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Artista chileno-argentino Tomás Espina expone en Buenos Aires: “Un momento de oscuridad donde pueden aparecer nuevas claridades” CULTURA

Artista chileno-argentino Tomás Espina expone en Buenos Aires: “Un momento de oscuridad donde pueden aparecer nuevas claridades”

Marco Fajardo
Por : Marco Fajardo Periodista de ciencia, cultura y medio ambiente de El Mostrador
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La obra -un mural de grandes dimensiones, hecho con materiales diversos- se exhibe en el Centro Cultural Matta de la Embajada de Chile en Argentina. Incluye referencias biográficas a su infancia, como hijo del exilio, en Chile, México y Mozambique. El nombre de su creación, “Sin lugar bajo el Sol”, le pareció una hermosa metáfora para hablar de la orfandad, de no tener más padre, pero también no tener patria. “En lo personal habla de un estado de cosas; dejar de ser hijo y pasar a ser padre, asumir de pronto que estoy en primera fila del espectáculo de la vida, sin un hombro donde apoyarme. Y, por otro lado, ‘sin lugar bajo el sol’ es también un momento de confusión e incertidumbre, sin certezas. Donde determinadas prerrogativas y mandatos que teníamos como verdaderos e inamovibles finalmente se derrumban. Un lugar sin ley, ni consignas claras, un momento de transición y transformación. Algo parecido pasa con los acuerdos heredados de los Estados Nación del siglo pasado; el patriarcado, las ideas de progreso, el capital, el vínculo con la tierra, etc.”, explica.


Un mural llamado “Sin lugar bajo el sol” expone actualmente el artista chileno-argentino Tomás Espina en el Centro Cultural Matta de la embajada de Chile en Buenos Aires.

En ella, el artista, hijo del exilio, mezcla elementos de su propia biografía, como su infancia en países de América y África.

La muestra fue una idea del historiador y curador Roberto Amigo. El Centro Cultural Matta lo invitó a curar una muestra dentro de un ciclo de actividades en conmemoración de los 50 años del golpe militar en Chile.

“Roberto pensó en hacer una suerte de puente entre la historia de Chile y Argentina y me invitó a pensar en un proyecto para presentar allí”, cuenta Espina.

Trayectoria

Espina, hijo de un argentino y una chilena, nació en Buenos Aires en 1975, y vivió en su niñez y adolescencia entre México, Mozambique, Santiago de Chile y Córdoba. Su padre vino a Chile en la época de la Unidad Popular, donde conoció a su madre. Tras el golpe militar se marcharon a Argentina, país que también debieron abandonar tras el derrocamiento del gobierno constitucional transandino.

En 1997 se instaló en Buenos Aires para cursar estudios de pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón (actual Universidad Nacional de Arte, UNA), de donde egresó como licenciado en Artes Visuales en 2005.

Tiene un extenso curriculum: ha recibido becas de la Secretaría de Cultura de la Nación y el Atlantic Center for the Arts (ACA), Estados Unidos (2004). Obtuvo el Primer Premio Petrobras/arteBA 6a edición, Buenos Aires (2009); el Tercer Premio Cultural Chandon, San Miguel de Tucumán (2005), y el Segundo Premio Fundación Banco Ciudad, Buenos Aires (2002), entre otros. Fue distinguido por la Asociación Argentina de Críticos de Arte como Artista del Año en 2009, y como Artista Iniciación del Año en 2002. Participó durante 2011 de las residencias MAC VAL, en Francia, y Art Omi, en los Estados Unidos. Es agente del Centro de Investigaciones Artísticas (CIA).

Su obra forma parte de las colecciones de los museos de Arte Moderno de Buenos Aires, de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires y de Neuquén; MAMCO – Musée d’art moderne et contemporain, Ginebra, Suiza; MAC VAL – Musée d’art contemporain du Val-de-Marne, Vitry-sur-Seine, Francia; la CIFO Collection, Cisneros Fontanals Art Foundation, Miami, Estados Unidos; el Deutsche Bank, el Banco Supervielle, además de numerosas colecciones privadas locales e internacionales.

Obra

La pieza que presentó Espina en este caso es un políptico de grandes dimensiones (370 x 1.250 cm) compuesto de 20 paneles de foamboard, “que es un material con una personalidad muy poco noble pero muy manuable y liviano. Eso me permitió provocarlo y violentarlo con cierta plasticidad y le dio un carácter ingrávido y pasajero a la pieza, cosa que en un soporte duro hubiera sido más difícil”.

Consultado sobre la época de creación de la obra, dice que fue “bastante caótica y por momentos a la deriva”.

“Las únicas tres certezas que me había propuesto para entrar en la faena eran por un lado trabajar sobre una grilla de panales de foamboard. Por otro acopiar una serie de símbolos de diferentes procedencias que quería poner en juego, como símbolos tomados de la historia del siglo XX, de mi infancia en Chile, México y Mozambique, otros de la historia reciente de Chile y Argentina, del esoterismo, el teatro y la iconografía popular”.

