CULTURA|OPINIÓN
En “Lejos del bosque” (2021, Sajalín), publicada originalmente en 1999, el escritor estadounidense se adentra en las historias rurales de hombres y mujeres que buscaron, sin éxito, rehacer sus vidas lejos de Kentucky. Los ocho relatos que conforman el libro, escrito de manera magistral, dan cuenta de la imposibilidad de renegar el pasado y de esconder las heridas que están estampadas en nuestro interior.
Chris Offutt (1958, Kentucky, Estados Unidos) se ha convertido en uno de los grandes cuentistas estadounidenses de esta época. Nacido en una localidad minera que ya no existe, trabajó en una decena de empleos temporales que lo llevaron a conocer el Estados Unidos donde abundan los rednecks, el whisky, las armas y el delito. Su primera publicación, “Kentucky seco” (1992), ya evidenciaba de manera consistente la profundidad de una prosa capaz de retratar con humanidad a las personas que habitan entre los bosques y las colinas alejadas de las grandes ciudades.
Cercano en estilo a Raymond Carver y a los primeros relatos de Hemingway, “Lejos del bosque” (2021, Sajalín), editada originalmente en 1999, nos sumerge en las historias de campesinos, obreros, boxeadores amateurs, exconvictos, jornaleros y trabajadores de clases bajas que luchan por sobrevivir en una sociedad que les ha dado la espalda.
Los ocho cuentos del libro narran los derroteros de hombres y mujeres que escaparon de Kentucky para rehacer sus vidas y buscar nuevas oportunidades. Los protagonistas luchan por olvidar su pasado y por renegar sus orígenes, pero se encuentran perdidos en un presente ajeno y distante.
La prosa seca y precisa de Offutt gana fuerza en pequeños detalles que dan contexto y densidad a la pérdida de sentido “al final había logrado volver a casa, mientras que yo seguía aquí atrapado en el mundo”, confiesa uno de los protagonistas, mientras que en otro relato leemos un diálogo fulminante “Nadie entiende por qué se fue -dijo Kay-. No había hecho ninguna trastada y no tenía cuentas pendientes con nadie. Nunca dio explicaciones. Cogió y se largó sin más. En otoño hará ya diez años”.
Los personajes son duros y recios, no se dejan abatir por las dificultades, pero no poseen arraigo en ningún sitio. Finalmente, la promesa de huir como fuente de felicidad futura termina siendo una derrota donde solo es capaz de habitar la soledad y el abandono.
Chris Offutt contrapone las ilusiones de sus antihéroes con la realidad de un derrumbe inminente. Sus personajes reflejan los vestigios de un modelo económico que destruye al individuo convirtiéndolo en una isla incomunicada y fragmentada. Ya no existe amistad, familia o amores definitivos, solo queda el aislamiento y la añoranza de un tiempo que ya no existe.
El libro nos propone reflexionar sobre qué perdemos cuándo nos alejamos del hogar y de nuestra niñez. La respuesta, por supuesto, nos plantea mirar nuestro pasado con agudeza y determinación. Podemos escapar, es cierto, irnos lejos, a miles de kilómetros, a otro continente, o al espacio exterior, pero aquello que delinea nuestro origen nos sigue como una sombra, a veces oscura, otras veces un poco más luminosa.
Las circunstancias proyectan nuestro trato con el mundo. Las calles y carreteras que recorremos son las grietas por donde transitamos nuestras vidas, y los pueblos que habitamos en nuestra juventud modelan las cicatrices que llevamos en nuestro interior. Chris Offutt es capaz de mostrar, con una mirada cruda pero compasiva, a esos seres extraviados que parecen hundirse lentamente en la derrota definitiva.
No hay heroísmos ni redención en sus cuentos, solo una pequeña y necesaria luz de bondad al final del túnel. Al terminar de leer “Lejos del bosque” somos capaces de sentir el silencio de los montes y de los campos por donde se precipita el sol de la mañana. La naturaleza que se expresa con la presencia humana de fondo.
