Publicidad
El análisis del discurso de odio Opinión

El análisis del discurso de odio

Ignacio Sánchez
Por : Ignacio Sánchez Rector Pontificia Universidad Católica de Chile
Ver Más

A diario estamos en presencia de discursos de odio de diversa naturaleza: social, sexual, sexista, de raza, religión y tantos otros. La complejidad del fenómeno hace necesario abordarlo desde distintos ámbitos de la sociedad. Junto con analizar la raíz del problema y tratar de entender qué provoca este tipo de comportamientos y acciones –particularmente en estos espacios en línea que presentan un enorme potencial para la interacción–, también es importante tener presente las diversas formas de expresión y cómo estas interactúan para amplificar el discurso.


En los últimos años hemos visto cómo el discurso de odio, también llamado incivilidad, ha ido ganando terreno particularmente en las redes sociales y en los medios online. A diario somos testigos de comentarios agresivos, insultantes, carentes por cierto de argumento y reflexión. Más aún, hay quienes avalan estas conductas y las imitan, generando un ambiente altamente hostil, en donde muchas veces los comentarios se amparan en el cobarde anonimato.

El discurso de odio es, sin duda, un tema que ha generado inquietud en diferentes partes del mundo, debido a que se trata de una práctica que va socavando la cohesión social y erosiona los valores de una sociedad, tales como la tolerancia, el respeto, la diversidad y la inclusión. Por otra parte, es importante destacar que este problema trasciende fronteras y que, con el objetivo de enfrentar esta práctica, recientemente el Secretario General de Naciones Unidas presentó la Estrategia y el Plan de acción global contra el discurso de odio.

Ahora bien, siempre está la discusión y análisis de la libertad de expresión, en relación con dicho tipo de discurso. Cualquier respuesta que se considere una restricción a la libertad de expresión debe ser cuidadosamente considerada, de modo de garantizar que ello se haga en situaciones totalmente excepcionales –que por supuesto consideren situaciones de discurso de odio o incivilidad–, y se debe velar por que se estimule y potencie el debate respetuoso y con argumentos, sin ningún grado de restricción.

En todos los temas se pueden apreciar comentarios altamente polarizantes, sea en la política, asuntos domésticos, economía, deportes y otros, los que pueden incitar de manera significativa a la incivilidad. También, a menudo en el uso del humor encontramos incivilidad, amparada en el uso del sarcasmo. Desde los medios de comunicación, es vital asumir con seriedad este tipo de escenarios y que a través de su participación se pueda fomentar la deliberación y el análisis público en estos espacios de discusión.

Hay estudios internacionales que han demostrado que, cuando los periodistas ingresan a dialogar y moderar la discusión, los niveles de incivilidad disminuyen.

Otro elemento que resulta relevante para enfrentar los discursos de odio es la educación sobre el uso de las plataformas online. De esta forma, y como tarea colectiva, se deben generar los espacios que permitan reflexionar sobre cómo avanzar en estas materias. Los temas a analizar incluyen la influencia de los discursos de odio en la vida comunitaria; los desafíos que plantean a la ética y al derecho; las responsabilidades y deberes profesionales frente a discursos de odio; y los desafíos del odio y la incivilidad en los comentarios de los usuarios; entre otros.

Hoy, si bien es cierto contamos con nuevas tecnologías y herramientas que han facilitado y mejorado de manera significativa nuestras comunicaciones, estas también han dado paso a su errónea utilización con el fin de divulgar ideas y expresiones que contienen elementos racistas, clasistas, homofóbicos e incitadores al odio. En las universidades se deben generar espacios de diálogo sobre el rol que les cabe a los medios de comunicación y a las plataformas sociales en la difusión de este tipo de comentarios. En este sentido, nuestro rol formador de jóvenes en todas las áreas del conocimiento adquiere una importancia relevante.

Es importante que al interior de la sociedad nos planteemos frente a esta realidad y podamos consensuar qué es y qué no es discurso de odio. Así podremos impedir que su uso se generalice y se normalice. A diario estamos en presencia de discursos de odio de diversa naturaleza: social, sexual, sexista, de raza, religión y tantos otros. La complejidad del fenómeno hace necesario abordarlo desde distintos ámbitos de la sociedad. Junto con analizar la raíz del problema y tratar de entender qué provoca este tipo de comportamientos y acciones –particularmente en estos espacios en línea que presentan un enorme potencial para la interacción–, también es importante tener presente las diversas formas de expresión y cómo estas interactúan para amplificar el discurso.

En el ámbito universitario estamos llamados a analizar este fenómeno y a generar conciencia entre la población respecto del daño que este tipo de discursos provoca en nuestras comunidades y en toda la sociedad. La investigación y generación de nuevo conocimiento en este ámbito es de primera prioridad. Es importante además poder profundizar en el papel de los medios de comunicación y de las plataformas digitales en la difusión de este tipo de discursos de odio y sobre los cambios que debemos hacer para disminuir su impacto.

En nuestro rol de formadores, también hemos de poner énfasis en la integridad de nuestros futuros profesionales, quienes no solo deben contar con sólidos conocimientos disciplinares sino también han de ser conscientes de su responsabilidad personal y social. Solo así estaremos contribuyendo al desarrollo de una sana convivencia. Es nuestra responsabilidad con el bien común de nuestra sociedad.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias