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Íconos de las teleseries recuerdan cómo fue trabajar en película de Raúl Ruiz hace 30 años CULTURA

Íconos de las teleseries recuerdan cómo fue trabajar en película de Raúl Ruiz hace 30 años

Varios rostros de teleseries, como Francisco Reyes, Patricia Rivadeneira y la uruguaya Liliana García, actuaron en la película «La telenovela errante», de Raúl Ruiz, que se estrena la próxima semana. Fue filmada en 1990 y terminada el año pasado, tras el hallazgo de material fílmico en el exterior. Aquí cuentan cómo fue el rodaje y comentan la actualidad de la cinta, una crítica a «la gran fiesta de los 90, con arcoíris, donde estaba todo bien, con un consumo desatado y feroz, sin compasión», en palabras de la intérprete uruguaya.


Varios rostros icónicos de las teleseries chilenas, como Francisco Reyes, Patricia Rivadeneira y la uruguaya Liliana García, recordaron cómo fue trabajar en la película La telenovela errante, de Raúl Ruiz, filmada en 1990 y terminada el año pasado, tras el hallazgo de material fílmico en el exterior, y que se estrena la próxima semana.

«Es una especie de instantánea del momento político, social y cultural con el que se encontró Raúl al volver a Chile», comenta Reyes. «Por supuesto, mirado desde un ojo irónico, agudo y políticamente incorrecto. Una visión de una sociedad que intentaba jugar con el nuevo juguete de la buena onda postdictadura», añade.

La cinta, codirigida por Valeria Sarmiento, la viuda de Ruiz, llega tras un exitoso recorrido internacional que incluyó a Locarno, Valdivia, Viena, Sao Paulo, Estocolmo, Mar del Plata, La Habana, Róterdam, Cartagena, París, Marsella, Melbourne e incluso Corea del Sur. En Locarno, de hecho, obtuvo el premio del Jurado Juvenil del festival.

Sarmiento hizo el hallazgo y montaje del material junto a la actriz Chamilla Rodríguez y el guionista Galut Alarcón.

En torno al folletín

La película, que retrata a Chile como “un conjunto de teleseries”, es el largometraje número 121 del prolífico director, y el tercero que ve la luz después de su muerte.

Además de los actores citados, participan Luis Alarcón y Roberto Poblete, aunque también otros menos conocidos pero verdaderos personajes de culto, como Mario Lorca, Marcial Edwards, Javier Maldonado e, incluso, el valdiviano Carlos Matamala.

“La película gira en torno al folletín de televisión”, apuntaba en su momento el director. “Se estructura en base a la presunción: la realidad chilena no existe, más bien es un conjunto de teleseries. Son cuatro provincias audiovisuales y se respira la guerra entre los bandos. Los problemas políticos y económicos están disueltos en una jalea ficcional dividida en capítulos vespertinos. Toda la realidad chilena está tratada desde el punto de vista de la telenovela y cumple la función de filtro revelador de esta misma realidad”, añadió.

[cita tipo=»destaque»]»La filmación era maravillosa», rememora Rivadeneira. «Muchas cosas se hacían en la productora de Leo Kocking y era como estar en un seminario. Si tenías tiempo, estabas todo el día ahí, y quizás en algún momento Raúl te ponía en escena. Te daba algún diálogo escrito, sencillamente en una hoja. Así es que pasamos bastante tiempo reunidos. Si recuerdo bien, muchos de los exteriores eran alrededor de la misma casa de Leo».[/cita]

Así conocí a Raúl Ruiz

Rivadeneira recuerda que llegó a la película gracias a su amistad con el montajista Claudio Martínez –con quien trabajó en Caluga o menta– y que también había laborado con Ruiz.

«Había estado en una retrospectiva en el Instituto Chileno Francés y ahí lo conocí», cuenta. «Me dijo que para ver sus películas era conveniente entrar con un chal y dormir sin culpa», recuerda.

Reyes sabía de la existencia de Raúl como realizador y ya había visto algunas de sus películas, como Palomita blanca, Tres tristes tigres, El techo de la ballena, Hipótesis de un cuadro robado y El amanecer del puente del Alma.

«Cuando vino a Chile el año 90, con la idea de hacer un taller para conocer el mundo de los realizadores locales, se le ocurrió hacer una película sobre las teleseries, porque había quedado impactado por la influencia que estas tenían en el medio local y que, sumado al momento político, le hicieron concluir que ‘Chile es una telenovela'», relata Reyes.

Entonces, Erika Ramos, actriz y esposa de Leo Kocking –productor que se hizo cargo del proyecto–, invitó a algunos actores que estaban haciendo televisión en ese momento.

«Yo recién llevaba un año y medio y me presentó a Raúl. Este me miró de arriba abajo y me dijo, entre parco y tímido, ‘sí, está bien'».

García, en tanto, llevaba tres años en Chile, haciendo teatro y televisión. Conoció a Ruiz gracias a su pareja de entonces, el actor Mauricio Pesutic, que era conocido del cineasta.

«Cuando se planteó el proyecto inmediatamente me interesé. Raúl nos llamó a varias de las personas que estábamos haciendo teleseries en ese momento. Él quería hablar de este tema y de cómo veía Chile, al llegar después de tantos años de exilio. Él veía Chile como una gran teleserie, llegó en un momento en que había una competencia feroz entre las teleseries», detalla.

La filmación

La filmación de la película fue singular, como solía ser en las cintas del excéntrico cineasta.

«La filmación era maravillosa», rememora Rivadedeira. «Muchas cosas se hacían en la productora de Leo Kocking y era como estar en un seminario. Si tenías tiempo, estabas todo el día ahí, y quizás en algún momento Raúl te ponía en escena. Te daba algún diálogo escrito, sencillamente en una hoja. Así es que pasamos bastante tiempo reunidos. Si recuerdo bien, muchos de los exteriores eran alrededor de la misma casa de Leo», agrega.

También destaca que la capacidad de improvisar de Ruiz era notable.

«Nunca se alteraba si algo se complicaba por los típicos problemas de luz, tiempo o la falta de alguno de los actores», cuenta. «Recuerdo muy bien una escena que se descartó pero que sé que está por allí, en la que yo tenía un diálogo con Luis Alarcón, el cual no pudo llegar a la filmación. Entonces pusieron los anteojos que usaba el personaje suspendidos en el aire, con un hilo transparente a la altura de los ojos del actor, sentado en un escritorio. Y yo dialogaba con esos anteojos como si el personaje en ese momento se hubiera vuelto invisible, un fantasma», expresa.

«Descubrir su universo fue alucinante», complementa Reyes. «Prácticamente no dirigía a los actores, tampoco había un guión. Creaba situaciones, te hacía cómplice y luego te entregaba una hoja con algunos diálogos para que los jugaras frente a cámara. Se nutría de las conversaciones que tenía con sus actores durante el rodaje y durante los almuerzos que eran calmos y en torno a una o más botellas de vino tinto», señala.

«Era un gran observador, muy agudo y un gran lector. Manejaba una enorme cantidad de información literaria y eso le permitía hacer asociaciones y cruces insólitos entre la realidad cotidiana, de política actual e histórica, de aquí y de la quebrada del ají, que finalmente plasmaba en imágenes», remata.

Para la uruguaya, los recuerdos de la filmación son «extraordinarios». «Son recuerdos de compromiso, de trabajo, de experimentación, de búsqueda, pero sobre todo de juego, de alegría e improvisación». Sin embargo, el principal recuerdo «es haber conocido a una persona extraordinaria como Raúl Ruiz, de una inmensa inteligencia».

«Más que filmando, me sentía haciendo un laboratorio. Él extrajo de los jóvenes todo aquello que él veía en nuestros ojos», un elenco que mezclaba intérpretes experimentados y otros más jóvenes, en una mirada de un país «sumido en una teleserie en sí misma, por su sistema político y social». Era exigente, «pero con un carisma, con un chiste de por medio, que uno no se daba cuenta que estaba siendo exigido».

«Además las filmaciones terminaban con una comida. Siempre había un ambiente de alegría. Él tenía un sentido del humor muchas veces muy negro, y eso me enamoró mucho, tanto de su personalidad como del proyecto», afirma.

Personajes delirantes

Los delirantes personajes son un ejemplo del universo creativo de Ruiz. Reyes, por ejemplo, interpretaba a un actor, que actuaba en una de las teleseries («la película son varias teleseries simultáneas, como la vida») «buscando a Concepción, su mujer, la calle, la ciudad y que odiaba las teleseries turcas, ¡que en los 90 aún no conocíamos!».

«Creo que, en el caso de mi personaje, Raúl jugó un poco con mi historia personal, esta joven actriz de telenovelas que, si no recuerdo mal, en ese momento no tenía trabajo en la televisión y andaba muy desesperada buscando trabajo», dice Rivanedeira.

