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El momento constituyente: oportunidades, conflictos y derechos Opinión

El momento constituyente: oportunidades, conflictos y derechos

Ernesto Barros G
Por : Ernesto Barros G Abogado. Twitter: e_barrosg Instagram: e_barrosg
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El movimiento social tendrá la enorme tarea de conseguir una alta participación en el plebiscito de 26 de abril, poner a la mayoría ciudadana en acción para obtener reglas claras y justas para el itinerario constituyente. Hoy, en febrero de 2020, los ciudadanos chilenos no militantes de partidos –13.500.000 electores, equivalentes al 93 % del padrón– cuentan con derecho a voto, pero en la práctica no pueden ser elegidos como constituyentes, sea por el sistema electoral (que favorece a los partidos que presentan listas) o por requerir de ingentes trámites y requisitos solo para obtener la inscripción, violándose principios básicos de igualdad y democracia. El momento constituyente –espacio temporal del soberano generado en calles, plazas, cabildos y asambleas, fruto de movimiento social y de miles de víctimas– fructificará si los propósitos son claros, si existe unidad en la acción. Y obtendrá para Chile la soberanía de sus hombres y mujeres.


“… Los derechos se hacen con la vida de la gente. Cuando concretamos derechos damos sentido a la tragedia humana y a nuestra propia existencia. El derecho y el arte son las únicas evidencias de que la odisea terrenal ha tenido sentido…”, paráfrasis de texto de Raquel Domínguez do Amaral, jueza federal brasileña.

El llamado momento constituyente es el espacio temporal y material en que el pueblo de Chile está deliberando y construyendo una idea o propuesta de cómo será la vida pública en los próximos años. Es un momento escaso y acotado en la historia, lleno de ilusiones, tensiones, propuestas y fuertes disputas y conflictos. Se discute, desde ya, el modelo socioeconómico y político, los derechos, deberes y garantías y la organización y atribuciones del poder público y sus principales instituciones. Por lo tanto, será siempre el momento del ejercicio de la soberanía del pueblo organizado, que se dota de reglas y derechos.

Sus principales componentes y/o protagonistas hoy:

1) El movimiento social fuerte y activo, que en 120 días cambió la agenda de discusión y prioridades de Chile. En su activo está haber definido las prioridades, generar el momento constituyente, mantener activa la demanda y protesta social durante impensados cuatro meses. Intuitivamente superó la política de la transferencia gubernamental –bonos o dádivas– y logró instalar una agenda basada en derechos.

[cita tipo=»destaque»]El Gobierno optó por la prescindencia, sin plantear una opción ni proponer una alternativa política frente a la pregunta que ellos mismos formularon a los chilenos, de aprobar o rechazar una nueva Constitución. Con esta demostración de incapacidad de conducir y de proponer alternativas para los próximos dos años, se abandonó la más relevante obligación: gobernar. El riesgo es que se cope la agenda desde su propio sector, fluctuando entre la extrema derecha que pedirá mano dura con el movimiento social, utilizando como estrategia inculcar el miedo hacia él, y las posiciones centristas y dialogantes de parte de algunos directivos de RN.[/cita]

Este movimiento tiene en el próximo tiempo desafíos enormes e inéditos, que pondrán a prueba su capacidad movilizadora, de propuesta y de activación electoral para el plebiscito del 26 de abril. Será ese un momento culminante, se probarán fuerzas ciudadanas en las urnas con el propósito de generar una relevante mayoría contundente para el apruebo de una nueva Constitución y la Asamblea Constitucional. En sus desafíos y principales conflictos está mantener la unidad y acción concertada a través de organizaciones territoriales y funcionales; organizar creativamente la campaña nacional por el apruebo, generar una mayoría social y política.

A su vez, deberá hacerse cargo de las trampas y jaulas constitucionales planteadas en la reforma de diciembre de 2019, originada en el acuerdo del 15 de noviembre. Finalmente, debe avanzar en propuestas concretas y específicas en materia constitucional.

2) El Gobierno de Sebastián Piñera y Chile Vamos. El Gobierno optó por la prescindencia, sin plantear una opción ni proponer una alternativa política frente a la pregunta que ellos mismos formularon a los chilenos de aprobar o rechazar una nueva Constitución. Con esta demostración de incapacidad de conducir y de proponer alternativas para los próximos dos años, se abandonó la más relevante obligación: gobernar. El riesgo es que se cope la agenda desde su propio sector, fluctuando entre la extrema derecha que pedirá mano dura con el movimiento social, utilizando como estrategia inculcar el miedo hacia él, y las posiciones centristas y dialogantes de parte de algunos directivos de RN.

