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La emoción se toma la Convención Opinión

La emoción se toma la Convención

Desde hace 10 meses venimos observando la conversación de dos grupos de personas de clase media en torno al proceso constituyente como parte del proyecto Contexto. Doce sesiones a la fecha, 6 informes que reflejan cómo el mismo grupo de personas ha ido experimentando el cambio más grande que haya vivido la República en un marco democrático. Se abre, de este modo, un proceso constituyente inédito, no solo por sus características sino también por el contexto en que se desarrollará (campañas electorales, nuevo Gobierno, pandemia y crisis económica). Los relatos recogidos durante estos 10 meses señalan que, pese a todo lo vivido, el proceso constituyente ha sido un gran generador de emociones que, de alguna manera, implicó altas tasas de participación electoral en octubre del año pasado y un cambio en las elecciones de representantes en mayo. Mantener esa emoción pasa por garantizar canales de información, transparencia y participación acordes a las expectativas. 


Gabriel Boric lee poemas en sus apariciones mediáticas; Ximena Rincón señala que la política es sin llorar; Paula Narváez abandona su habitual tranquilidad y no oculta su enojo por su marginación en las primarias de la izquierda.

Y entremedio, una ciudadanía que parece recuperar la emoción propia de la política; la que convoca mayorías, provoca debates y moviliza voluntades.

Para algunos es un riesgo: decisiones tomadas sobre la base de la emocionalidad, con el pulso de los matinales y el riesgo de que las pasiones se impongan sobre las razones. La inestabilidad política propia de los estados de ánimo cambiantes. Hace más de una década, el expresidente del Banco Central, Roberto Zahler, señalaba que “nos creemos jaguares y solo somos unos gatos mojados», para expresar la bipolaridad en nuestros estados de ánimo en materia económica. La alusión hacía referencia a una campaña publicitaria que el grupo Enersis hizo en la década de los 90. Un día somos campeones de América y al día siguiente volvemos a sacar la calculadora para conformarnos con el empate.

Ni jaguares ni gatos mojados. Desde hace 10 meses venimos observando la conversación de dos grupos de personas de clase media en torno a al proceso constituyentes como parte del proyecto Contexto. Doce sesiones a la fecha, 6 informes que reflejan cómo el mismo grupo de personas ha ido experimentando el cambio más grande que haya vivido la República en un marco democrático.

Y las emociones han ido marcando el pulso de esa conversación, pero se hace en forma paralela a un análisis de realidad. Una emocionalidad que señala ciclos: el temor, la incertidumbre derivada de la pandemia, la crisis económica y una elección sobre la que había más dudas que certezas; la alegría por un resultado inesperado en octubre del año pasado, pero también el temor de que ese resultado no se reflejara efectivamente en la composición de la Convención, que los políticos no dieran espacio a los independientes.

Y hoy –nuevamente– la alegría, con mesura y sentido de realidad, siempre alertas. «La palabra que más me describe es que estoy alerta, es que no sabes qué va a pasar. Entonces, uno tiene muchas esperanzas de cómo va a ser y cómo va a resultar” (Mujer, 37 años). Hace unos meses se sospechaba que las reglas de la elección impidieran que quienes están fuera de los círculos del poder pudiesen sentarse a escribir la Constitución. El resultado, en este sentido, es percibido como positivo por el cambio que provocó: mujeres, indígenas, independientes y mucha gente de sacrificio y “anónima” logró ser electa para la Constitucional.

En cada una de estas conversaciones, siempre las exceptivas están por delante. Una especie de carrera, con desafíos por asumir, tanto por los convencionales como por los ciudadanos.

