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Editoriales Cartoneras en Filsa 2018: un colorido proyecto Gutenberg CULTURA

Editoriales Cartoneras en Filsa 2018: un colorido proyecto Gutenberg


“El libro como objeto continuará existiendo, de la misma manera que la bicicleta sigue existiendo pese a la invención del automóvil; es más, hoy hay más bicicletas que hace unos años”, decía en una entrevista Umberto Eco y algo muy similar se puede decir del libro, a más de tres décadas del vaticinio sobre su defunción.

No sólo hay una vigencia del libro, es más llevamos más de 15 años del fenómeno de los libros reciclados mediante las editoriales cartoneras. En la trigésima octava Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) a realizarse entre 25 de octubre y 11 de noviembre, estas comunidades literarias serán representadas por siete exponentes: Olga Cartonera, Cayó la teja ediciones, Estalla Cartonera, Comida Aérea juguetería de papel, Etérea agendas artesanales, Aquiles Ediciones y Loquita Cartonera.

Estarán ubicadas todas en el Stand D para compartir su historia, las actividades que habitualmente realizan y todo el universo de su propuesta cultural.

Las editoriales cartoneras ofrecerán diversas actividades como talleres de encuadernación japonesa, modelado en plasticina, talleres sobre libros origami, realización de libros Pop up y una serie de manualidades más para el proceso artesanal de fabricar libros con los materiales menospreciados por la sociedad del consumo.

No sólo compartirán su artesanado, también desean difundir un discurso y motivar el debate en torno a este fenómeno extendido por más decenas de países. En ese sentido, destaca el lunes 5 de noviembre a las 20:00 horas la presentación del libro “Influjos” de Silvana Riqueros en la sala Camilo Mori, mismo salón donde se realizará el conversatorio: ¿Qué es ser escritor cartonero? el lunes 29 de octubre a las 19:30 hrs

Otro momento interesante será el sábado 10 de noviembre, pues a las 16 horas se exhibirá el documental “Carretera cartonera” de Marta Mancusi y Anna Trento (Italia) en la sala Nemesio Antúnez de la estación Mapocho. Tampoco hay que perderse el Domingo 4 a las 16:00 hrs la presentación de “Jikisxaña”, obra de Compañía de Teatro Carromato, en formato de Kamishibai en el Foro del autor.

Cartón, artesanía, reciclaje, comunidad, organización, no puede haber algo más contrario a esta era del avaro que el movimiento de las editoriales cartoneras. Nacen en la crisis argentina del 2001, cuando la primera, fundada por el escritor Washington Cucurto y el artista plástico Javier Barilaro, consiguió dar con un producto de difusión apto para venderse a precios bajísimos en ferias verduleras.

¿La cultura está en crisis?, la cultura es crisis, diría el semiólogo italiano. Así, un esfuerzo pariente al de las cartoneras fue, en su momento, el proyecto Gutenberg, cuando Michael Hart en 1971 ideó construir una biblioteca con libros electrónicos gratuitos, basados en los que ya existen físicamente.

En Chile las editoriales cartoneras son más de 25 y han organizado seis encuentros internacionales en la Biblioteca de Santiago, a las que han acudido sus profusas homólogas de Sudamérica.

Estas agrupaciones buscan democratizar la lectura y la posibilidad de publicar. Las cartoneras abren oportunidades a todos quienes son escritores y no son rentables para los grupos comerciales editoriales. Se postula y el premio es ser publicado.

Llama la atención cómo desde Sudamérica, donde no se vivió una revolución industrial ni de pensamiento independiente, haya surgido dos siglos después un movimiento artesanal de fabricación de libros en plena era digital.

En varios foros se ha establecido que las editoriales cartoneras son una acción de resistencia política. Sin embargo, es muy probable que sean más una cadena virtuosa de educación y un fenómeno más profundo. No es requisito ser un escritor contestatario para publicar en una, en ellas hay lugar para todos los géneros e inquietudes humanas.

En el siglo XX, para nuestro continente, el desafío fue alfabetizar. Hoy podríamos decir que el actual reto es difundir la creatividad hostigada por la concentración económica y el Estado jibarizado. Ahí, estas cooperativas culturales del reciclaje son un momento histórico interesante. Digamos entonces, a la luz de su exitosa trayectoria: Reciclar es educar.

Cuando se inició la era de la imprenta, el libro no era un objeto fetiche como hoy. Fue mal visto por eruditos y privilegiados, pues era una rebelión frente a los manuscritos de las bibliotecas poderosas. El libro impreso, por una máquina, fue un novedoso soporte para transportar de manera más eficiente el conocimiento hacia millones de personas.

«Si tuviera que dejar un mensaje de futuro para la humanidad, lo haría en un libro en papel y no en un soporte electrónico», afirmó poco antes de su muerte el piamontés. Para el autor del Péndulo de Foucault, vivimos una era neo medieval a pesar de la revolución digital. Predomina lo iconográfico, como en la era de los vitrales, cuando éstos explicaban a los analfabetos los pasajes de la biblia.

Muchos datos, pero el conocimiento de nuevo está en manos de unos pocos. No obstante, estoy seguro que Gutenberg, Eco y Hart verían con enorme interés este afianzamiento conseguido por las editoriales cartoneras a nivel internacional, en esta curiosa era de analfabetismo funcional.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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