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El cómic chileno sigue de luto: falleció Alfonso Godoy, destacado dibujante y editor en Chile y España CULTURA

El cómic chileno sigue de luto: falleció Alfonso Godoy, destacado dibujante y editor en Chile y España

Conviviendo en la misma época y en el mismo ambiente, no era difícil que Alfonso Godoy y Claudio Romero, “Karto”, fallecido la semana pasada, se conocieran, trabajaran juntos y se hicieran amigos. Como se mencionó, Karto formó parte del staff de dibujantes de Matucana y del proyecto Kichos. Con los años fueron cultivando una amistad que se alimentó, además de cómics y buena música, de paella, que Godoy preparaba para congregar y agasajar a sus cercanos y que se extendieron hasta la pandemia.


A pocos días de perder a uno de los grandes referentes de la gráfica y la contracultura de fines de los 80, Karto, la sombra de la muerte sigue tiñendo las viñetas nacionales con la partida de su contemporáneo y amigo Alfonso Godoy (67), dibujante y editor que tanto en Barcelona como en Santiago deja un importante legado en publicaciones que apuntalaron la trinchera contracultural durante los 80 y 90, formando parte del mítico grupo que amplió los horizontes de diversas expresiones culturales en el Galpón de Matucana 19 y su frente gráfico-literario, la revista Matucana.

Había luchado cuarenta contra un cáncer que no lo dejó en las mejores condiciones para enfrentar el Covid 19, que contrajo hacia algunas semanas, enfrentando complicaciones que finalmente hicieron que falleciera el pasado jueves 3, rodeado de su familia y cercanos. Sin reponerse aún de la partida de Karto, el mundo del comic y la contracultura enfrenta ahora esta nueva pérdida que también se ha manifestado desde el mismo jueves con expresiones de dolor de quienes lo conocieron, tuvieron la oportunidad de conocer su trabajo, o bien participar con él en algún proyecto.

Este es el caso de Rodrigo Araya, audiovisualista, investigador y editor de varias publicaciones dedicadas al rescate de autores y publicaciones nacionales. Admirador y seguidor de su trabajo, Araya editó en 2018  junto a Alfonso Godoy y Jordi Lloret, su compañero de aventuras culturales en Barcelona y Santiago, un libro homenaje a la revista Matucana. La energía de ese proyecto deriva en el fanzine Terrígen@s de Matucana, editado por los tres en 2018, donde Godoy publicó sus últimos trabajos de ilustración y comic.

“Es muy importante para la gráfica y la contra cultura chilena, uno de los primeros en publicar cómics en la nueva época y con esto me refiero a inicios de los 80, post ocaso de Zig- Zag y Mampato” señala Rodrigo Araya a El Mostrador, agregando que “su vínculo con la escena comiquera de Barcelona y el grupo Zero lo llevó a publicar en Chile trabajos de importantes autores catalanes con su autorización. Es decir sin la piratería en la que incurrió Trauko (uno de los grandes referentes de la época en cuanto a cómic para adultos en Chile) y que por lo demás se agradece”.

Este vínculo con Barcelona viene de su autoexilio a mediados de los 70, en donde se empapa de las expresiones que acompañaron la caída de Franco en lo que se conoce como el “Destape”. Ahí conoce y forma parte del emblemático grupo Zero, que produce el fanzine del mismo nombre entre l980 y 1984, editado inicialmente por Toni Garcés y que alcanzó a contar entre sus páginas con destacados exponentes de la vanguardia española, como el propio Garcés, Pascual Ferry, Das Pastoras, Bosch, Miguel Ángel Prado, Beroy, Carlos Azagra, Miquel Ratera, Ricard Castells, Enric Romero, entre otros.

“Barcelona bullía de creación, de movidas, de artistas y tendencias venidas de todas partes y que, recicladas y rearmadas, le daban un aire nuevo a los rumbos ochenteros del lenguaje artístico de la nueva España que renacía.”, cuenta Godoy en el libro homenaje a la revista Matucana. Es en ese ambiente donde conoce a su desde entonces inseparable compañero Jordi Lloret, con quien coedita el legendario fanzine Sudacas + Turbio, que alcanzó a tener solo un número,  junto al dibujante Alejandro Albornoz y otros colaboradores chilenos avecindados en Barcelona.

De vuelta en Chile en 1986 y hospitalizado por el cáncer que desde entonces padecía, es visitado por Lloret, quien llega “con una revista bajo el brazo de la que ya había sabido en Barcelona por sus cartas. Esa revista era la Matucana y me la deja de regalo entre quimios y radio”, recuerda Alfonso Godoy en el libro.  Así, tardó muy poco en incorporarse al equipo editorial que, de alguna manera, lleva al papel la prolífica actividad cultural del garaje de Matucana, combinando literatura con artes visuales, y, por cierto, cómic, que junto a Godoy alcanzó una calidad sostenida en el tiempo, junto con la gráfica e ilustración de las portadas, algo inusitado para una publicación underground, completamente “censurable” para la época y de frecuencia irregular, que no llegó hasta los kioscos, sino  hasta su “nueva época” entre 1990 y 1991”.