Superar del temor. «Se perdió el miedo a ese tema de que nos tenían aterrados porque íbamos a ser ‘Chilezuela’ y  Cuba, que se iban a ir los capitales, que no íbamos a tener trabajo, yo creo que ese miedo este domingo –quizás por la juventud que hay– se perdió» (Hombre, 55 años). El temor se ha ido diluyendo sobre la confianza en el proceso (algo bastante esquivo hace algún tiempo); en la convicción de que son posibles los acuerdos y en el protagonismo de los jóvenes que no vivieron el trauma de la dictadura. Hay elementos que están presentes en el relato, pero que se van modulando de diferente manera: el temor a la movilización política se confronta con la legitimidad que adquieren los cauces de participación; el impacto económico de un proceso de cambios se dimensiona, pero más se teme el uso que parte del sector privado haga de ello.

Más que temores, surgen ciertas alertas en las conversaciones: las presiones que puedan venir desde ciertos grupos, como empresas, Iglesia católica o gremios, confrontándose con la idea del derecho que tienen esas entidades a exponer sus ideas en la Convención. «Los empresarios van a tener que ir a hablar a exponer sus cosas, ¿por qué no? Los partidos políticos van a hacer sus imposiciones y así los grupos religiosos, ¿por qué no?” (Hombre, 63 años). La diferencia entre la presión y el ejercicio de un derecho estará en la transparencia con que se ejerza

Confiar en los acuerdos. Nuevamente la confianza, la que ahora se asienta en el valor de los acuerdos. Mientras una parte de la élite política decodifica los resultados desde la perspectiva de la polarización y de la disputa inmediata por el poder, el relato de este grupo de personas lo hace observando la moderación, especialmente en la forma, pero también en el fondo de la discusión. La diversidad de los constituyentes no es vista como un obstáculo, sino como una mayor posibilidad de lograr esos acuerdos. Hay una comunidad de objetivos y las diferencias estarán en los mecanismos. «Somos todos diferentes, todos probablemente vamos a luchar por lo mismo, pero vamos a querer verlo de diferentes maneras» (Mujer, 41 años). De alguna manera subsiste la idea de que los acuerdos no han sido posibles por los mismos de siempre, enfrascados muchas veces en sus propias disputas. Surgen en la conversación las alertas nuevamente y apuntan ahora al rol de los medios, tanto en la exacerbación de las diferencias como en la generación de noticias que no se ajustan a la realidad: “El resultado no es el que afecta la situación económica, sino las publicaciones. Los medios de comunicación van a estar manipulando” (Mujer, 45 años).

Asumir el desafío de la participación. Lo observamos en estudios anteriores respecto de quienes no votaban en las elecciones o de la limitada participación política de los jóvenes. La percepción de que los cauces efectivos de participación estaban taponeados, que nada iba a cambiar significativamente o, peor aún, en el caso de los jóvenes, que había un temor a la participación. La idea de una gran colusión del poder entre los políticos, los medios, los dirigentes y las empresas que cuidaban de sus intereses particulares y dejaban de lado a las otras personas. Ese tapón desapareció: las personas asumen que la participación debe ser impulsada por la propia Convención, pero también es un desafío para los ciudadanos y las ciudadanas. «No debemos cometer el mismo error de lo que pasó durante estos años. No podemos esperar que otras personas sigan decidiendo por nosotros cosas que son importantes» (Hombre, 46 años). En ese sentido, las esferas se amplían: resurge la idea de utilizar instancias ya existentes como las que disponen los gobiernos locales. Así la elección generó un respiro, al reafirmarse el sentido de protagonismo ciudadano, de las mujeres, indígenas, actores sociales, de grupos de la sociedad que no pertenecen a las tradicionales élites. Se percibe que Chile está cambiando, pero se guarda cierta cautela respecto de los pasos que vienen.

Se abre de este modo un proceso constituyente inédito, no solo por sus características sino también por el contexto en que se desarrollará (campañas electorales, nuevo Gobierno, pandemia y crisis económica). Los relatos recogidos durante estos 10 meses señalan que, pese a todo lo vivido, el proceso constituyente ha sido un gran generador de emociones que, de alguna manera, implicó altas tasa de participación electoral en octubre del año pasado y un cambio en la elecciones de representantes en mayo. Mantener esa emoción pasa por garantizar canales de información, transparencia y participación acordes a las expectativas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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