Así, el Gobierno se transforma en un mal árbitro en vez de jugar el partido. Su supervivencia estará en generar unidad en sus pocos adeptos. Durante el momento constituyente, estará como equilibrista de circo. Sin haber sido capaz de dar respuestas básicas en lo político y social que reclama la crisis en desarrollo.

Hoy, 18 millones de chilenos, cuatro meses después, siguen preguntando y exigiendo saber sobre los autores de los incendios del Metro de Santiago y de la torre de Enel, ocurridos al inicio de las movilizaciones. Un Gobierno incapaz de contestar esa pregunta y que se niega a entregar información, más allá de informes pueriles de supuesta inteligencia, es uno acabado en su principal y más básica función.

3) Posibles nuevos actores. Ante la ausencia declarada del Gobierno de Sebastián Piñera, incapaz de ser un actor político relevante en el momento constituyente, la pregunta es: ¿quiénes podrían serlo? Como es sabido, los vacíos de poder y política siempre se llenan. Desde ya, vislumbramos que centros de poder económico, social, político y cultural actúan o actuarán en este momento constituyente, al igual que industrias, en especial monopólicas o que su actividad es regulada por el Estado, iglesias, grandes empresarios, intereses geopolíticos específicos, se sentirán convocados a generar contenidos y/o propuestas en el ámbito constitucional.

Este momento constituyente exige a todos los partícipes cumplir estándares democráticos y de transparencia: que declaren sus intereses, se inhiban de actuar a través del lobby o por intermediadores, se excluyan por primera vez en 31 años de intervenir a través del dinero en elecciones y, muy especialmente, acepten el veredicto de los chilenos. El momento constituyente será fecundo si genera una nueva realidad, no solo jurídica sino también sociopolítica, estableciendo una nueva legitimidad democrática zanjada por el pueblo de Chile en plebiscitos y elecciones.

Una buena deliberación permitirá terminar con el rarísimo hecho de que todo el poder económico está adscrito a un sector político, la derecha, y que un Presidente empresario y de ese sector político, ha sido incapaz de gobernar y/o conducir este proceso, o que iglesias fijen posición política en el momento constituyente y ordenen o dispongan del voto de feligreses.

Desafíos y conflictos

El momento constituyente requiere la articulación de estrategias y acción política y social, que permitan la deliberación libre de los ciudadanos y de las instituciones y/o movimientos que quieran incidir en ella. El movimiento social está desafiado a mantener su actividad territorial y combinarla con creciente capacidad de propuesta constitucional, derechos, deberes y garantías y estatuto del poder público. Su desafío y potencial conflicto está en ponerse de acuerdo y potenciar una agenda común.

Tendrá la enorme tarea de conseguir una alta participación en el plebiscito de 26 de abril, de poner a la mayoría ciudadana en acción para obtener reglas claras y justas para el itinerario constituyente. Hoy, en febrero de 2020, los ciudadanos chilenos no militantes de partidos –13.500.000 electores, equivalentes al 93 % del padrón– cuentan con derecho a voto, pero en la práctica no pueden ser elegidos como constituyentes, sea por el sistema electoral (que favorece a los partidos que presentan listas) o por requerir de ingentes trámites y requisitos solo para obtener la inscripción, violándose principios básicos de igualdad y democracia.

Tampoco contamos con paridad de género ampliamente reclamada –51 % del padrón– y los pueblos originarios no disponen de escaños reservados conforme a su participación en el padrón electoral (12 %). Dudamos que esa realidad cambie antes del 26 de abril. Solo un triunfo contundente del apruebo en el plebiscito hará posible tener una elección de constituyentes en condiciones que generen igualdad y legitimidad.

El momento constituyente –espacio temporal del soberano generado en calles, plazas, cabildos y asambleas, fruto de movimiento social y de miles de víctimas– fructificará si los propósitos son claros, si existe unidad en la acción. Y obtendrá para Chile la soberanía de sus hombres y mujeres.

Escucha aquí el podcast con la opinión: 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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