Afectado y homenajeando a su compañero con el disco Trilogy de Emerson Lake and Palmer de fondo,  Jordi Lloret  lo describe como “Un ser analógico, muy culto, heredero de la tradición de Themo Lobos, tipos detallistas con la realidad histórica en sus trabajos. Traía sensatez a los proyectos y era centrador para sus amigos”. También recuerda que “la gente lo miraba como una especie de Quijote con la voz de Patricio Bañados… un plantador de semillas notable, hablaba mucho menos que lo que hacía y al mismo tiempo, un weón  valiente y osado”.

Al igual que el Galpón, la revista fue todo un suceso que congregó gran parte de la rebeldía de la época y que en cómic contó con colaboradores como el ya mencionado Alejandro Albornoz, el recientemente fallecido Karto; Mauricio Salfate, Yo-Yo;  Fuentealba, autor de El Conde de Matucana, uno de los personajes más recordados de la publicación, al igual que Ericka Doll del propio Alfonso Godoy.

Pese a la gran aceptación e importancia que tuvo, la revista no resistió la crisis que a inicios de los noventa golpeó a las publicaciones consideradas “de oposición”, que una vez recuperada la democracia, sufrieron el embate del libre mercado y la fuga de apoyos e interés que concitaron como parte de la resistencia cultural e informativa en dictadura.  En 1993, Godoy describía el panorama en una entrevista rescatada en 2015 por el historiador y guionista Carlos Reyes en el sitio Pretodáctilo.com. “Estamos pues ante una crisis (…) Adolecemos en general de buenos guionistas, de autores imaginativos que nos hagan gozar con historietas maduras, bien narradas y redactadas, con brillos gráficos y lingüísticos (…) pero hará falta que instituciones públicas y privadas, editoriales audaces y con visión de futuro, estén allí en ese momento para recoger y editar esas obras”, afirmaba el dibujante por entonces.

Unos años antes, en 1990, Alfonso Godoy, desde la Editorial Arrebatos, brazo comercial del equipo formado en Matucana, intenta dar un giro y aportar nuevas estéticas y temáticas al público juvenil. Así surge Kichos, publicación quincenal que, siguiendo la fórmula de Mampato, entrega contenidos diversos como cuentos, chistes, juegos y predominio de la historieta en las manos de Karto, Yo-Yo, Vicho, Bennet, Ricasso, entre otros, con portadas en aerógrafo y a todo color de Héctor Leal. Pero el giro estético de la revista, intentando refrescar el imaginario, presentando personajes monstruosos y utilizando el asco como recurso, la pusieron pronto en la mira de los sectores conservadores que junto al mítico álbum Basuritas, fueron vistos como amenaza para los niños y jóvenes al generar empatía con contenido considerado “perturbador”. Así, la revista no alcanzó a superar su décimo número, desapareciendo prontamente de los kioscos.

En paralelo al trabajo en su oficina de arquitectura, Godoy continuó colaborando para distintos proyectos tanto en Chile como en el extranjero, como la ilustración de una serie de cuentos de Edgard Allan Poe que realizó en los 2000 para Editorial Barcanova.

“Era un aprendiz eterno, que armo su pequeña oficina de arquitectura, cerca de su casa para hacer los proyectos que más le gustaban, aunque perdiera dinero, por eso fue luz para todos nosotros, que aprendimos de su lealtad”, comparte Lloret destacando su principal aporte a la gráfica chilena “traspasando lo que vivimos en la contracultura barcelonesa después de la muerte de Franco a Chile, con la diversidad de expresiones y estilos que surgieron, además del grupo Zero, con la gente de Ajo Blanco, El Víbora y otras publicaciones, de cuyos editores también fue amigo y colaborador”.

La relación con Karto

Conviviendo en la misma época y en el mismo ambiente, no era difícil que Alfonso Godoy y Claudio Romero, “Karto”, fallecido la semana pasada, se conocieran, trabajaran juntos y se hicieran amigos. Como se mencionó, Karto formó parte del staff de dibujantes de Matucana y del proyecto Kichos. Con los años fueron cultivando una amistad que se alimentó, además de cómics y buena música, de paella, que Godoy preparaba para congregar y agasajar a sus cercanos y que se extendieron hasta la pandemia.

Según cuenta Jordi Lloret “Se despidieron mutuamente y sin decirlo hace poco, la última vez que se vieron, preparando una pizza y escuchando Emerson Lake and Palmer”. También pensaban una nueva arremetida de Kichos en este nuevo Chile y cuatro días antes, lamentaban por las redes la partida de Miguel Gallardo, creador de Makoki, un gran referente para ambos  del cómic español de contracultura.

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