Publicidad
Autocrítica y reconocimiento de los movimientos sociales: un mar de diferencias entre Boric y Jadue Opinión

Autocrítica y reconocimiento de los movimientos sociales: un mar de diferencias entre Boric y Jadue

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
Ver Más

En Chile en las últimas décadas tuvo lugar “la gran Ruptura” entre la sociedad y la política y la ciudadanía y los partidos políticos, un quiebre que ha puesto en cuestión a las actuales fuerzas partidarias y es expresado en el profundo rechazo que generan en la gente y la baja participación electoral. Pero este fenómeno va mucho más allá de eso, pues replantea la propia forma de partido que históricamente constituyó la mediación entre la sociedad y el Estado. En ese sentido, el país está viviendo un proceso de reconstrucción constitucional que, entre otras cosas, repensará las formas en que la sociedad se organiza políticamente, lo cual incluye una reformulación de las relaciones entre la sociedad y el sistema político. En este punto, las diferencias entre los candidatos de Unidad Constituyente se separan por un océano.


Las primarias forman parte del esfuerzo permanente que desarrolla la ciudadanía por perfeccionar el sistema democrático entendido como la confluencia y articulación entre la democracia representativa y diversas formas de democracia directa. En este caso, la idea básica es que tanto las personas organizadas en los partidos que convocan la primaria, como el gran mundo de las independientes, decidan quién debe encabezar la propuesta política que representan las diversas coaliciones. Pese a que las organizaciones que convergen en una primaria comparten líneas programáticas esenciales, la pregunta obvia es por qué votar por uno u otro candidato. Y es que está en juego la capacidad que tenga el elegido para entender la situación que vive el país, los procesos en marcha, los clivajes fundamentales, y los nudos que deben ser resueltos para superar la crisis integral que nos afecta. 

A diferencia de Gabriel Boric, varias actitudes de Daniel Jadue han puesto en cuestión dos pilares que son indispensables para reunir esa idoneidad y liderazgo: 1) el reconocimiento pleno del rol singular e importante que seguirán desarrollando los movimientos sociales y el mundo independiente respecto de los partidos y 2) la facultad para ejercer una honda autocrítica,  que permita a los partidos de izquierda evolucionar para contribuir de la mejor manera a las transformaciones estructurales que hoy movilizan a Chile. 

El análisis de esto tiene, al menos, dos componentes: el papel histórico que como personas han jugado, y el papel desempeñado por la organización política a la que pertenecen. Sobre el primer aspecto, como ya lo hemos analizado (https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/columnas/2021/05/23/boric-versus-jadue/), ambos candidatos muestran desempeños muy diversos e incluso contrastantes.  

Pero, junto al carácter histórico de los desempeños individuales y de las organizaciones a las que pertenecen, emerge como un criterio crucial la manera como los candidatos evalúan el proceso histórico abierto por la rebelión popular del 18.0. Las respuestas de ambos candidatos a una pregunta del periodista Freddy Stock en el debate organizado por Red Televisión el miércoles 7 de julio, entrega elementos cruciales para tal análisis. El periodista llamó la atención sobre que el día de la primera reunión de la Convención Constituyente se escuchó el grito “el pueblo unido avanza sin partidos”; a la luz de ello y de lo que se viene viviendo desde el estallido social, los interpeló: ¿en qué momento creen que la izquierda chilena se fue alejando de este pueblo que dice avanzar hacia los cambios sin partidos políticos?

Jadue no responde la pregunta. Sus palabras toman un curso distinto. Sin aclarar a qué se refiere, señala que a su juicio “son procesos mucho más complejos”. No parece compartir la afirmación que todos los partidos de izquierda, incluyendo el suyo, se hayan alejado del este pueblo que hoy dice avanzar hacia los cambios sin partidos políticos, e inmediatamente afirma que quienes sostienen aquella consigna sufren algo así como una enfermedad infantil: “Yo creo recordar que hace más de 20 años algunos compañeros tenían exactamente el mismo discurso, en contra de los partidos, y eran partidarios del movimiento social, y algunos decían que éramos traidores y vendidos porque participábamos en la institucionalidad de la dictadura”.  Para Jadue, el futuro de actores como la Lista del Pueblo esta claro, remarcando que: “Quiéranlo o no, todos los que en algún minuto de la historia han sido contrarios a los partidos políticos terminan conformando partidos políticos.” Así,  pese a que Jadue ha enfatizado  en la franja televisiva que él estuvo desde el primer día de la rebelión popular, lo cierto es que para él lo que algunos señalaban hace 20 años atrás parece no diferenciarse del “discurso” que están sosteniendo fuerzas políticas que surgieron en el marco del 18.0. Probablemente la Lista del Pueblo y los otros movimientos nacidos antes y desde el estallido (que, contra todas las expectativas, eligieron constituyentes) no compartirían la percepción de Jadue de que se trata de un mero discurso y que eventualmente se adaptarán plenamente al funcionamiento partidario que critican. Ellos no solo hablaron, se la jugaron en los meses de octubre y noviembre y más allá, hasta generar el “momento constitucional” que dio origen al acuerdo del 15.N y las reformas constitucionales posteriores que abrieron paso al plebiscito que terminó con la Constitución del 80 y permitió la elección de la Convención Constitucional (CC) paritaria (la primera en el mundo) y con escaños reservados para pueblos originarios, culminando con la elección de Elisa Loncón como presidenta de la CC. Pero eso no paró ahí: contra múltiples dificultades y funcionando fuera de la lógica partidaria, la Lista del Pueblo logró movilizar a nuevos sectores y elegir 27 constituyentes (20 más que los 7 del Partido Comunista) que, sumados a los de otras listas similares, reúnen en torno a 40 constituyentes.

