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Apuesta por los pueblos originarios Opinión

Apuesta por los pueblos originarios

Jorge Costadoat
Por : Jorge Costadoat Sacerdote Jesuita, Centro Teológico Manuel Larraín.
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A muchos esta parecerá una concesión obligada a tiempos de pluralismo o un modo de conjurar la rebelión en La Araucanía, pero quienes piensen que estas han de ser las razones para hacer un espacio a estos pueblos, estarán en un error. Nuestros pueblos originarios no pueden ahora ser objeto de un beneficio. Son sujetos. Tratarlos como si fueran meros destinatarios del favor del Estado, constituye otro acto más de atropello de su honor. No son objetos que se usan y desechan dependiendo de la ventaja que devenguen. Solo vale para ellos un reconocimiento auténtico, uno que los considere nación y les devuelva la autonomía que alguna vez les quitaron, al menos en los términos en que lo han hecho otros países multinacionales.


Apuesto por los pueblos originarios. Harán un gran aporte al país y al proceso constituyente en particular. Miro de reojo a quienes digan lo contrario. Los anoto en una libretita. Hasta ahora me ha llamado la atención que el país no haya caído suficientemente en la cuenta de la importancia del reconocimiento que se ha hecho de los pueblos quechua, aimara, rapa nui, atacameño, chango, yagán, colla, kaweskar, diaguita y mapuche, incorporándolos al proceso constituyente.

A muchos esta parecerá una concesión obligada a tiempos de pluralismo o un modo de conjurar la rebelión en La Araucanía. Pero quienes piensen que estas han de ser las razones para hacer un espacio a estos pueblos, estarán en un error. Por cierto, es obvio que no comenzarán a existir desde ahora, pero el reconocimiento de su realidad y dignidad hará posible el despliegue de una riqueza negada.

[cita tipo=»destaque»]Mi apuesta es un acto de fe en sentido estricto. Apuesto, intuyo, creo que estos pueblos y los demás constituyentes redactarán la Constitución que el país necesita. Lo creo, pero también tengo razones para imaginarlo, porque no estamos en cero. El mestizaje constituyó a Chile. En cambio, el puritanismo, el desconocimiento del origen, la negación de las diferencias, el despojo y la mirada en menos de los pueblos humildes, lo destruye. Si existe Dios, creo que cree en los pueblos originarios y espera mucho de ellos.[/cita]

Nuestros pueblos originarios no pueden ahora ser objeto de un beneficio. Son sujetos. Tratarlos como si fueran meros destinatarios del favor del Estado, constituye otro acto más de atropello de su honor. No son objetos que se usan y desechan dependiendo de la ventaja que devenguen. Solo vale para ellos un reconocimiento auténtico, uno que los considere nación y les devuelva la autonomía que alguna vez les quitaron, al menos en los términos en que lo han hecho otros países multinacionales.

Estos hermanos y hermanas nuestros nos enseñarán a luchar, a resistir y a adaptarnos. Ellos y ellas son capaces de enamorarse de otras maneras. Su medicina es holística, hondamente humana y terrena. Los ingenios que tengan para reconciliarse habría que conocerlos. Puedo suponer que saben oler olores, oír sonidos, gustar con la lengua y sentir la cercanía de los demás como no lo hacemos el resto de los chilenos. Sí sé que se saben pertenecientes a un cosmos que les ama y que respetan, pues la suya es una gran mística del cuidado. Sus espiritualidades, estoy seguro, enriquecerán nuestros estilos de vida agostados ya de tanto consumismo. Si alguien duda que tengan alma humana, saco mi libretita y averiguo el nombre de su profesor de religión.

En la medida que los chilenos y estos pueblos bajen las defensas y avancen en los reconocimientos, Chile hará espacio a fusiones culturales mayores que las que ya se han dado, las violentas para hacernos peores, y las pacíficas, mejores. De síntesis culturales depende el futuro del país mucho más que de las alzas del PIB. Por de pronto, los cristianos y cristianas que pasen por el bautismo de estas versiones de humanidad, saldrán más parecidos al Jesús humilde que conversaba y aprendía de todos.

De momento, mi apuesta es por el aporte de los pueblos originarios al proceso constituyente. Algo me dice que ellos pondrán color, empatía, küme mogen, oxígeno, escucha, piel, humildad, ideas nuevas, originalidad, deseos de levantar un país amistoso, defensor de la naturaleza y atento para desenmascarar los mecanismos de invisibilización.

Tal vez ellos, al igual que yo, no sepan a ciencia cierta qué le conviene a Chile, si un régimen presidencialista, semi-presidencialista, presidencialista atenuado o parlamentario. Pero, como muchos de los demás, agradecerán una explicación de estas diferencias para sumarse a la mejor alternativa. Solo los ignorantes aprendemos. ¿Quién está en condiciones de saber qué Constitución le conviene al país saltándose las discusiones por venir? Si alguno levanta la mano, saco la libretita y pregunto por sus preferencias partidarias. En cualquiera de las sesiones de las comisiones que se creen, se necesitará gente de buen corazón que ponga humor y humanidad, ingredientes indispensables para facilitar los acuerdos. Una Constitución representativa se conseguirá con amor, dirá Martha Nussbaum.

Mi apuesta es un acto de fe en sentido estricto. Apuesto, intuyo, creo que estos pueblos y los demás constituyentes redactarán la Constitución que el país necesita. Lo creo, pero también tengo razones para imaginarlo, porque no estamos en cero. El mestizaje constituyó a Chile. En cambio, el puritanismo, el desconocimiento del origen, la negación de las diferencias, el despojo y la mirada en menos de los pueblos humildes, lo destruye. Si existe Dios, creo que cree en los pueblos originarios y espera mucho de ellos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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