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El arte en crisis: lo mismo “de siempre”, o la oportunidad CULTURA|OPINIÓN

El arte en crisis: lo mismo “de siempre”, o la oportunidad

Samuel Toro
Por : Samuel Toro Licenciado en Arte. Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.
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Si los(as) artistas no encuentran las maneras de enfrentar una nueva crisis, y, de acuerdo a ello, literalizan o invitan a dejar de hacer, también nos acercaríamos, con facilidad, a invitaciones a dejar de leer, pues “las importantes oraciones y textos se encuentran en la vida”. Es como la antigua frase de “yo estudio en la universidad de la vida”, no en los libros. Hay que tener mucho cuidado, sobre todo en los momentos de crisis, donde es muy fácil exacerbar las rupturas de “todo” por el hecho de no querer, entender o sentirse incapacitado creativamente para generar nuevas relaciones potenciales y de acto.


Históricamente (o quizá historiográficamente) muchos de los cambios en las artes se han generado a partir de crisis sociales, políticas, económicas, tecnológicas, existenciales y variadas rupturas ontológicas de un “antes” y un posible “después” consagrado a la incertidumbre y/o a la acción directa cuando los paradigmas o las formas de entender un mundo debieron ser cuestionadas y transformadas.

En esta columna no tengo la intención de establecer divisiones innecesarias relacionadas al “acontecer” chileno, particularmente en lo que compete a las artes visuales, pues hasta las expresiones más convencionales, formalmente hablando, podrían considerarse como sumas positivas para evidenciar las fracturas que hemos estado viviendo en Chile desde hace muchas décadas. Sin embargo, considero necesario mencionar algunos aspectos sobre los fundamentos y formas en los que no puedo estar de acuerdo cuando se trata del hecho de encontrar nuevas maneras de organizarse y dar resultados atingentes a las urgencias de una sociedad, y, por qué no decirlo, optimistamente, de una cultura.  

[cita tipo=»destaque»]Si las manifestaciones “tradicionales”, en lo formal, de arte se encuentran debilitadas es porque la fuerza performativa en las calles de las ciudades lo supera. Esto no significa, por el momento, un reemplazo. Los(as) artistas, mientras tanto, continúan haciendo lo que saben hacer, y ese es el problema (al menos como principio).[/cita]

Quisiera mencionar dos situaciones a modo de ejemplos: algunas galerías tradicionales en el sentido espacial de proponer los trabajos, como son la Galería Isabel Croxatto, D21, Museo Palacio Cousiño, Galería 3.14 y Factoría de Arte Santa Rosa terminaron, hace poco, de exponer una serie de artistas convocados(as) a partir de la coyuntura política social de Chile.

En términos muy resumidos, todos(as) los(as) artistas en todas estas galerías (y un museo) desplazaron, de forma literal en muchos casos, recursos semióticos y semánticos cuyo espesor se ha encontrado en los actos mismos de las manifestaciones en las calles, y las expresiones que estas han dejado y continúan haciendo. Con esto quiero decir que el desplazamiento de un lugar (territorial y simbólico) de conflicto a galerías tradiciones (varias de estas comerciales) no puedo verlo sino como una anécdota, tipo camiseta del perro matapacos colgada en cualquier muro “validador de arte”.

Lo último lo pongo entre comillas pues en varias de las galerías mencionadas se puede cuestionar, seriamente, el accionar en tanto contemporaneidad en las artes, pues las estrategias de estas se dirigen a crear marcas país de modelos artísticos, los cuales nunca pasan de ser formalidades de refritos de ferias y bienales, es decir, instaurar modelos de marcas comerciales-país siguiendo modelos de actualización. El arte contemporáneo, parafraseando a Agamben, no puede ser lo actual, pues la actualidad conlleva connotaciones de normatividad despectivas en lo tocante a las artes que quisiéramos pensar y hacer hoy. 

El segundo ejemplo es sobre el discurso que dio el artista Nicolás Grum, ganador de la beca de arte CCU, el cual se ha viralizado. Al leer el discurso que dio el artista en su premiación se pueden notar buenas intenciones y una ocupación temática en relación con la opresión civil que plasma en sus obras (antes del “estallido social”). Sin embargo, al final de su discurso menciona que hoy en Chile no hay necesidad de “hacer arte”, pues este se encontraría en las calles, y que no existe necesidad de escribir, pues las calles estarían “llenas de páginas inéditas”.

En este punto se crea una aporía, pues si se refiere a una metáfora, el discurso validador de hechos reales carece de potencia política, pero si se trata de un ansia y conminación literal, la potencia del acto creativo dejaría “completamente” su facultad existencial para devenir en la categoría posible de un “todos(as)”, y esto, en tanto universal, no deja en un “nada” en el tema. El problema de la obra, como resultado en el arte, fue un problema en gran parte de las vanguardias del siglo XX. La obra, en este caso, era el problema del arte, no el arte en sí, de ahí que variados movimientos decidieran por el acto, o la acción por encima del estatuto del resultado. La discusión en Chile puede aún no ser antigua, pero esto es, probablemente, por la interminable  tardomodernidad del país. 

Si los(as) artistas no encuentran las maneras de enfrentar una nueva crisis, y, de acuerdo a ello, literalizan o invitan a dejar de hacer, también nos acercaríamos, con facilidad, a invitaciones a dejar de leer, pues “las importantes oraciones y textos se encuentran en la vida”. Es como la antigua frase de “yo estudio en la universidad de la vida”, no en los libros.

Hay que tener mucho cuidado, sobre todo en los momentos de crisis, donde es muy fácil exacerbar las rupturas de “todo” por el hecho de no querer, entender o sentirse incapacitado creativamente para generar nuevas relaciones potenciales y de acto. Si las manifestaciones “tradicionales”, en lo formal, de arte se encuentran debilitadas es porque la fuerza performativa en las calles de las ciudades lo supera. Esto no significa, por el momento, un reemplazo. Los(as) artistas, mientras tanto, continúan haciendo lo que saben hacer, y ese es el problema (al menos como principio).  

El arte debe cambiar, no dejar de realizarlo o mimetizarse como un calco de lo que se da en las calles (lo último es como subestimar a las personas que no van a las protestas y decirles, vengan a ver algunas de las cosas que acontece hoy en Chile a través de sus artistas). Debemos reformularnos para ser partícipes y modestos colaboradores de, esperemos un nuevo mundo; que no sepamos las maneras no significa que no existan y se encuentren en la potencia que deberá accionarse en conjunto con lo común en tanto comunidad, en tanto el pueblo que somos, históricamente, heridos y enloquecidos. “Hoy”, en nuestra cultura local, tenemos la oportunidad de cambiar las artes del mundo y su relación con las relaciones.               

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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