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Se nos apareció marzo Opinión

Se nos apareció marzo

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El 2020 será un año complejo y altamente politizado, ya que enfrentaremos procesos eleccionarios claves, como el de Gobernadores –aún sin claridad de su rol y los recursos que podrán manejar–, alcaldes, concejales y constituyentes. Sumado a esto, estarán las movilizaciones por temas específicos, como No+AFP, además de la salud, educación y otros. Y, claro, con un Presidente marcando números muy malos, una economía débil –no creceremos más de un 1%–, un Estado con pocos recursos y sin tener claridad sobre cuánto nos afectará el coronavirus, no solo como un peligro para la salud sino también por el fuerte impacto que tiene China en nuestro comercio exterior. Hemos de esperar que el Gobierno no se tiente y utilice esta extraña enfermedad como parte de su campaña del terror, porque deberían entender que eso sería un autogol de proporciones.


El verano que termina quedará grabado como un periodo de latencia, de transición. Cumplidos más de cuatro meses desde el estallido social, esta última etapa fue una suerte de tregua –a medias– entre los protagonistas de esta historia, la que promete un segundo tiempo mucho más largo e intenso que el vivido desde el 18/0 hasta los primeros días de febrero.

Porque, aunque la prensa tradicional dejó de cubrir los viernes de la Plaza Italia o de la Dignidad, lo cierto es que este año lo iniciamos sin fuegos artificiales institucionales, pero con miles de personas celebrando en la llamada zona cero. Luego siguieron protestas en regiones –muy concentradas en Antofagasta y Valparaíso–, el boicot a la PSU y una serie de eventos que nos recuerdan que este país definitivamente inició un proceso de cambio que se está notando en todo.

El fútbol volvió con desórdenes, el tradicional Santiago a Mil olvidó sus performances callejeras y se transformó en un evento cultural de reflexión. Todos los festivales cambiaron sus rutinas y discursos, y debieron soportar el canto espontáneo del público recordando al Mandatario, Pinochet y Carabineros. Sin duda, el “hit” del verano. Algunos se quedaron sin animador y otros tuvieron que sacar a sus “humoristas” –esos del chiste homofóbico, discriminador– entre pifias y piedras.

Febrero fue un mes en que la fuente que desencadenó todo estuvo de vacaciones. Por tanto, la gente también se tomó un pequeño respiro. El Congreso de vacaciones un mes completo –llegó la hora de revisar esto–, todos los ministros se arrancaron a los lagos y nos llenamos de subrogantes y, por supuesto, el Presidente se tomó 18 días de descanso, pese a la complejidad que estamos enfrentando. La clase política dio una señal pésima, como si el pensamiento mágico se hubiera apoderado de todos y creyeran que esto se solucionaría de manera espontánea a su regreso.

Quizás el Festival de Viña fue el mayor reflejo de que Chile ya no es el mismo. Sin alfombra roja –esa costumbre cursi que nos hacía vivir en la burbuja tipo Hollywood–, sin glamour, sin programas que mostraran a los artistas y abrigados conductores, sin limusinas, sin la alcaldesa moviendo su dedo hacia arriba como en el circo romano para autorizar las gaviotas. Porque, aunque Iván Moreira montara en cólera por la presencia de Mon Laferte –unos meses antes querellada por Carabineros– o Stefan Kramer –su rutina fue una verdadera franja del Apruebo–, lo cierto es que la parrilla del “festival de festivales” tuvo que adaptarse e intentar reflejar el ambiente que se siente en la calle o las redes sociales. Si hasta Belloni, ese personaje del Chile pre-18/0, tuvo que cambiar su rutina y pedir disculpas públicas por lo que proyectó por años, cosa que muchos políticos no han sido capaces de hacer.

Sin embargo, aunque el Gobierno intentara disimular el terror que le provocaba la llegada de marzo, lo cierto es que sería el propio Presidente Sebastián Piñera el que explicitara sus temores al volver de vacaciones y anunciar, una vez más, un pacto para combatir la violencia –simplificando todo a una parte de las expresiones de descontento, que han sido condenadas por moros y cristianos– y llamando al Congreso a aprobar su agenda antiprotestas, pero olvidando los proyectos anticolusión y antiabusos, que están en el origen del descontento. Como siempre, el Gobierno con poca capacidad de entender lo de fondo e intentando sacar la pelota al córner.

