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El falso dilema entre construcción de identidad y vocación de mayoría Opinión

El falso dilema entre construcción de identidad y vocación de mayoría

Pablo Torche
Por : Pablo Torche Escritor y consultor en políticas educacionales.
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La izquierda no parece haber terminado de absorber del todo lo que significa construir un proyecto transformador, en un contexto post Guerra Fría, de triunfo del capitalismo. Oponerse al neoliberalismo no es suficiente y, digámoslo directamente, es demasiado fácil. Puede servir para afianzar un nicho reducido, pero fracasa a la hora de interpelar a una base ciudadana más amplia. Para lograr este objetivo, es necesario establecer en términos positivos a qué tipo de orden alternativo se aspira y, no menos importante, cómo se propone la transición al mismo. Se trata de cuestiones fundamentales, que determinarán la relación de la ciudadanía con los proyectos de izquierda y su real posibilidad de conquistar una mayoría.


La imposibilidad de llegar a un acuerdo electoral entre el Frente Amplio (FA) y los partidos de la ex Nueva Mayoría (o ex Concertación), ha sido interpretada transversalmente como una priorización de la construcción de identidad política del FA, por sobre una supuesta vocación de mayoría.

Aparentemente, la concreción de alianzas electorales sería excluyente, o socavaría, la construcción de una identidad política sólida y definida, y el Frente Amplio habría optado por la segunda, en detrimento de la primera. Es significativo, en particular, que sectores y analistas de derecha hayan concurrido en esta perspectiva, propulsando la visión de que el FA ha privilegiado la construcción identitaria por sobre la vocación de poder. El propio Frente Amplio, en algunas ocasiones, sin duda ha caído en una interpretación similar: se trataría de un juego de suma cero, donde la transacción electoral en busca de mayorías más amplias, implicaría necesariamente un debilitamiento del proyecto propio.

A mi juicio, se trata de una disyuntiva falsa. Evidentemente, construir una alianza electoral es una decisión compleja, que pone en tensión a cualquier orgánica política, y remece la relación entre la dirigencia y sus bases. Pero de ahí a pensar que la identidad política de un proyecto depende de sus alianzas electorales y, en consecuencia, que la resistencia a conformarlas contribuirá a la construcción de un proyecto político con identidad propia, es una perspectiva que sin duda dista mucho de la realidad.

La identidad política de un partido o conglomerado se puede poner en juego con las alianzas electorales, pero depende fundamentalmente de la construcción ideológica en la base. Un conglomerado sin una definición ideológica clara, difícilmente logrará consolidar un proyecto propio, aun cuando se mantenga al margen de cualquier tipo de alianza electoral. Simplemente será un partido aislado, insular, pero vaciado de significado, de los que hemos visto muchos en la izquierda, tanto en Chile como en otras partes del mundo.

Asimismo, la posibilidad de que una alianza electoral diluya la identidad política de un conglomerado tampoco es una ley infranqueable. En algunos casos, por supuesto que puede ser así, sobre todo cuando se trata de movimientos instrumentales o sin un discurso político anclado en bases ideológicas sólidas. En otros casos, en cambio, una alianza con sectores afines, pero distintos, puede servir incluso para fortalecer la identidad de un partido y proyectarla con más fuerza a la ciudadanía.

Las vacilaciones y dificultades para sellar un acuerdo electoral de la oposición pueden observarse, en la superficie, como el resultado de un cálculo entre identidad y vocación de poder, pero reflejan en el fondo una cierta indefinición ideológica, que atraviesa todavía al mundo de la izquierda en su conjunto.

La izquierda no parece haber terminado de absorber del todo lo que significa construir un proyecto transformador, en un contexto post Guerra Fría, de triunfo del capitalismo. Oponerse al neoliberalismo no es suficiente y, digámoslo directamente, es demasiado fácil. Puede servir para afianzar un nicho reducido, pero fracasa a la hora de interpelar a una base ciudadana más amplia. Para lograr este objetivo, es necesario establecer en términos positivos a qué tipo de orden alternativo se aspira y, no menos importante, cómo se propone la transición al mismo.

Se trata de cuestiones fundamentales, que determinarán la relación de la ciudadanía con los proyectos de izquierda y su real posibilidad de conquistar una mayoría.

Algunas preguntas esenciales a este respecto, que aguardan todavía una mayor profundización y especificidad: la pregunta por democracia, esto es, por el tipo de instituciones democráticas que permitirán la realización de los ideales de participación, equidad y acceso a los beneficios del sistema, salvaguardando las libertades y derechos individuales; en segundo lugar, la pregunta por el sistema productivo, en particular por el rol de las grandes empresas, y por el tipo de mecanismos que garantizarán una producción consistente con el desarrollo social, la democracia y el medioambiente. En tercer lugar, una pregunta de carácter axiológico, sobre la base valórica que se erigirá como alternativa a los valores que propone, o impone, el neoliberalismo.

En la medida en que estas, y otras interrogantes similares, sean abordadas de manera consistente y pormenorizada, será más fácil para los distintos proyectos de izquierda, y para la ciudadanía, establecer diferencias y similitudes entre ellos, así como buscar síntesis y contrastes, que permitan estudiar las reales posibilidades de un acuerdo. Se trata, por tanto, de un desafío preponderantemente ideológico, no electoral.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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