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¿Gana la ciencia con la propuesta de Nueva Constitución? CULTURA|OPINIÓN

¿Gana la ciencia con la propuesta de Nueva Constitución?

Pablo Astudillo Besnier
Por : Pablo Astudillo Besnier Ingeniero en biotecnología molecular de la Universidad de Chile, Doctor en Ciencias Biológicas, Pontificia Universidad Católica de Chile.
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En caso de aprobarse la propuesta constitucional, las cosas tampoco serán fáciles. Los cambios tardarán años en materializarse (y posiblemente se necesitarán cambios legales para implementar las propuestas relativas a los sistemas de conocimientos de la Nueva Constitución), y durante ese tiempo tendremos nuevos intentos por controlar y “orientar” el desarrollo científico, o bien la ciencia podría permanecer en un lugar secundario. En definitiva, cualquiera sea el desenlace del plebiscito, será necesario seguir trabajando para dar a la investigación científica el lugar que merece y necesita.


En poco menos de un mes tendremos la oportunidad de aprobar o rechazar la propuesta de Nueva Constitución elaborada por la Convención Constituyente. La discusión a ratos parece empantanada, y ha quedado poco espacio para una reflexión meditada respecto a las múltiples dimensiones contenidas en una propuesta compleja, y que ciertamente excede a lo que quizás algunos esperaban.

En este contexto, no resultaría descabellado afirmar que la investigación científica es una de las dimensiones que ha quedado al margen del debate de las últimas semanas. Sin embargo, su fomento y desarrollo es esencial no solo para el progreso cultural y material del país, sino también para la implementación de una eventual nueva carta fundamental. Cabe preguntarse entonces: ¿gana la ciencia con la propuesta de Nueva Constitución?

Quizás vale la pena comenzar transparentando una posición personal: como investigador y autor de un libro sobre el papel de la ciencia en (y para) una nueva constitución, estimo que es fundamental que la propuesta contenga medidas concretas para su fomento y desarrollo, tal como ocurre con otras constituciones. La investigación científica no solo es “útil”; también es una de las manifestaciones más relevantes y productivas de la naturaleza humana.

Por otro lado, la ciencia es inherentemente política, al redefinir relaciones de poder, cuestionar convicciones existentes, y producir conocimiento con múltiples usos e impactos. Finalmente, el conocimiento derivado de la investigación científica permite a los países afrontar de mejor forma sus retos productivos, sociales y políticos. Todo lo anterior justificaría una preocupación por la ciencia a nivel constitucional.

Sin embargo, para evaluar el papel que la propuesta constitucional otorga a la ciencia, debemos ir más allá de solo un recuento de menciones (una competencia en la cual la Constitución vigente saldría perdiendo de todos modos, pues esta entrega un papel extremadamente limitado al Estado en este ámbito).

La pregunta, más bien, es si la propuesta de Nueva Constitución ofrece un marco para que la investigación científica se desarrolle en su máximo potencial (y no solo en aquellas dimensiones y temas que ciertas élites consideran “pertinentes” para el país) y pueda contribuir, en todas las formas posibles, a nuestro progreso y bienestar. Para ello, no basta con reconocer el derecho a la ciencia, por ejemplo.

También importa el cómo. Una propuesta de Nueva Constitución que limitase la investigación científica solo a aquella “útil”, “pertinente” o “relevante”, o que la hubiese restringido a su aporte “al modelo de desarrollo” (todos clamores que suelen escucharse en tiempos recientes), hubiese sido un retroceso.

Por el contrario, una propuesta que no hubiese integrado de buena forma la ciencia y el conocimiento a múltiples dimensiones del sistema político, cultural y económico, tampoco ofrecería muchas garantías para su adecuada valoración y, por ende, fomento. En otras palabras, se necesita una propuesta balanceada, que valore la dimensión tanto productiva como cultural de la investigación.

