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Escritor mexicano Daniel Saldaña: “Cada vez que una novela me decepciona, me refugio en un poema que sé que me va a devolver la fe en las posibilidades del lenguaje” CULTURA Crédito: Andrea Tejeda K.

Escritor mexicano Daniel Saldaña: “Cada vez que una novela me decepciona, me refugio en un poema que sé que me va a devolver la fe en las posibilidades del lenguaje”

De La Habana a Ciudad de México, Cuernavaca y Madrid son algunos de los lugares que Saldaña invita a recorrer en “Aviones sobrevolando un monstruo”, una crónica-ensayo-autobiografía que, con una buena cuota de humor y franqueza, abre la puerta a sus experiencias, influencias y pasiones. «Detrás de muchas decisiones que he tomado y de muchas búsquedas que he emprendido hay un interés por el lenguaje y con interrogar al lenguaje, con buscar una tensión o una incomodidad frente al lenguaje. Eso se puede hacer desde la edición, la traducción, la filosofía y la literatura», dice en esta entrevista.


El mexicano Daniel Saldaña París es una persona versátil. Es escritor, editor, traductor y poeta, y así, ha publicado tres libros de poesía y dos libros de narrativa.

El último, “Aviones sobrevolando un monstruo” fue publicado por Anagrama en julio de este año y recorre distintas ciudades que han marcado su vida y trabajo.

De La Habana a Ciudad de México, Cuernavaca y Madrid son algunos de los lugares que Saldaña invita a recorrer en esta crónica-ensayo-autobiografía que, con una buena cuota de humor y franqueza, abre la puerta a sus experiencias, influencias y pasiones.

Además de escritor eres poeta, editor y traductor, ¿cómo llegaste de la filosofía a la literatura?

Detrás de muchas decisiones que he tomado y de muchas búsquedas que he emprendido hay un interés por el lenguaje y con interrogar al lenguaje, con buscar una tensión o una incomodidad frente al lenguaje. Eso se puede hacer desde la edición, la traducción, la filosofía y la literatura. También desde otras prácticas que me interesan, como la actuación, que implica ponerle cuerpo al lenguaje. Por otro lado, el hecho de que haga muchas cosas distintas (aunque relacionadas) también tiene que ver con la precarización de los oficios de la palabra. Si pudiera vivir sólo de escribir, lo haría.

¿Qué ciudades quedaron fuera del mapa de “Aviones sobrevolando un monstruo”? ¿Por qué?

Fundamentalmente dos: Ginebra y Buenos Aires. Son dos ciudades a las que me une una historia larga y recurrente, y con las que tengo historias que quiero contar, pero no he llegado todavía al punto de poder contarlas. Necesito cierta distancia que no he conquistado.

En uno de los capítulos de tu último libro describes tu estadía en Canadá de una manera muy dura, ¿qué queda aún de ese período en tu vida actual?

Quedan las lecturas, las amistades, los recuerdos distorsionados y cada vez más distorsionados por la narración, las anécdotas, la escritura y, ahora, la publicación. También queda una forma de interrogarme para llegar al texto. Siento que aprendí algo al escribir esa crónica; también aprendí a escribir más rápido, sin detenerme tanto, confiando en el ritmo y la fuerza de lo narrado.

¿Cómo ha impactado la pandemia en tu trabajo?

Ha impactado mi salud mental, sobre todo. Y mi economía. Es decir que estoy mucho más ansioso que antes y, por lo mismo, escribo menos, pero paso más tiempo pensando en escribir. A lo mejor eso es bueno para lo que escribo, pero malo para mí mismo.

¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta un escritor cuando decide escribir un libro?

El principal desafío es con la lengua: cómo hacer para que sea distinta y, a la vez, reconocible; cómo apropiarse de ella y que siga siendo el territorio común de los lectores. Otro desafío, creo, es con la estructura: cómo imponer límites (un comienzo, un final) a algo que naturalmente no los tiene. Y a un nivel más pedestre, también hay un desafío de resistencia: siempre es más fácil no escribir un libro; se requiere una perseverancia un poco enloquecida y delirante.

¿Crees que los talleres literarios son una experiencia necesaria para aprender a narrar?

No creo que sean una experiencia necesaria. Creo que pueden ser una experiencia complementaria, en todo caso. Pero claro, hay todo tipo de talleres: algunos parten de una noción jerárquica, donde un insigne tallerista dicta cátedra y opina con sobrada convicción de textos que apenas y conoce. Esos son los talleres malos. Los buenos, yo diría, son aquellos en los que se construye un ambiente de respeto donde se puede leer en colectivo. Lo más importante, me parece, es que el escritor o la escritora en ciernes se sienta libre en todo momento no hacerle caso a nadie.

¿Puedes explicarnos la influencia de la poesía en tu narrativa?

Leo mucha poesía, soy editor de poesía desde hace años. Cada vez que una novela me decepciona o me expulsa, me refugio en un poema que sé que me va a devolver la fe en las posibilidades del lenguaje. No sé si se nota alguna influencia de la poesía en mi narrativa, más allá de que siempre hay alguna referencia explícita al mundo de los poetas y los poemas. Quiero pensar que un cierto manejo del ritmo, una forma de repartir las vocales en las frases, acercan los buenos momentos de mi prosa a la poesía, al menos por el hecho de que son párrafos que piden leerse en voz alta.

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