También le era importante trabajar con su colega Julián Matta, artista que hizo las veces de asistente, pero también de acompañante en la deriva, que le ayudó a ordenar algunos deseos y desordenar algunas certezas a medida que avanzaban.

“Ahora y viendo con cierta distancia ese proceso, pienso que el procedimiento predominante en la concepción de esta obra fue la sustracción. Como si en cierto modo la pieza ya hubiera estado cargada de toda esa simbología. Cargada de una literalidad y una narrativa que debíamos sacar de quicio, perforar y hacerla estallar. Si uno hace un examen de los procedimientos manuales que tiene la obra verá que la borradura, tachadura y la sustracción son los que predominan en todo el políptico”, explica.

“Los dedos y las pisadas sustraen el hollín, la pólvora y la pintura para autos, comen y perforan el soporte. Hasta las máscaras -que están adosadas- están carcomidas, como si salieran de un naufragio o un incendio”.

Título

El título, como suele pasar en todo lo que hace, vino bastante después.

“Diría que apareció después de que el relato, ‘la Historia’, que carga los símbolos quedó atrás. Una noche estaba escuchando la radio y pasan la versión de Sinéad O’Connor de ‘No llores por mi Argentina’ y en un momento escucho que dice ‘Always behind the window – No place under the sun’. Ese fraseo, al que nunca le había prestado atención en la versión en español, quedó sonando en mi cabeza”.

“Sin lugar bajo el Sol” le pareció una hermosa metáfora para hablar de la orfandad, de no tener más padre, pero también no tener patria.

“En lo personal habla de un estado de cosas; dejar de ser hijo y pasar a ser padre, asumir de pronto que estoy en primera fila del espectáculo de la vida, sin un hombro donde apoyarme. Y, por otro lado, ‘sin lugar bajo el sol’ es también un momento de confusión e incertidumbre, sin certezas. Donde determinadas prerrogativas y mandatos que teníamos como verdaderos e inamovibles finalmente se derrumban. Un lugar sin ley, ni consignas claras, un momento de transición y transformación. Algo parecido pasa con los acuerdos heredados de los Estados Nación del siglo pasado; el patriarcado, las ideas de progreso, el capital, el vínculo con la tierra, etc. Un momento de oscuridad donde pueden aparecer nuevas claridades”, explica.

Esta obra además aparece después de un periodo largo de poca actividad creativa, confiesa el creador, quien cree que por eso condensa muchos elementos que aparecen en obras anteriores, “como si una cierta acumulación de recursos que utilice en otras piezas hubiera necesitado aparecer y condensarse en este trabajo”.

“Aparecen dispositivos y recursos que he venido usando a lo largo de todo mi derrotero; el fuego, hollín, máscaras, grietas, dibujos, tipografías, y sobre todo una vocación por la erosión”.

Obra, influencias y estallido

A la hora de hablar de influencias, autores y obras preferidas, comenta que son variadas.

“Tengo una debilidad particular por la pintura, siento que un buen cuadro es insuperable frente a cualquier otro dispositivo. De hecho, me considero un pintor frustrado. Pero también me gustan artistas conceptuales, objetuales o experimentales, sobre todo algunas obras de Roberto Jacoby, Ana Gallardo, Victor Grippo, Liliana Maresca. De los clásicos todos, en especial Brueghel y Goya. Pero si hay un artista -que no es artista) que está siempre en el podio de mis preferidos es Artur Bispo de Rosario, cuando conocí su obra algo se estremeció para siempre en mi modo de ver el arte”.

¿Cómo ha influido su biografía en su obra?

“No sé si ha influido en mi obra, pero si en mi decisión de dedicarme al arte. Soy hijo, hermano y sobrino de artistas. Mi padre era dramaturgo, actor y titiritero, mi madre astrologa, mi hermano es musico y mi tío pintor. Me crié en un ambiente que fue definitivamente muy estimulante para las decisiones que tomé. Incluso creo que no me dejaron muchas alternativas”.

Consultado sobre si hay alguna muestra suya planeada en Chile, responde que no hay ningún proyecto por el momento.

“En este momento no tengo galería y es muy difícil proyectar cuando no se tiene representante, es un momento bisagra en el que siento que debo tomar algunas decisiones en relación a eso. Pero ya aclarará”.

Finalmente, Espina además no se priva para hablar de lo que ha vivido Chile en los últimos años, en especial el estallido y el proceso constitucional.

“El estallido lo viví con mucho entusiasmo, sobre todo el desenlace, sentí que Chile había despertado de un letargo muy largo. Sin embargo, hoy me parece que fue un destello sin continuidad. Hay capas geológicas muy profundas que deben removerse y para ello hace falta mucha fuerza y convicción. La sensación que tengo ahora es que estamos siempre al acecho, víctimas de la confusión y la desinformación. Y así va a ser muy difícil darle un cauce real a los deseos de cambio que aparecieron en el estallido”, concluye.

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