Publicidad
COVID-19: masificar a escala mundial una vacuna podría tomar tanto tiempo como desarrollarla CULTURA|CIENCIA

COVID-19: masificar a escala mundial una vacuna podría tomar tanto tiempo como desarrollarla

El experto en industria biomédica, Cristián Hernández, director de Negocios de la Fundación Ciencia y Vida, asegura que Europa y China liderarán la carrera para una inmunización, pero será Estados Unidos el que gane en el terreno de los fármacos. Hernández estima que avances en biología y computación, en el contexto de la cuarta revolución industrial, permitirán acelerar plazos de forma exponencial a una velocidad “hasta hoy desconocida”. Manufactura y distribución de fármacos o vacunas, sin embargo, serán el gran desafío de una batalla que podría demandar inversiones de hasta mil millones de dólares por proyecto.


La combinación de tecnologías computacionales y biología, en el contexto de la cuarta revolución industrial, es el factor clave para acelerar el desarrollo de vacunas y fármacos a “una velocidad hasta hoy desconocida”. Sin embargo, transferir los hallazgos a su manufactura y a una distribución a escala mundial podrían ser verdaderos “cuellos de botella” para frenar la pandemia por el nuevo coronavirus.

Así lo explica el director de Negocios de la Fundación Ciencia y Vida, Cristián Hernández, quien considera que la industria biomédica se enfrenta a una carrera que podría finalizar con plazos récord –al menos a la mitad de los más rápidos desarrollos antes registrados–, gracias a la disponibilidad de recursos económicos, técnicos y humanos del más alto nivel: bases de datos, súper computadores, científicos de elite, entre otros.

Sin embargo, precisa, el desafío “logístico” del proceso podría revestir igual o mayor complejidad.

“En general, sacar una vacuna toma por lo menos unos seis años, y lo que está ocurriendo con una posible vacuna para el coronavirus no debería demorar menos que eso. Si es que la tuviésemos incluso en menos tiempo, dos años quizás, tomaría probablemente dos años más tener la cantidad de material disponible para entregar a todo el mundo”, expone Hernández, exgerente de desarrollo de negocios en la compañía Danio Labs, con sede en Cambridge, Inglaterra.

Según él, se trata de un reto que demandará que los países y sus dirigentes logren avanzar en “disciplina, comunicación y cooperación”, a fin de desplegar una solución a escala global, como nunca antes en la historia, que alcance a más de 7 mil millones de personas en casi 200 países. Pero incluso antes de una potencial distribución de una vacuna, la manufactura de esta solución será otra etapa clave, y a menudo no considerada cuando pensamos en el fin de la pandemia.

“Desarrollar una vacuna es una tarea muy compleja. Primero, uno hace pruebas en células, en animales de investigación, luego en humanos y en varias secuencias. Esto toma por lo menos tres a cuatro años, una vez que se apruebe la intervención. Pero luego hay que manufacturarla, es decir, construir plantas especiales para fabricarlas”.

Solución en 24 meses, pero…

El ejecutivo de la Fundación Ciencia y Vida asegura que ya hay compañías estadounidenses que están levantando diversas infraestructuras que se amolden a las características específicas que tendrá la ansiada inmunización contra el SARS-CoV-2. Esto permitiría ganar tiempo valioso para manufacturar el desarrollo una vez los estudios en ciencia básica culminen.

“Estas empresas buscan anticiparse a las brechas de distribución y están apostando a diversos tipos de formulación, construyendo plantas específicas para cada una de ellas. Esto podría darles hasta un año de ventaja con respecto a otras. De ser este el escenario, es posible que exista en el futuro un corte de stock. Otra opción es que puedan reacondicionarse plantas de manufactura ya existentes, aunque ahí el desarrollador tendría que liberar derecho de propiedad para que no se infrinjan sus patentes, lo que permitiría acelerar los plazos”.

El proyecto liderado en China por el ejército de ese país y el que llevan adelante científicos de la Universidad de Oxford en Inglaterra –ambos en fases clínicas iniciales en humanos– parecen tener la ventaja en el ámbito de las vacunas, de acuerdo a los últimos reportes. Estados Unidos, en tanto, ya ha logrado avances en fármacos para tratamientos de pacientes en condición grave.

En total, son más de cien los equipos que trabajan tanto en la búsqueda de una inmunización como en medicamentos, y en los últimos días el presidente estadounidense, Donald Trump, expresó su confianza en que aquel país logre desarrollar una vacuna antes de fin de año. En Inglaterra, los más optimistas hablan de que el desarrollo de Oxford podría finalizar incluso antes

¿Son plazos realistas para la industria biomédica? Cristián Hernández cree que no parece posible que el mundo pueda contar con este desarrollo antes de 2021. “Estoy de acuerdo con los plazos más ajustados que se manejan, de 24 meses desde el inicio de la pandemia. En ese momento vamos a disponer de una tecnología probada en humanos, pero no con un producto para suministrar a toda la población del mundo”.

