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José Antonio Kast: dolor de cabeza para La Moneda y Chile Vamos en 2019 Opinión

José Antonio Kast: dolor de cabeza para La Moneda y Chile Vamos en 2019

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Definitivamente, José Antonio Kast seguirá siendo un dolor de cabeza, en la pesadilla de La Moneda en 2019. De seguro, logrará atraer a varios de los parlamentarios díscolos y pinochetistas, como ya lo hizo con Ignacio Urrutia. Seguramente, también tensionará las relaciones al interior de Chile Vamos, poniendo en una posición cada vez más incómoda a Evópoli. Y, por supuesto, su discurso radical es una oportunidad para hacer salir del letargo a la centroizquierda. Está demostrado que, cada vez que se polarizan las posiciones, del tipo Sí y No, la hoy oposición logra rearticularse y conseguir una unidad basada en la visión del pasado, sin tener que plantear nada de futuro. Camino fácil, aunque carente de contenidos. Tampoco podemos esperar más de la política chilena.


“Me siento como saliendo del clóset”, la frase, de un antiguo ex compañero de colegio, luego de confesar ser seguidor de José Antonio Kast y subir una foto junto al líder de Acción Republicana en el WhatsApp colectivo, refleja una suerte de desahogo, de catarsis que está viviendo desde hace unos meses un sector importante de la derecha chilena. Es como si hubieran abierto una válvula antes que la bomba explotara.

Partamos por el hecho de que el ex candidato presidencial tiene una gran habilidad para tomarse de cualquier coyuntura con tal de ser protagonista permanente de la agenda política. No le importa si su imagen sale beneficiada o no, el objetivo es simplemente estar.

Sin ir más lejos, la semana pasada estuvo dos veces en primera plana. Primero, cuando envió una carta al Gobierno y a todos los parlamentarios de Chile Vamos para pedirles que dejaran de perseguir a los militantes que lo apoyan. La misiva titulada “2019: Hacia una derecha sin complejos” fue una verdadera notificación de cómo se moverá en los próximos doce meses. En términos casi bíblicos, a lo Bolsonaro, Kast clasificó su misión, como la “revelación” –2017–, la “consolidación” –2018–, para terminar por advertir que el próximo año será el de “las definiciones”. También acusó solapadamente al Gobierno de ser una “derecha liviana” y remató señalando que él le aportaba más a Piñera que lo que denomina como “la derecha acomplejada”. Relato, por lo demás, muy parecido al que desarrolló en la campaña interna de la UDI Jacqueline van Rysselberghe.

También, el líder de Acción Republicana se enfrascó en una controversia, ni más ni menos, que con uno de los tuiteros estrellas de 2018: Andrónico Luksic. El ex diputado encaró al empresario por apoyar a uno de los rostros más queridos de la TV actual, Pancho Saavedra. El conductor reaccionó a una evidente frase xenofóbica pronunciada por Kast, quien se burló de la diputada Emilia Nuyado al decir que si a él lo interpelaran –lo que no puede ocurrir– se defendería en idioma alemán. Saavedra trató de “imbécil” a José Antonio Kast por provocación.

[cita tipo=»destaque»]La verdad es que Kast ha dejado al descubierto que un importante sector de la derecha se cansó de mostrarse políticamente correcto y que perdió el pudor. Su nuevo relato es más o menos así: seguimos queriendo a Pinochet, y qué. No estamos ni ahí con el tema de la violación de los Derechos Humanos, y qué. Estamos de acuerdo con que expulsen a todos los migrantes, y qué. No vamos a aceptar más “relativismo moral”, y qué. Basta de palabras de buena crianza, de tener que aceptar el divorcio, a los transexuales y el aborto en tres causales. A este paso, Piñera terminará validando la eutanasia, el aborto libre y eso no lo permitiremos. Basta de tener que asumir un discurso distinto a lo que somos.[/cita]

De acuerdo a la tesis que trabaja su equipo de asesores, siempre suma una polémica, aunque esta vaya contra el sentido común de las personas. Yo no estoy de acuerdo con esa estrategia, porque, si bien puede aumentar el nivel de conocimiento del personaje, la evaluación negativa aumenta en la misma proporción, logrando suma cero. Además, el programa “Lugares que hablan” ha pasado a reemplazar en el inconsciente colectivo a ese espacio ochentero de viajes de «Sábados Gigantes» y también al recordado «Tierra Adentro». Esta vez, Kast cometió un error. El “ataque” de un político a un hombre televisivo y querido es derrota segura. Y, claro, enemistarse con Luksic tampoco es buen negocio.

