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«Caramba y zamba la cosa, que viva toda la ciencia»

Violeta enfrentó los estereotipos y sinrazones de su tiempo, esas zonas grises que enmascaran privilegios y, en el fondo, relaciones de poder. Esa actitud está muy cerca del aporte que puede hacer la ciencia y la racionalidad científica a la sociedad contemporánea, una sociedad que está bombardeada de información y donde ésta se maneja muchas veces sin consistencia o relación con la realidad.


Hoy 4 de octubre celebramos los 100 años del natalicio de Violeta Parra. Ella como muchos otros, como ustedes, buscó, investigó y puso su esfuerzo y su vida al servicio de una misión: desenterrar los secretos de una cultura y una identidad. Lo hizo con algunos de los más importantes recursos con que cuenta el ser humano: su mente, su imaginación, su creatividad y sus sueños.

Me gustan los estudiantes
que van al laboratorio.
Descubren lo que se esconde
adentro del confesorio.
Ya tiene el hombre un carrito
que llegó hasta el purgatorio.
Caramba y zamba la cosa,
los libros explicatorios.

Me gustan los estudiantes
que con muy clara elocuencia
a la bolsa negra sacra
le bajó las indulgencias.
Porque, ¿hasta cuándo nos dura,
señores, la penitencia?
Caramba y zamba la cosa,
que viva toda la ciencia.

Violeta enfrentó los estereotipos y sinrazones de su tiempo, esas zonas grises que enmascaran privilegios y, en el fondo, relaciones de poder. Esa actitud está muy cerca del aporte que puede hacer la ciencia y la racionalidad científica a la sociedad contemporánea, una sociedad que está bombardeada de información y donde ésta se maneja muchas veces sin consistencia o relación con la realidad.

Los científicos no podemos desligarnos de nuestra responsabilidad ante la sociedad, ante las personas, que al final, son las que financian nuestro quehacer.

La Antártica no es un sustrato más donde hacer ciencia. Su condición geológica, su historia natural, la vulnerabilidad de sus equilibrios ecológicos e incluso su condición política administrativa, entre muchas otras cosas, lo hacen un territorio único. Su belleza, encanto y mística han provocado y provocan el interés de miles, quienes buscan tener la oportunidad de visitarla y responder con sus propios sentidos, con su propia experiencia, la natural curiosidad que provoca un lugar extremo, lleno de oportunidades únicas.

Primero el desafío fue llegar, descubrir esa tierra incógnita. Instalar en lo alto de algún glaciar la bandera en señal de victoria. Luego el desafío fue la conquista. Desarrollar actividades, infraestructura, capacidades que posibilitaran vivir en el territorio, hacerlo habitable. Hasta allí la historia parecería ser una más, como tantas otras, donde el ser humano ha buscado controlar, manipular y obtener beneficios. Pero la de Antártica es una historia especial, especialmente para nosotros los latinoamericanos. La ciencia se dio paso para transformarlo en un territorio con una denominación muy particular: un territorito de Paz y Ciencia.

Los invito a aprovechar estos días de encuentro para intercambiar experiencias, conocimientos e información. Démonos también espacios para reflexionar sobre la responsabilidad que tenemos, como científicos, de mostrar a nuestros pueblos una senda, un camino, una forma de mirar, de conocer y decidir. Un modo respetuoso con el prójimo, respetuoso con nuestro entorno y con nuestra historia.

Gracias a todos, a todas por el conocimiento compartido en estos días y sean bienvenidos, una vez más, a una ciudad y a una región que vibra con fuerza al llamado de su vocación antártica.

Como diría nuestra Violeta

con su especial sapiencia

Caramba y zamba la cosa

¡Que viva toda la ciencia!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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