, el trabajo, el sauna, la calle. Novela corta, relato largo o la ficción virtual que da señas para re-construir un cuadro, un detalle de la cultura de citas que vivimos en la red», señala.
Esta novela además ha recibido excelentes referencias de la crítica, entre ellas Patricia Espinosa (Las Últimas Noticias), que escribió que en ella «la homosexualidad se vuelve hacia una interioridad agobiante, aunque no por ello se omita, en un segundo grado, que hay un sistema represor al que desafiar”, mientras Tal Pinto (The Clinic) dijo que “novelas como Piquero sirven para actualizar el canon de la literatura amorosa con la perspectiva homosexual”.
