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Chile: Futura potencia mundial en educación Opinión

Chile: Futura potencia mundial en educación

Propongo que nos convirtamos en potencia mundial de la educación mediante una revolución educativa efectiva: que después de 12 años de educación formal, nuestros jóvenes entiendan globalmente, mediante métodos colaborativos de enseñanza, tres cosas: como funciona la naturaleza, como funciona la sociedad, y como funciona la mente. Esto en al menos dos idiomas: español e inglés


En los últimos años, el tema de educación ha cruzado la agenda política, de izquierda a derecha, de arriba a abajo y del centro hacia afuera. Bueno, ni tanto. Lo que sí ha estado en debate ha sido de dónde sacamos las lucas para financiar una reforma a la educación que, al escuchar a los incumbentes, al parecer nadie tiene muy claro de que se trata. Este fenómeno ha sido estudiado profusamente en los círculos intelectuales chilensis y es conocido como „The Chilean Way“ (como diría Piñera):, i.e., abordar la hojarasca (como diría Lagos), sin nunca atacar el fondo. Una debate racional de educación (o de lo que sea) debería versar más o menos así: (1) identifiquemos los problemas que tenemos; (2) identifiquemos las soluciones a esos problemas; y (3) busquemos el financiamiento para esas soluciones. Ahora, planteado simplemente así, no llegamos a ninguna parte ya que la educación es un tema profundamente ideológico. Lo que es bueno para unos, es malo para otros. Mientras algunos intentan esculpir a las personas desarrollando aquellas capacidades que les permitan desempeñarse en el mercado laboral futuro, otros apuntan a formar personas integrales (sea lo que sea que eso signifique), con valores y felices. Sin embargo, estas visiones fallan en lo esencial: el único objetivo de la educación es erradicar la ignorancia cavernaria de todos nosotros, desde lo más profundo de nuestros genes, hasta la punta de nuestra cosmo-visión cultural del mundo, para que las decisiones que tomemos en nuestras vidas sean informadas. Dicho así suena un poco utilitario, pero voy mucho mas allá que eso.

El entender la educación como un proceso en el cual se le entregan a las personas las herramientas prácticas para desenvolverse en una economía 12 años en el futuro es francamente estúpido. Si la larga lista de economistas criollos con PhDs no son capaces de saber lo que va a pasar la semana siguiente en términos económicos, menos aún podemos anticipar cuales van a ser las habilidades que debe adquirir una persona para desenvolverse en la economía 12 años en el futuro. La muestra palpable de lo que digo es que, a un día de la crisis económica del 2008, algunas de las mayores firmas que transan acciones en Wall Street (Enron, Lehman Brothers y AIG) tenían una clasificación de riesgo entre A y AAA (o sea muy seguras) por las agencias crediticias Moody’s, S&P, y Fitch, i.e., la élite de la economía mundial. Al día siguiente, todas quebraron. Por otra parte, tampoco es el objetivo del sistema educacional que los niños y niñas sean felices, y antes que despotrique contra esta última afirmación, déjeme explicar por qué. Puede que sea chocante lo que le voy a decir, por lo que es mejor que se siente antes de seguir leyendo: el mundo no es un lugar feliz. De echo, la injusticia e irracionalidad es lo que domina nuestra organización social, no sólo en Chile si no a nivel planetario. Dadas esas condiciones materiales (Lenin y Marx metiendo la nariz), y la complejidad inherente en definir que significa la felicidad para cada ser humano, orientar un sistema educativo a este objetivo es igual de absurdo que en el primer caso.