Pero para Jadue, el 18.0 no tiene nada que enseñarle a él ni al Partido Comunista. En los 109 años de existencia del partido, dice Jadue, ellos siempre se mantuvieron en el movimiento social, “pues no creíamos en esta dicotomía”. Se deduce de esta afirmación que el quiebre que existe entre el sistema político y la ciudadanía/los movimientos sociales no le concierne al Partido Comunista, aunque haya formado parte del gobierno de la Nueva Mayoría. Aparentemente, la baja participación electoral en Chile (mucho menor que otros países latinoamericanos y más allá) no es problema del Partido Comunista. A Jadue le gusta reiterar que la Concertación perdió dos millones de votos; tiene razón en ello, pero no se pregunta por qué esos votos no emigraron hacia su partido, que durante los últimos 30 años ha obtenido en promedio poco más del 5% de los votos del electorado efectivo. Con la certeza que le da su militancia señala condescendientemente “Más allá de si les gusta los partidos que hay y los candidatos que hay, finalmente tengo la convicción de que una parte importante de La Lista del Pueblo hoy día ya está discutiendo la necesidad de constituir una orgánica que les permita desarrollar vocación de poder y transformarse en una alternativa de gobierno”.

Sin duda que los independientes tienen voluntad de poder, pero el tema es otro. Como señaló Boric al responder a la misma pregunta de Stock: “Lo que sí creo y estoy convencido es que la política tiene que entender que no es patrimonio exclusivo de los partidos políticos y de los actualmente constituidos y que por tanto es necesario abrirse a nuevas formas de organización y tratar de entender esas nuevas formas de organización que están representando a ese sector de chileno(a)(e)s que antes no se sentían representados por los partidos políticos tradicionales y estos partidos tradicionales no pueden tenerle miedo a esas nuevas formas de organización …” 

El 18.0 representó la culminación de un largo y amplio proceso de movilizaciones que inició un cambio radical en la historia de Chile. Un cambio que, como ha señalado con mucha agudeza Manuel Antonio Garretón, se inserta en un período de transformaciones globales de largo aliento: el paso de la sociedad industrial a la digital, de la sociedad patriarcal a una nueva relación entre los géneros y la reestructuración profunda de la forma en que los seres humanos se relacionan con la naturaleza.

En Chile en las últimas décadas tuvo lugar “la gran Ruptura” entre la sociedad y la política y la ciudadanía y los partidos políticos, un quiebre que ha puesto en cuestión a las actuales fuerzas partidarias y es expresado en el profundo rechazo que generan en la gente y la baja participación electoral. Pero este fenómeno va mucho más allá de eso, pues replantea la propia forma de partido que históricamente constituyó la mediación entre la sociedad y el Estado. En ese sentido, el país está viviendo un proceso de reconstrucción constitucional que, entre otras cosas, repensará las formas en que la sociedad se organiza políticamente, lo cual incluye una reformulación de las relaciones entre la sociedad y el sistema político.

Estas son las dimensiones profundas de los cambios que está viviendo el país, y que parecen escapar al análisis de Jadue. Esto en todo caso no es raro pues el partido comunista mantiene en lo básico la estructura tradicional de los partidos de esa tradición, caracterizados por la existencia de una muralla inexpugnable entre la deliberación partidaria interna y la deliberación política de la ciudadanía y una visión de los movimientos sociales como subordinados al partido, el cual representa, desde su perspectiva, la instancia mayor de la conciencia transformadora, conciencia a la cual los movimientos sociales no pueden acceder plenamente.

Por el contrario, la respuesta de Boric a la misma pregunta, y diversas expresiones a lo largo de su campaña y trayectoria política evidencian una visión abierta y autocrítica que da cuenta de su capacidad para entender los nudos que deben ser resueltos y las coordenadas de una nueva hoja de ruta para el país. El también cree profundamente en la capacidad transformadora de los partidos políticos de izquierda, pero, a diferencia de Jadue, esta convicción se basa en una gran apertura a escuchar seriamente y a reconocer y aprender de las críticas que, mediante diversas formas, manifiesta la ciudadanía.

Destaca la capacidad de Boric, tanto para reconocer y enmendar errores (como el apoyo a la ley antisaqueos) como para realzar los triunfos y fortalezas de su proyecto político. Además, visualiza a los movimientos sociales como fuerzas independientes pero profundamente complementarias al trabajo de los partidos precisamente porque no se ajustan a los cálculos y estructuras partidarias y porque enfatizan la cercanía a las bases, características que hacen de ellos una fuente constante y necesaria de presión para que los partidos políticos enfrenten sus puntos ciegos, re-imaginen las formas de hacer política, y evolucionen junto con las cambiantes demandas y necesidades de la ciudadanía.

Esta relación virtuosa que permita encarar el desafecto ciudadano y renovar la institucionalidad democrática sólo será posible con líderes como Boric que están dispuestos a “no tenerle miedo a esas nuevas formas de organización”, que no consideran el sentimiento anti partidos como sólo un discurso transitorio que no los concierne, y que ven en las críticas una valiosa oportunidad de mejoría. Como vemos, es muy sustantivo lo que se juega en esta primaria.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias