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Chile Vamos: como perros y gatos Opinión

Chile Vamos: como perros y gatos

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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En el desorden, crisis total de conducción y gobernabilidad que muestra el Gobierno hoy, el Presidente Piñera parece cada vez más lejano a aportar una solución, pese al esfuerzo que hizo el 26 de octubre cuando citó a las directivas de partidos y otros tantos dirigentes, que se conectaron por Zoom, a una especie de charla TED en que llamó a la unidad del sector. De ahí en adelante, los problemas se multiplicaron. Si sus ministros no son capaces de ordenar a los suyos, lo lógico sería que el Mandatario intentara imponer su liderazgo, pero cuando dirigentes de Chile Vamos declaran que este Gobierno de acabó, las posibilidades de que aquello ocurra son mínimas.


“Este Gobierno se acabó”. La frase no es de un dirigente opositor, sino de Francisco de la Maza (UDI) y representa la crisis actual del oficialismo. Desafectados de un Gobierno que no supera el 15% de apoyo, viviendo aún la dulce venganza de los que fueron duramente atacados por jugársela por el Apruebo y que luego le restregarían el 78% a aquellos que habían sido despiadados en la crítica, como los Allamand-Cubillos. Divididos profundamente en la visión del futuro del país entre los ultraconservadores y los liberales, presionados por el “opositor” José Antonio Kast para ingresar al pacto, y Evópoli “congelado”. Pero faltaba la guinda de la torta. El segundo retiro se convirtió en la demostración de que las bases ideológicas de la derecha –sumado esto al fin de la Constitución de Pinochet– se desmoronaban por completo, como el Gobierno, según el exalcalde de Las Condes.

Y aunque los problemas en el oficialismo se arrastran desde hace bastante tiempo, las cosas se han puesto tan cuesta arriba, que se hace difícil pensar que Chile Vamos pueda sostenerse hasta el fin del mandato de Piñera. Algo parecido a lo que ocurrió en la última fase de Bachelet 2, cuando la entonces Nueva Mayoría se empezó a desintegrar con la desafección de la DC. Porque, convengamos que habían preparado un plan para “el día después” de la derrota estrepitosa el 25/0, que, más que unirlos, terminó por agudizar las diferencias que el plebiscito dejó al descubierto. Guerra de guerrillas protagonizadas por la UDI-RN, con ataques directos a ministros –ni la oposición ha tratado a Monckeberg como lo hizo el gremialismo– y pasadas de facturas mutuas, por el avance del proyecto del 10%.

[cita tipo=»destaque»]En la misma entrevista que citaba al comienzo, Francisco de la Maza –el UDI más cercano a Lavín– daba su opinión sobre el Presidente Piñera: “Tiene una mirada demasiado focalizada en el trabajo del día a día y no tiene la capacidad para mirar en grande, de ser un visionario, un estadista”. Está en lo cierto el exalcalde, este Gobierno se acabó. Y parece que Chile Vamos también.[/cita]

Sin duda, el Gobierno no solo llegó tarde a esta discusión, sino que además no fue capaz de presentar alternativas que convencieran a sus parlamentarios para alinearlos. Primero, el ministro Briones había advertido que, en caso de que este proyecto se aprobara, el Gobierno le quitaría la urgencia a la reforma de pensiones. Luego, intentó convencer a Chile Vamos que presentaría un proyecto alternativo que permitiera que las personas con enfermedades terminales pudieran retirar todos sus ahorros. A continuación, “amenazó” con recurrir al Tribunal Constitucional en caso de que la ley se apruebe. A tal nivel de confusión llegó La Moneda, que sus ministros desplegaron relatos distintos y ofertas diferenciadas a los distintos partidos de Chile Vamos.

Sin duda, el ministro más damnificado en esta guerra interna ha sido Ignacio Briones, a quien los suyos calificaron de “fantasma”. El hecho de que su partido planteara el congelamiento a pocos días de la votación que permitió la renuncia de Víctor Pérez, fue considerado una afrenta por la UDI y la revancha no se hizo esperar. Pero también la UDI las emprendió contra el ministro de la Segpres. Los “conservadores” personalizaron en Cristian Monckeberg la derrota sufrida en manos de los “liberales”, lo acusaron de mal manejo político con el Parlamento y “gestión deficiente”, según Jacqueline van Rysselberghe.

También es cierto que la pugna entre el sector más duro de la derecha y el más liberal –cuyo líder es el ministro Mario Desbordes– se está dando también al interior de los partidos. La UDI ya no sabe cómo lidiar con su verdadera crisis de identidad. Sus dos figuras más relevantes, Joaquín Lavín y Rodrigo Delgado, corresponden a UDI que lo que menos tienen es de UDI. La propia Van Rysselberghe señaló –amargamente– que no valía la pena “tener parlamentarios que engrosan las filas, pero que actúan con la izquierda” y que era la hora de recuperar el alma de la colectividad que preside. Sin embargo, también insistió en que Lavín estaba actuando con las ideas de ese partido, pese a que se ha declarado socialdemócrata, votó Apruebo y ha respaldado los retiros previsionales. En Renovación Nacional, los derrotados en el plebiscito creen que son mayoría y nuevamente intentan –Allamand, Schalper, Larraín– bloquear a Desbordes e incluso sacar a Monckeberg. Se sabe que están buscando que Teodoro Ribera reemplace al ministro de la Segpres.

Evópoli transita por el desierto hace rato, desde que se desdibujó como la carta que introduciría modernidad en la derecha –de evolución política muy poco– y terminó como el partido más conservador de todos, abandonando la opción Apruebo a última hora y siendo la única colectividad en que todos sus parlamentarios votaron contra el proyecto de retiro. Ha tratado de ser el partido más oficialista de todos, pese a que la UDI los bombardeó permanentemente hasta quitarles “el cupo” de Interior. Y, por supuesto, el PRI no existe.

En este desorden, crisis total de conducción y gobernabilidad que muestra el Gobierno hoy, el Presidente Piñera parece cada vez más lejano a aportar una solución, pese al esfuerzo que hizo el 26 de octubre cuando citó a las directivas de partidos y otros tantos dirigentes, que se conectaron por Zoom, a una especie de charla TED en que llamó a la unidad del sector. De ahí en adelante, los problemas se multiplicaron. Si sus ministros no son capaces de ordenar a los suyos, lo lógico sería que el Mandatario intentara imponer su liderazgo, pero cuando dirigentes de Chile Vamos declaran que este Gobierno de acabó, las posibilidades de que aquello ocurra son mínimas.

La última oportunidad de lograr ordenar algo el barco es Rodrigo Delgado. El exalcalde, que parece actuar como primer ministro por estos días, ha intentado acercar a las directivas de los partidos y entregar un mensaje de unidad. Sin embargo, más allá de las buenas intenciones, tiene la titánica misión de lograr alinear a su sector para revertir la votación en el Senado del segundo retiro. El objetivo es que logren reponer las restricciones que los diputados rechazaron con el voto de 48 de parlamentarios de Chile Vamos y condicionar el proyecto a la reforma de pensiones, algo que se ve prácticamente imposible. Y claro, en paralelo, Delgado también tendrá que sortear el fuego amigo y mostrar sus primeras cartas en el manejo de Carabineros.

En la misma entrevista que citaba al comienzo, Francisco de la Maza –el UDI más cercano a Lavín– daba su opinión sobre el Presidente Piñera: “Tiene una mirada demasiado focalizada en el trabajo del día a día y no tiene la capacidad para mirar en grande, de ser un visionario, un estadista”. Está en lo cierto el exalcalde, este Gobierno se acabó. Y parece que Chile Vamos también.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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