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«Metales pesados»: El libro de poesía de los 90 que rompió todos los esquemas vuelve a ser editado La obra experimental de Yanko González, es publicado conjuntamente por Alquimia y Montacerdos

«Metales pesados»: El libro de poesía de los 90 que rompió todos los esquemas vuelve a ser editado

El lanzamiento de la reedición será este jueves 13 de abril en la Galería Metales Pesados Visual, con intervención del autor, los editores y del dueño de casa, Sergio Parra. Luego Vicente Undurraga, Natalia Berbelagua, Pablo D. Sheng y Marcelo Arce Garín leerán algunos poemas. «Recuerdo perfectamente lo que hacía para no amargarme cuando criticaban que el libro no se entendía, que era un imbunche o que estaba en una jerga incomprensible, entre otros muchos guantazos. Yo repetía para mi capote, casi como un mantra, una cita del mismo Eliot, eso de que ‘la poesía genuina puede comunicar antes que se entienda’. Es decir, aunque luchaba, sabía que no tenía escapatoria y el libro, por más deseo de ruptura, estaba condenado al diálogo y a la fe con la tradición que a contrapelo o a regañadientes lo producía”, afirma hoy el padre de la criatura.


Fue en 1998 cuando apareció un libro en una editorial de Valdivia que mereció los comentarios de diarios como El Mercurio, Las Últimas Noticias y El Siglo. Yanko González había demorado siete años para reunir esos poemas en Metales Pesados, una obra heterodoxa y experimental, publicada entonces por la Editorial El Kultrún.

Ahora, los sellos Montacerdos y Alquimia se han juntado para reeditar en conjunto el que es, en sus palabras, «un trabajo etnográfico (sobre) la exclusión y la violencia de diversas culturas juveniles en las postrimerías de la dictadura», que se ha mantenido vigente a pesar del paso del tiempo. Tan influyente, de hecho, para ponerle el nombre a una de las principales librerías de la capital, del poeta y librero Sergio Parra.

En su galería de arte homónima, precisamente (Merced 316, Metro Bellas Artes), será presentado este jueves 13 de abril, a las 19:30 horas, la nueva edición, de mano de Guido Arroyo (Alquimia Ediciones), Juan Manuel Silva (Montacerdos) y el propio Parra. Luego de esto, los autores Vicente Undurraga, Natalia Berbelagua, Pablo D. Sheng y Marcelo Arce Garín leerán algunos poemas, cerrando con una intervención del propio Yanko González.

«No sé qué es más alucinante, si ver reeditado este notable libro publicado en 1998 por una noble editorial de la ciudad de Valdivia, o comprobar que la poesía de Yanko González sigue ocupando un material social, político y visual con deslumbrante seguridad y maestría en el lenguaje», comenta Parra. «Yanko González es poeta, pero quiero ir aún más allá: es un compositor de poemas y este libro es pura música del siglo XXI”.

Esta nueva edición además viene acompañada de textos de Parra y del poeta argentino Martín Gambarotta, además de un epílogo del crítico británico Niall Binns.

Foto: Carsten Maltendorf

Drogadictos y pandilleros

Arroyo celebra este libro «raro» de «plagado de frases punzantes, intertextos lúcidos y personajes alegóricos: parejas que se arrojan té hirviendo o yunkies que jalan el vértice del pegamento en una esquina», con una poesía que «te vuela la cabeza». Para él, esta reedición resulta fundamental no solo por la imposibilidad de encontrar este libro de culto, sino porque sorprende su actualidad y capacidad de mutación.

Se trata de un libro fundamental de la poesía chilena, no sólo porque representa la voz de un autor de región, de Valdivia, sino porque en su escritura integra la jerga y la violencia de las tribus urbanas que habían empezado a aparecer a principios de los años 80, según el escritor y editor Galo Ghigliotto. «Además lleva más lejos aún la inclusión del lenguaje coloquial en la poesía, que inició Parra, cuando hace hablar en sus poemas a jóvenes que parecen drogadictos o pandilleros».

«Vengan a la esquina de papito/ él les salvará lo que no succiona/ el mal día/ la búsqueda perdida /Vengan a la esquina de papito a zafarse de la repre/ de papito de la priva/ de la baja/ papito maravilla no les perchará el tolonpa/ vengan a la esquina de papito/ sólo por hoy día en el tercer pilar del mol/ con vitrina con neón/ para el turista para el imperio», escribe González en el poema titulado «La esquina de papito/es efectivamente de papito», dedicado al pintor chileno Germán Arestizábal.

Impúdico y canchero

El autor, ex alumno del Internado Nacional Barros Arana, se había radicado en Valdivia en 1990, donde se graduó como antropólogo. En 2000 se fue a Barcelona por cinco años, donde se doctoró en su especialidad. Hoy es profesor de la Universidad Austral.

«En Metales Pesados no sólo hay una lucha por la eficacia ventrílocua de jóvenes que revientan la dictadura y la transición reventándose, sino de voceos y textos diversos», comenta hoy. «Es una batalla estética o, mejor, anestética, por lograr la síntesis con el ojo del que se pregunta, del que observa. En ese sentido, al poeta le pasa lo mismo que al antropólogo: le abundan las fuentes y los informantes, está henchido de datos, pero no sabe qué hacer con ellos».

Añade que la obra «tiene esa iconoclasia impúdica y canchera, que tuerce y se carcajea de la gran tradición poética, pero a la que se agarra como puede». «El caos coral y, sobre todo, los poemas como notas a pie de página que se agitan en el libro, son una referencia burlona a los procedimientos estéticos y retóricos de T. S. Eliot».

«Recuerdo perfectamente lo que hacía para no amargarme cuando criticaban que el libro no se entendía, que era un imbunche o que estaba en una jerga incomprensible, entre otros muchos guantazos. Yo repetía para mi capote, casi como un mantra, una cita del mismo Eliot, eso de que ‘la poesía genuina puede comunicar antes que se entienda’. Es decir, aunque luchaba, sabía que no tenía escapatoria y el libro, por más deseo de ruptura, estaba condenado al diálogo y a la fe con la tradición que a contrapelo o a regañadientes lo producía”.

Celebrado por la crítica

La obra fue celebrada por la crítica, entonces y ahora. «Son escasos los libros tan merecedores de una reedición facsimilar como este (…). Un libro que no cierra los ojos a su tiempo, y que lo examina y se descubre en el brillo trepidante de sus lenguajes. Más lejos no podía irse en la oxigenación de la poesía por el habla», comenta el crítico literario británico Binns.

“La enumeración caótica y plena de ironía de que hace gala el autor, nos pone frente a un poeta de nuestro tiempo que con una difícil sencillez expresa con certeros y breves trazos un resumen del entorno; que no desdeña nada, y que por el contrario suma a sus textos lo grande y lo pequeño del mundo, su épica y su minimalidad», escribió su colega chileno Milton Aguilar en el diario Las Últimas Noticias en octubre de 1998.

«En una prosa que no es poética, sino que un poema al estilo de los surrealistas, nos habla de la violencia y del olvido, como preludio de un encantamiento. Desafía una infinidad de elementos que se consideran intocables: como sustituto de la solemnidad, emplea la blasfemia sin ambages; el egotismo anárquico; las frase irónicas se convierten en apóstrofes directos; reemplaza la dicción elegante y la textura consistente por superficies ásperas”.

Ghigliotto agrega que, con su libro, González, junto a Gustavo Barrera, Jaime Huenún y Jaime Pinos, además se desmarcó de su propia generación, en la cual la política y el trauma de la dictadura había dejado de ser un tema. Para «Yanko esa violencia sigue existiendo y se la trata de interpretar de forma diferente, alejando el discurso de lo que es evidente».

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