La épica de la pandemia 

Para el director de Negocios de la Fundación Ciencia y Vida, la carrera por hallar el fármaco o la inmunización que permita controlar definitivamente la propagación del virus será liderada por las grandes potencias.

“Son países que han tenido más tiempo para trabajar sobre el patógeno porque son los primeros que sufrieron el golpe. Europa y China están a niveles similares de avance desde la perspectiva de las vacunas, con Estados Unidos un poco más atrás. En medicamentos, tanto de nuevos desarrollos como de ya conocidos que se reperfilen, es al revés. Estados Unidos por delante de Europa y luego China”.

En su análisis, la vertiginosa carrera de la industria de la biomedicina para combatir la pandemia tiene en la tecnología de la cuarta revolución industrial su gran aliado. “Cuando se combinan los avances de las anteriores revoluciones, como la electricidad, la computación y el internet, con inteligencia artificial, cambian las reglas del juego, y en períodos pequeños se logran avances absolutamente sorprendentes”.

¿Cuán compleja es la tarea? El experto en ciencia, innovación y negocios reflexiona que el mundo ha logrado avances mucho más complejos en los últimos cien años, y que bajo el actual contexto de evolución tecnológica, acelerar a plazos récord el diseño de una terapia es posible, considerando además la enorme cantidad de equipos científicos de elite inmersos en el proceso.

“Todo se mueve a una velocidad desconocida, sorprendente. Para la industria, estos desarrollos toman cuatro o seis años, con antecedentes de hasta dos, pero el producto final en tres o cuatro años. Al ser un problema no resuelto, todo el mundo está enfocado en esto y, si bien hay colaboración, también existe competencia”, puntualiza el especialista.

Sin embargo, la ruta que deben seguir estos equipos tiene otro escollo que sortear: las regulaciones. La biomedicina, aclara Hernández, es una industria altamente regulada por agencias gubernamentales. Hay normas que buscan certificar la efectividad de fármacos y vacunas, pero también parámetros que apuntan a evaluar la seguridad de quienes los recibirán. Se trata de reglas “rígidas y estrictas”, pero que también se pueden flexibilizar en contextos de emergencia.

Según expresa, “las reglas del juego en este ámbito también están cambiando. Si un jugador quiere tomar un desarrollo y llevarlo al mercado en el estado normal de las cosas probablemente va a tomar no menos que diez años. Hoy podría tomar dos. Esto igualmente considerando que los coronavirus son virus conocidos, que conocemos también la forma en que se están infectando las personas. No hay nada excesivamente complejo en la biología, no es ‘más ciencia’. Se trabaja a la mayor velocidad y no cabe duda de que lo vamos a lograr”.

Vacunas vs. fármacos

Cristián Hernández expone que la gran mayoría de los equipos científicos que batallan en sus laboratorios para diseñar nuevas soluciones contra el coronavirus se encuentran en fases iniciales. Por ello, tomar remedios que ya existen y ver su utilidad inmediata podría ser una estrategia viable en el corto plazo. “Es ahí donde estamos viendo más avances, y esto podría acortar los tiempos de respuesta”.

De hecho, en los últimos días, la Food and Drug Administration de Estados Unidos (FDA, agencia regulatoria de ese país) aprobó el uso de emergencia del antiviral Remdesivir. Originalmente desarrollado para combatir el Ébola, el medicamento podrá ser utilizado en hospitales de ese país en el tratamiento de los casos más graves de COVID-19.

Sin embargo, en el largo plazo, lo más efectivo son las medidas de inmunidad, que tomarán más tiempo que los fármacos. “En ambos casos, fármacos y vacunas, son procesos que toman varios años, y que consideran aspectos técnicos, éticos, de manufactura y protocolos clínicos. Es un camino que en el estado normal de las cosas toma diez o doce años”.

A nivel de inversiones, financiar la ciencia básica de los desarrollos y llevar a cabo los estudios para certificar su efectividad y seguridad podría demandar sumas que van desde US$ 200 millones hasta US$ 1.000 millones.

En este tipo de avances, analiza el director de Negocios de la Fundación Ciencia y Vida, el riesgo, más que financiero, es tecnológico: significa recaudar fondos para una tecnología que en fases iniciales dispone de data limitada, en una célula in vitro, apostando a que en el largo plazo esa solución llegará a mercado y será usada en humanos.

“El juego de desarrollo biomédico es un juego de saber conseguir y comunicar información compleja, que baje riesgo a la pregunta de si esta tecnología va a funcionar. Y mientras más cerca estés de una respuesta que se parezca a un sí, todo lo demás, a nivel de recursos, se disponibiliza”.

Publicidad

Tendencias