Para este personaje, «la única forma de ganar dinero era en la teleserie. Era una muchacha como muchas en Chile, que sueñan con entrar a la televisión. Y también era alguien que buscaba el amor y que tenía muchos amoríos y pretendientes a los cuales confundía. Eso era bastante real como parte de mi propia vida (ríe)».

La trama

Para esta actriz, está claro que la película habla de Chile.

«Raúl quería conocer el Chile que regresaba la democracia. Quería conocer a los actores después de tantos años de haber estado lejos. Quiso hacer un elenco con actores que venían de distintos ámbitos. En mi caso, como en el de algunos otros que aparecen en La telenovela errante, había actores que pertenecían al mundo del underground de la época. Yo era una mezcla de esos mundos», cuenta.

Para Rivadeneira, Ruiz quería experimentar en Chile después de tantos años de estar lejos, y saber si podría hacer cine en nuestro país.

«Fue muy generoso dándose el tiempo de hacer esta obra. Creo que para él fue también un punto de inflexión en su carrera que en ese momento quizá no estaba en el mejor de los tiempos en Europa y seguramente había mucha nostalgia por Chile», dice. «Su visión de la democracia, de lo que eran los partidos de la Concertación, desilusionada, algo nihilista y escéptica, muy premonitoria teniendo en cuenta el año en que se filmó», apunta.

«Se estaba riendo un poco de todos los que creíamos que la alegría había llegado. Todos creíamos en la telenovela, en Chile como una telenovela con un final feliz. No sé si los actores teníamos consciencia de este escepticismo que se ve en la película. Nunca vimos el guión completo. Es increíble la capacidad visionaria y la conciencia política de Ruiz».

Para la uruguaya resulta notable que el filme hable de 2018, aunque haya sido rodado en 1990.

«Habla de la clase política chilena y su degradación, por decirlo de algún modo. También de los problemas sociales, que han existido siempre y siguen existiendo, la falta de equidad, de justicia, de capacidad para resolver los problemas. Es una crítica profunda, social y política a Chile, con una mirada actual que llega a asustarte», enfatiza.

De esta forma, revela lo bien que conocía Ruiz a su patria. Es una crítica a «la gran fiesta de los 90, con arcoíris, donde estaba todo bien, con un consumo desatado y feroz, sin compasión». Una cinta para reír, pero también para pensar sobre un Chile «que se niega a tener memoria, que niega sus ancestros mapuches, que se niega a una educación gratuita, laica, obligatoria, que se niega a un sistema de salud justo, solidario, donde el Estado se haga cargo, donde todo está privatizado, hasta el agua, que es fuente de la vida», sostiene.

Película terminada

Una sorpresa mayor es también ver la cinta finalmente terminada.

«Valeria hace un armado a partir de sus visiones, de su conocimiento de Raúl, de algunos escritos que él dejó sobre la peli, filma algunos minutos como enlaces y lo editan con la colaboración de Galút Alarcón. Por eso hoy La telenovela errante es una película de Raúl Ruiz y Valeria Sarmiento», destaca Reyes. «Me parece genial que hayan hecho este trabajo», dice.

También plantea que, si la película se hubiese estrenado en esos años, probablemente «nos habría caído muy mal, porque justamente nos sentíamos siendo parte de un gran momento épico y no nos permitíamos mirarnos desde fuera con un ojo agudo y/o crítico».

Hoy, en cambio, «se nos revela como un trabajo visionario y nos permite reírnos y criticarnos a nosotros mismos, admirar la época y la enorme y bella juventud de todos los que aparecemos en pantalla. Es una película fresca, joven, lúdica, atrevida e irónica, con una narrativa asociativa y onírica, ruiziana».

«Ha sido un trabajo titánico y ha quedado maravillosamente bien, desde el punto de vista cinematográfico, del lenguaje audiovisual», celebra la actriz uruguaya. «Es muy difícil rescatar una obra después de tantos años y que quede impecable», recalca.

Por eso dice que su éxito en el recorrido internacional hace justicia a su creador, «un hombre extraordinario comprometido con su tiempo y su gente».

Rivanedeira siente una «enorme sorpresa y satisfacción de un material que pensé que jamás iba a ver».

«El resultado me parece mucho pero mucho más de lo que me esperaba. Es notable lo que ha hecho Valeria con este material, la reconstrucción del guión, el montaje del trabajo que han hecho… Y me parece más pertinente hoy que en sus años», asegura.

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