El racionamiento criollo seguramente esta diciendo en estos momentos: entonces mejor no hagamos nada. Esa es una de las consecuencias más devastadoras de nuestro sistema educativo. Las revoluciones educativas se vienen prediciendo desde los años 20s: en 1922, Thomas Edison predijo que el invento de las películas iba a revolucionar el sistema educativo, y que ellas suplantarían por completo el uso de libros escolares (cri-cri). Por los años 30s, el invento de la radio permitiría a expertos transmitir directamente sus conocimientos a las salas de clases equipadas con parlantes, por lo que los profesores serían reemplazados (cri-cri). En los años 50s y 60s le toco el turno a la televisión educativa (cri-cri). Luego en los 80s vino la revolución computacional (aún recuerdo la programación de la tortuga que se movía en la pantalla verde/negro, y por supuesto, cri-cri). Luego en los 90s, apareció el CD-room con su punta de lanza: ENCARTA, otra promesa de revolución que se fue por el drenaje. Ahora las promesas son los smartboards, tablets, smartphones, etc., conectados a la red de la cual podemos obtener toda la información del planeta (verdadera o falsa) instantáneamente. Estos aparatos nos llevarán, ahora si, a la revolución educativa, o más probablemente, dada la evidencia, a repetir el mismo error que hemos cometido una y otra vez. Lo que todos estos procesos han generado es una evolución en el proceso del aprendizaje, pero no un revolución.

Hace algunos años, The Huffington Post publicó una encuesta realizada por Gallup acerca del porcentaje de estadounidenses que se consideran creacionistas, es decir, todas aquellas personas que consideran verdadera la siguiente afirmación: „Dios creó a los seres humanos alrededor de 10.000 años atrás, y en su forma corporal actual“. El porcentaje que consideró verdadera esa afirmación fue el 46%. Esto en el país mas rico en toda la historia de la civilización y con la mayor cantidad de premios nobeles de mundo. No se si exista una medición parecida en Chile, pero espero por nuestro bien que el porcentaje de gente que piensa eso sea menor. Ahora, si midiéramos cuánta gente cree en el horóscopo, en que las vacunas con mercurio producen autismo, en que la yerbita tal o cual cura el cáncer, en que las flores de Bach sirven, o que el cambio climático en una conspiración de los poderes fácticos globales, no se si andaríamos muy lejos de esos porcentajes.

Yo propongo que nos convirtamos en potencia mundial de la educación mediante una revolución educativa efectiva: que después de 12 años de educación formal, nuestros jóvenes entiendan globalmente, mediante métodos colaborativos de enseñanza, tres cosas: como funciona la naturaleza, como funciona la sociedad, y como funciona la mente. Esto en al menos dos idiomas: español e inglés. Entendiendo como funciona la naturaleza, es difícil creer que los seres humanos tengan 10.000 años de antigüedad en el planeta. Entendiendo como funciona la sociedad, es difícil creer que la gente es pobre porque es floja. Entendiendo como funciona la mente, es difícil creer que haya una casa embrujada en Puerto Montt. Además, prácticamente toda la información relevante que se encuentra en la red esta en inglés, y si no me cree, go ask whatever scientist you find around. Este proceso de reingeniería cognitiva requeriría un esfuerzo interdisciplinario monumental. Un complemento extraordinario entre ciencias básicas, ciencias sociales, y las artes en todas sus expresiones. Aquellos jóvenes que entiendan estos tres aspectos de la realidad, serán difícilmente manipulables por las autoridades de turno, en uno u otro sentido. Sería una verdadera revolución. Una de la cual no hay retorno, porque una vez que se conoce algo, no se puede desconocer. Las decisiones que tomemos de ahí en adelante, ya no serán producto de la ignorancia, si no de nuestra voluntad manifiesta. Y como no necesitamos financiamiento para soñar, nos podemos concentrar en buscar el financiamiento para sustentar tamaña transformación. Por primera vez en la historia, no nos dedicaremos a entregar el conocimiento que se puede googlear, si no que a remover nuestra ignorancia primitiva para que podamos decidir en libertad, si queremos o no vivir en una burbuja. De ahí para adelante, es problema de cada uno. Si soñar no cuesta nada, dejar de soñar nos costará todo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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