En este sentido, la propuesta de Nueva Constitución logra avanzar significativamente (aunque no sin dificultades) respecto a la Constitución vigente. En primer lugar, se otorga reconocimiento a la ciencia, en principio como parte de lo que la propuesta denota como “sistemas de conocimientos”.

Además, lo hace reconociendo explícitamente la libertad de investigación (a lo que se suma el reconocimiento de la libertad de cátedra, cabe señalar), lo que nos acerca más a la interpretación de un derecho a la ciencia entendida en su dimensión humana y cultural, asociada a la libertad de indagación, y alejándonos a su vez de una interpretación que conciba la ciencia únicamente como una herramienta que se “orienta” o se pone “al servicio” de determinados modelos de desarrollo.

No obstante lo anterior, cabe enfatizar que la propuesta de Nueva Constitución vincula la investigación científica con variadas dimensiones del sistema político, social y económico. Por ejemplo, se asigna un papel para la ciencia en la modernización del Estado y la provisión de bienes y servicios públicos; en el contexto de la protección y conservación del territorio antártico; en la investigación espacial; respecto al papel de la educación científica en el contexto de la protección de la naturaleza; en torno al resguardo de la calidad de vida de la población; y en el contexto educacional en general, por mencionar algunos ejemplos.

Además, cabe mencionar que la propuesta de Nueva Constitución otorga una responsabilidad en materia de fomento científico a nivel de las regiones y comunas autónomas. Este reconocimiento ofrece nuevas posibilidades para que la investigación científica contribuya a resolver desafíos quizás previamente impensados.

De este modo, la propuesta de Nueva Constitución otorga a la ciencia un papel relevante, en múltiples dimensiones, reconociendo la capacidad del ser humano de formular preguntas sobre su mundo como un atributo humano esencial, y que por ende merece ser valorado, protegido y promovido, pero al mismo tiempo vinculando la ciencia y el conocimiento con variados aspectos del progreso y bienestar social.

Incluso la prestigiosa revista “Nature” destacó en sus páginas el papel de la ciencia en el borrador de la Nueva Constitución, ilustrando así el valor de la propuesta en este ámbito.

Desde luego, existen ciertas interrogantes. ¿Qué es, exactamente, un sistema de conocimiento? ¿Existen interpretaciones según las cuales ciertos temas y áreas de investigación (o bien ciertas formas de investigación) puedan no ser consideradas parte de dichos sistemas? ¿Se pudo hacer algo más para vincular más explícitamente la ciencia a la innovación y el desarrollo productivo?

Pero quizás hay una pregunta que eclipsa a todas las demás: ¿qué ocurrirá con la ciencia si gana el Rechazo? De imponerse esta opción el próximo 4 de septiembre, enfrentaremos como sociedad muchas preguntas importantes, y quizás este renovado papel para la ciencia pase nuevamente a un segundo plano.

Posiblemente sería justo señalar que, pese a sus eventuales omisiones y deficiencias, la ciencia gana con la nueva propuesta constitucional, y quizás ha llegado el momento de valorar este logro y pensar cómo aprovecharlo, independiente del desenlace del plebiscito que viviremos en algunas semanas. El país se beneficiaría de un interés renovado en nuestro desarrollo científico, y en caso de imponerse el “Rechazo”, sería sensato avanzar sobre el trabajo ya realizado.

En caso de aprobarse la propuesta constitucional, por otro lado, las cosas tampoco serán fáciles. Los cambios tardarán años en materializarse (y posiblemente se necesitarán cambios legales para implementar las propuestas relativas a los sistemas de conocimientos de la Nueva Constitución), y durante ese tiempo tendremos nuevos intentos por controlar y “orientar” el desarrollo científico, o bien la ciencia podría permanecer en un lugar secundario. En definitiva, cualquiera sea el desenlace del plebiscito, será necesario seguir trabajando para dar a la investigación científica el lugar que merece y necesita.

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