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Momentos históricos para el país, como para el libro y la lectura CULTURA|OPINIÓN

Momentos históricos para el país, como para el libro y la lectura

Que sean decenas de miles los libros que se repartan, que se vendan, que se regalen, se escuchen y se compartan; que una y otra vez esas páginas se lean y se discutan. Porque, además, son infinitos los modos posibles de leer el texto que nos convoca, con el ejemplo de Rayuela de Cortázar, transitaremos de diversas maneras el recorrido de dicho libro. Más se lee, más se conversa en torno a ello, más se comprende, más potenciamos nuestras cabezas, nuestras capacidades. No es de la lectura directa del texto de lo que hay que desconfiar, sino de quienes falsean su contenido, de quienes quieren prohibir su divulgación y lectura. No nos cabe duda que la sabiduría popular sabrá distinguir claramente donde se aloja el engaño y la manipulación. Hoy, en nuestro país, el libro, los libros, tienen un gran rol que jugar. ¡Enhorabuena!


Por primera vez en la historia de Chile estamos ad portas de un plebiscito donde se decidirá en torno a una propuesta constitucional que tiene su origen en un masivo movimiento popular. Por primera vez también, tenemos una propuesta escrita por una muy amplia representación de casi todas las manos que levantan y construyen cada día este largo y angosto territorio llamado Chile. Es así como el texto en cuestión, elaborado por 154 convencionales elegidos de manera democrática, concita un interés ciudadano inédito, que por semanas encabeza las ventas y demanda de libros, llegándose a tener filas de personas a la espera de obtener su ejemplar. Más sorprendente aun cuando se trata de una obra de carácter jurídico.

Para el mundo del libro este hecho responde a momentos de ensueño: que en un país en que tanto se habla de ausencias en torno a los temas de la lectura, sea alrededor de una obra colectiva que, en casas y plazas se promueva la conversación y el debate, es notable. Un libro escrito de manera paritaria por trescientos ocho manos, con la participación de diversos pueblos de Chile y de todas las regiones. Es una oportunidad única, para el libro, la lectura y nuestra democracia.

Sin duda lo que estamos viviendo es un momento histórico, que pone nuevamente ante los ojos de todas y todos, el rol y potencial de ese mágico objeto, relevando su valorización simbólica en nuestra sociedad. Las palabras de Fray Camilo Henríquez, bautizando como “la máquina de la felicidad”, la imprenta que llegaba para la Independencia, resuenan al leer el catálogo de derechos fundamentales que encabezan la propuesta constitucional. Una constitución para cada una y cada uno de nosotros, para las y los ciudadanos, para las y los niños de Chile, no para el mercado y sus consumidores.

Para las mujeres y hombres amantes de las letras y los libros, deberían ser momentos de franca alegría. Son las páginas y las lecturas que resaltan y brillan, lejos de los auto de fe y las censuras que marcaron la dictadura. Por ello, sorprende tanto que mientras este fenómeno acontece, haya voces que se manifiestan espantadas y pidan con urgencia que la Contraloría intervenga para terminar de una vez con la entrega gratuita de la Propuesta Constitucional que realiza el gobierno.

Y entre estas voces se encuentra el profesor de literatura, comunicador y conductor de televisión, Cristián Warnken, el mismo que hacia fines de mayo sin haber leído el borrador de la Propuesta que estaba disponible públicamente, ya definía su oposición a la misma. Él señala explícitamente su duda en torno a la capacidad de los chilenos para leer la propuesta y, más aún, entenderla: “¿tendrán las herramientas y conocimientos para comprender el documento y descubrir las falencias y errores?”. En esta pregunta Warnken da una vez más voz al clasismo y racismo histórico imperante en cierta élite, que desprecia lo popular e indígena y busca imponer a toda costa su mirada de las cosas, impidiendo, entre otros, que cada una y cado uno pueda tener su propia concepción del mundo.

Por lo demás, qué tanta parafernalia y escándalo con los presuntos errores de la propuesta constitucional, bien sabemos que siempre alguno de ellos se cuela en toda obra. Pero una cosa son los posibles errores de este texto, y otra los horrores de la Constitución del 80. Entre errores y horrores, no hay donde perderse. En fondo y forma, este proceso y su propuesta está a años luz de la que sufrimos en nuestro país por más de cuatro décadas.

Extraña es también la urgencia del profesor, de autoproclamarse de centro izquierda, junto a otras y otros “reconocidos centro-izquierdistas”; apelando, además, y a través de los medios de la derecha más dura, a una pasajera rebeldía adolescente, como si fueran esos resquicios los que pudieran desmentir que su domicilio se encuentra hace mucho, o desde siempre, en el polo conservador.

Me pregunto también, qué necesidad tiene Warnken de autocalificarse de “resistentes a la dictadura” (¿dónde estuvo?, ¿en la clandestinidad?), cuando lleva décadas siendo el escribiente de la corte, con lugar reservado en las páginas de El Mercurio, medio que está en el origen, y en total complicidad hasta hoy, con el régimen dictatorial responsable de las horas más desgraciadas y crueles que hemos vivido como país, con inenarrables crímenes contra la humanidad. Sin duda, sus declaraciones terminan siendo patéticas y de una grave falta de sensibilidad y empatía con todas y todos aquellos que efectivamente resistieron, y sufrieron la tortura y el horror, y todas las manifestaciones del terrorismo de estado a la que estuvo sometida la población. Sentado en los sillones del privilegio y la concentración mediática, hay que ser muy autocomplaciente y desvergonzado para creerse el sufriente y héroe de la película, escudándose en los bellos versos del poeta Rilke: “el resistir lo es todo”.

¿Por qué este profesor teme que la ciudadanía se interese y pueda leer la Propuesta Constitucional? Claro está que Warnken no se encuentra en este texto, tampoco logra dialogar con artículos que son expresión del sentir de la mayoría que en ellos está representada. Él desconoce esa realidad y ese lenguaje.

Felizmente la belleza de pensar se encuentra hoy en las plazas públicas de Chile, en las calles y casas, con muchas y muchos conversando con acceso directo a la fuente. La capacidad de leer, de pensar, no está encerrada en los cuatro muros de un palacio y su jardín. Que sigan siendo muchas y muchos -por las más diversas vías- los que tengan acceso a esta gran obra que es la Propuesta Constitucional, la que le debemos al trabajo arduo de las y los convencionales que cumplieron con su tarea en un año de trabajo contra viento y marea. Posibilitar que todos puedan hacerse una opinión propia y fundada, es favorecer que todas y todos seamos sujetos de nuestra historia, no simples súbditos y consumidores.

Que sean decenas de miles los libros que se repartan, que se vendan, que se regalen, se escuchen y se compartan; que una y otra vez esas páginas se lean y se discutan. Porque, además, son infinitos los modos posibles de leer el texto que nos convoca, con el ejemplo de Rayuela de Cortázar, transitaremos de diversas maneras el recorrido de dicho libro. Más se lee, más se conversa en torno a ello, más se comprende, más potenciamos nuestras cabezas, nuestras capacidades. No es de la lectura directa del texto de lo que hay que desconfiar, sino de quienes falsean su contenido, de quienes quieren prohibir su divulgación y lectura. No nos cabe duda que la sabiduría popular sabrá distinguir claramente donde se aloja el engaño y la manipulación. Hoy, en nuestro país, el libro, los libros, tienen un gran rol que jugar. ¡Enhorabuena!

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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