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Neruda, un soneto y el Día de los Enamorados: amar sin sufrir no vale Opinión

Neruda, un soneto y el Día de los Enamorados: amar sin sufrir no vale

Cristóbal Aguilera Medina
Por : Cristóbal Aguilera Medina Abogado, Universidad de Los Andes
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«Siempre me ha llamado la atención este soneto de Neruda. Pareciera que la pluma de su autor se inspiró, por un momento, en una idea diferente del amor que en el resto del poemario. Lo que cuenta ahora, ya no es el encuentro fugaz, el recuerdo en la melancolía, la pasión erótica, la angustia del olvido o el destello del reencuentro. Esta vez, lo que significa el amor, tiene que ver con sufrimiento y fidelidad», escribe Cristóbal Aguilera.


Trajo el amor su cola de dolores,
su largo rayo estático de espinas
y cerramos los ojos porque nada,
porque ninguna herida nos separe.
(Soneto LXI, Cien sonetos de amor)

Siempre me ha llamado la atención este soneto de Neruda. Pareciera que la pluma de su autor se inspiró, por un momento, en una idea diferente del amor que en el resto del poemario. Lo que cuenta ahora, ya no es el encuentro fugaz, el recuerdo en la melancolía, la pasión erótica, la angustia del olvido o el destello del reencuentro. Esta vez, lo que significa el amor, tiene que ver con sufrimiento y fidelidad.

Al menos en este soneto (no así en su vida, o lo que él mismo cuenta de sus relaciones amorosas), Neruda está consciente de que el amor, sin sufrimiento, no es verdadero amor. Que el dolor, si se vive bien, si se comprende positivamente, no mata, sino que refuerza el amor. Además, la experiencia indica que todo amor humano, incluso el más fuerte y puro (sobre todo el más fuerte y puro), no se despliega sin toparse en algún momento con el dolor. Bien lo sabe el judío que hace más de dos mil años entregó su vida por la humanidad.

Rehuir del dolor, o negarse a experimentarlo como parte fundamental del amor, es más cercano a un planteamiento utópico que a un sentimiento romántico. «Trajo el amor su cola de dolores / Su largo rayo estático de espinas». La fuerza retórica es impresionante. Amor y cola de dolores, amor y rayo estático (un rayo que no se apaga y que no pasa, que es permanente, estático) de espinas, son conceptos indisolubles. «Si no quieres sufrir no ames», decía san Agustín. Luego sentenciaba: «pero si no amas, ¿para qué quieres vivir?».

Neruda agrega que el amor, sin la superación en el dolor, sin proyección («nos separe»), tampoco es verdadero amor. Esto nos entrega ciertas luces para comprender que el dolor no es masoquismo, sino una prueba y una experiencia purificadora.

Ante el dolor, la actitud que propone Neruda es cerrar los ojos: «Y cerramos los ojos». ¿Qué quiere decir? Pienso que dos cosas. Por un lado, que el sufrimiento hay que superarlo y que, luego de esta experiencia, el amor verdadero debe continuar. Cerramos los ojos como un gesto de dolor, apretando los párpados, sintiendo la tensión en la frente, pero con un horizonte claro: «porque nada / Porque ninguna herida nos separe». Es decir, porque hay que ser fieles, porque sin esa proyección el sufrimiento no tiene sentido. Benedicto XVI lo describe magistralmente: «La fidelidad a lo largo del tiempo es el nombre del amor».

Por otro lado, cerrar los ojos es un gesto de reflexión. No puede ser un sufrir a secas, irreflexivo, sino que tiene que ir de la mano con un pensar el sufrimiento para encontrarle sentido. El dolor es un misterio cuyo origen no podemos comprender, pero cuya experiencia sí podemos dirigir. Y ahí está el desafío del sufrimiento en el amor.

Una última cuestión: Neruda habla de heridas: «ninguna herida». ¿El sufrimiento en el amor deja heridas? ¿No habíamos dicho que sanaba? La pregunta es pertinente, pero hay heridas que, sin provocar dolor, son muestras, testigos, de amor. Y en esto, me es imposible no volver de nuevo la mirada a aquel judío que, a pesar de haber cumplido su misión en este mundo, todavía conservaba unas heridas en sus extremidades y en su costado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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