La oposición, tan confundida como La Moneda, ni siquiera fue capaz de dejar un par de voceros para hacerse cargo del problema, del cual también son protagonistas. Una que otra declaración a propósito del affaire Hasbún, pero muy poco para estar en el mes en que se preparaban para enfrentar el plebiscito. Y entre las señales estivales, un grupo de la otrora Concertación –¿tanto reniegan de la ex Nueva Mayoría?– publicó una escueta declaración en que asumen el relato del Gobierno y condenan la violencia. Curioso que el único que aplaudió la iniciativa a rabiar fuera Andrés Allamand –que se despachó una frase provocadora al afirmar que el Apruebo es sinónimo de violencia– y que entre los firmantes estuvieran varios que le hicieron la vida imposible a Bachelet.

Marzo y abril se vienen muy difíciles y serán una prueba de fuego, tanto para el Gobierno como la oposición.

Recordemos que nuestros parlamentarios se fueron de vacaciones sin resolver aspectos fundamentales del plebiscito: paridad y la participación de los independientes y pueblos originarios en el proceso Constituyente. Mientras tanto, el Gobierno y la derecha concentraron todos sus esfuerzos de verano en una campaña del terror que ya empieza a parecerse a la que la dictadura desplegó para justificar el Sí de 1988. Incluso el dividido RN ha justificado su posición con una frase que parece esquizofrénica: “Rechazar para cambiar”. Sin embargo, en la única oportunidad que tuvieron para creerles, votaron todos los senadores de derecha en contra de que el agua pasara a ser un bien de uso público, incluido Ossandón.

Lo cierto es que el calendario, que ya circula en RRSS, adelanta un número significativo de movilizaciones y protestas, partiendo por los estudiantes secundarios y universitarios. Estos últimos, no cumplieron ningún rol en el estallido producto que los mandaron de vacaciones tempranamente. Luego vendrá el 8 de marzo, que promete la vuelta de la masividad a las calles, liderada por Las Tesis, otro de los fenómenos sociales que se consolidó. Y así, la lista es larga, sin embargo, el plebiscito será el evento que logrará motivar y mover a la gente. Lo que hemos visto hasta ahora es que la polarización se está adueñando de la agenda e irá creciendo, y que la derecha está utilizando todos sus recursos para evitar el apruebo, incluido un peligroso grupo extremista que se estaba armando para enfrentar el proceso.

El 2020 será un año complejo y altamente politizado, ya que enfrentaremos procesos eleccionarios claves, como el de Gobernadores –aún sin claridad de su rol y los recursos que podrán manejar–, alcaldes, concejales y constituyentes. Sumado a esto, estarán las movilizaciones por temas específicos, como No+AFP, además de la salud, educación y otros. Y, claro, con un Presidente marcando números muy malos, una economía débil –no creceremos más de un 1%–, un Estado con pocos recursos y sin tener claridad sobre cuánto nos afectará el coronavirus, no solo como un peligro para la salud sino también por el fuerte impacto que tiene China en nuestro comercio exterior. Hemos de esperar que el Gobierno no se tiente y utilice esta extraña enfermedad como parte de su campaña del terror, porque deberían entender que eso sería un autogol de proporciones.

Las tres preguntas que quedan en el aire son, primero, si el Gobierno logrará detener la fuga masiva de sus colaboradores, como Atton, Ubilla y, ahora, Cubillos. Segundo, si probará una estrategia fuerte de control del orden público para intentar recuperar, no solo al electorado que votó por ellos, sino especialmente a su propio sector que espera mano dura, pero con un Gobierno incapaz de garantizar que se respeten los DDHH por parte de Carabineros. La tercera interrogante es qué hará el Presidente para enfrentar dos largos –eternos– años, habiéndose convertido en el ícono, para la ciudadanía, de todos los males de la desigualdad y los privilegios. La respuesta la tiene solo él, porque Chile Vamos, ya está demostrando que tomará distancia para enfrentar las elecciones y evitar contaminarse con el bajo porcentaje de apoyo del Mandatario.

Y. claro, la exministra Cubillos, con su extraña y sorpresiva renuncia, lo único que hizo fue adelantarle la llegada de marzo al Gobierno. Un muy mal augurio para lo que viene.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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