Pero, pese a sus pasos en falso, José Antonio Kast, sin duda, es el ganador político de 2018, que no es lo mismo que el personaje del año. Fue como que los astros se hubieran dispuesto para que el ex candidato presidencial quedara en la primera fila, en la pole position, para enfrentar el año que se avecina.

Todo jugó a su favor. Una oposición confundida aún –un año después– por una derrota electoral estrepitosa, enredados entre disputas internas y ausencia de liderazgos. Con un gobierno rápidamente debilitado, que intenta darles en el gusto a todos para hacerse cargo de las sobrepromesas que les permitieron conquistar un heterogéneo 17% más de electores en segunda vuelta, lo que significó sumar el voto de los propios seguidores de Kast y, al mismo tiempo, de desencantados de la ex Nueva Mayoría. Y, claro, principalmente por el factor Bolsonaro, el ex militar que irrumpió en la política brasileña con un discurso radical y que de pronto se convirtió en un personaje clave para nuestra derecha.

La verdad es que Kast ha dejado al descubierto que un importante sector de la derecha se cansó de mostrarse políticamente correcto y que perdió el pudor. Su nuevo relato es más o menos así: seguimos queriendo a Pinochet, y qué. No estamos ni ahí con el tema de la violación de los Derechos Humanos, y qué. Estamos de acuerdo con que expulsen a todos los migrantes, y qué. No vamos a aceptar más “relativismo moral”, y qué. Basta de palabras de buena crianza, de tener que aceptar el divorcio, a los transexuales y el aborto en tres causales. A este paso, Piñera terminará validando la eutanasia, el aborto libre y eso no lo permitiremos. Basta de tener que asumir un discurso distinto a lo que somos.

Y aunque uno esperaría que este grupo pro Kast proviniera de la UDI, lo que más ha llamado la atención es que esté dividiendo en dos a Renovación Nacional, el otrora partido más liberal y moderno, el que hacía de contrapeso al gremialismo. A los dichos de la deslenguada Camila Flores, se sumó en días recientes el diputado Cristóbal Urruticoechea, quien confesó estar trabajando para que Kast sea Presidente. En otras palabras, una colectividad que parece no solo haber perdido la disciplina interna, sino también estar viviendo una crisis de identidad importante. Su timonel, Mario Desbordes, ha mantenido una ambigüedad sorprendente frente a este grupo de díscolos, solo un par de palabras de buena crianza, pero escasa voz de mando. Además, los históricos, como Andrés Allamand, han mantenido un pragmático silencio, como su estuvieran esperando a ver qué peso están teniendo en RN estas conductas regresivas a los años 80 y, recién ahí, pronunciarse.

Lo que es un hecho es que en Renovación Nacional existe un grupo de derecha ultra desde el que salieron diputados en 2017 y que, parece, no tuvieron ningún filtro a la hora de ganarse el cupo para competir por ese partido. Aquí hay dos opciones: o pensaban que tenían nula posibilidad de ser electos, pero les ayudarían a sumar votos o, bien, que son la expresión de una corriente interna que no molesta en ese partido, eso que Cecilia Pérez denominó como “diversidad” para calificar a los nostálgicos de Pinochet y su dictadura. Partiendo por la bancada evangélica, que criticó duramente a Piñera por aprobar la Ley de Identidad de Género y es liderada por un pastor investigado junto a su padre por enriquecimiento ilícito.

Definitivamente, José Antonio Kast seguirá siendo un dolor de cabeza, en la pesadilla de La Moneda en 2019. De seguro, logrará atraer a varios de los parlamentarios díscolos y pinochetistas, como ya lo hizo con Ignacio Urrutia. Seguramente, también tensionará las relaciones al interior de Chile Vamos, poniendo en una posición cada vez más incómoda a Evópoli. Y, por supuesto, su discurso radical es una oportunidad para hacer salir del letargo a la centroizquierda. Está demostrado que, cada vez que se polarizan las posiciones, del tipo Sí y No, la hoy oposición logra rearticularse y conseguir una unidad basada en la visión del pasado, sin tener que plantear nada de futuro. Camino fácil, aunque carente de contenidos. Tampoco podemos esperar más de la política chilena.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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