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El fallido viaje a Cúcuta y la «falacia del hombre de paja» Opinión

El fallido viaje a Cúcuta y la «falacia del hombre de paja»

Heraldo Muñoz
Por : Heraldo Muñoz Ex ministro de Relaciones Exteriores
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La diferencia con el Gobierno sobre Venezuela no ha sido la naturaleza del régimen de Maduro o el compromiso democrático opositor. Quienes criticamos respetuosamente el viaje presidencial a Cúcuta advertimos que, si bien favorecíamos entregar ayuda humanitaria, esta operación implicaba un serio riesgo y no apuntaba en la dirección de una negociación para una salida pacífica y democrática a la crisis de Venezuela. ¿Cuál fue el resultado de Cúcuta? La ayuda humanitaria no ingresó a Venezuela, las fuerzas armadas bolivarianas no obedecieron las instrucciones de Guaidó para dejarla entrar, se registraron muertos y heridos, Maduro no tambaleó, y, de hecho, el régimen se ha endurecido.


Resulta curiosa la ofensiva gubernamental para rescatar el fallido viaje presidencial a Cúcuta y criticar a quienes advirtieron que ese viaje era innecesario y errado. La respuesta que orquestó el Gobierno ha sido descalificar a los excancilleres y expertos opositores, aduciendo que estos serían “ambiguos” al supuestamente no condenar de manera categórica el régimen de Maduro y el atropello de los derechos humanos en Venezuela.

Esta estrategia es lo que se conoce como la “falacia del hombre de paja”, que consiste en caricaturizar los argumentos o la postura real de un oponente, para facilitar un ataque a ese adversario. Se trata de no enfrentar los argumentos contrarios sino, en cambio, una imitación falsa y vulnerable (como los espantapájaros en el campo).

Pero la verdad es que la oposición progresista que representamos ha condenado sin ambages el régimen de Maduro. Hemos dicho que se trata de un régimen dictatorial, y que estamos decididamente del lado de la democracia y los derechos humanos en Venezuela.

Cabe recordar que durante el gobierno pasado, el régimen de Maduro emitió más de media docena de notas de protesta contra Chile por nuestras expresiones en favor de los derechos humanos en Venezuela; Chile fue el país que más acogió disidentes en su sede diplomática para protegerlos; retiramos a nuestro embajador cuando se instaló la Asamblea Constituyente que desconocía a la legítima Asamblea Nacional; y fuimos un gobierno clave en la constitución del Grupo de Lima y en la elaboración de sus primeras medidas en favor de la democracia en Venezuela. Esa es la realidad, no la que se busca imaginar.

[cita tipo=»destaque»]Cabe recordar que durante el gobierno pasado, el régimen de Maduro emitió más de media docena de notas de protesta contra Chile por nuestras expresiones en favor de los derechos humanos en Venezuela; Chile fue el país que más acogió disidentes en su sede diplomática para protegerlos; retiramos a nuestro embajador cuando se instaló la Asamblea Constituyente que desconocía a la legítima Asamblea Nacional; y fuimos un gobierno clave en la constitución del Grupo de Lima y en la elaboración de sus primeras medidas en favor de la democracia en Venezuela. Esa es la realidad, no la que se busca imaginar.[/cita]

Y resulta irónica –como bien expresó el diputado Tucapel Jiménez durante una nueva conmemoración del asesinato de su padre, el líder sindical Tucapel Jiménez Alfaro– la inconsecuencia de quienes promueven con entusiasmo los derechos humanos en Venezuela, pero que aún reivindican en Chile la figura del dictador y justifican los crímenes cometidos durante su régimen. Coherencia significa condenar el régimen de terror que amparó los asesinatos de Jiménez, Frei Montalva, Prats, Letelier, Parada y tantos otros, así como el asesinato de Jaime Guzmán en democracia.

La diferencia con el Gobierno sobre Venezuela no ha sido la naturaleza del régimen de Maduro o el compromiso democrático opositor. Quienes criticamos respetuosamente el viaje presidencial a Cúcuta advertimos que, si bien favorecíamos entregar ayuda humanitaria, esta operación implicaba un serio riesgo y no apuntaba en la dirección de una negociación para una salida pacífica y democrática a la crisis de Venezuela.

¿Cuál fue el resultado de Cúcuta? La ayuda humanitaria no ingresó a Venezuela, las fuerzas armadas bolivarianas no obedecieron las instrucciones de Guaidó para dejarla entrar, se registraron muertos y heridos, Maduro no tambaleó, y, de hecho, el régimen se ha endurecido.

¿Hubo autoridades de España, Gran Bretaña, Francia o Alemania presentes en Cúcuta? No, ninguna. La Cruz Roja y Cáritas se marginaron, puesto que la entrega de la ayuda no se ajustó a los principios de Naciones Unidas para la entrega de ayuda humanitaria. Y los presidentes de Argentina, Brasil, Perú y otros se mantuvieron cautelosamente alejados. El balance según todos los observadores es que Cúcuta fue un fracaso.

En el 23F se esperaba el desmoronamiento del régimen de Maduro, y ello no ocurrió. Chile rechazó participar en el Grupo de Contacto de la Unión Europea (UE) porque planteaba un plazo de búsqueda de una solución negociada de 90 días, que el Gobierno estimó excesivo. Y ahora no se percibe un Plan B, aunque lo sugerido por la UE y Uruguay es la opción que parece ser más viable.

Es hora de la acción diplomática para Venezuela. Y también es tiempo de preservar el sentido de Estado en la política exterior y no distorsionar opiniones discrepantes que apuntan al interés de todos, en torno a mantener la buena imagen de Chile como un país serio y responsable. No sigamos cayendo en la falacia del hombre de paja.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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