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¿Guerra en Ucrania? Opinión

¿Guerra en Ucrania?

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Ambos bandos han movilizado tropas junto a flotas aéreas y oceánicas. La OTAN ha enviado armamento a los ucranianos, los rusos alistan fuerzas no solo en el flanco sur y este de Ucrania, también mueven fuerzas por el territorio de su aliado Bielorrusia. Estados Unidos ha evacuado a familias de diplomáticos de Kiev y los británicos también. Se podría pensar que estamos ante una clásica maniobra de crisis: ambos bandos amenazan con el uso de su fuerza militar, pero en realidad lo que quieren es presionar al otro para que acepte sus condiciones. Sin embargo, las crisis pueden escalar, ya sea por decisión racional o por “errores de teniente”, ocasionados en un frente amplísimo donde, al final, en la primera línea se ubican oficiales subalternos que con un acto fallido pueden desencadenar un gran conflicto.


Preocupantes noticias llegan desde la frontera ruso-ucraniana. Movilización de tropas en ambos bandos, alistamiento de la flota OTAN, aprestos que van desde el Báltico hasta el Mar Negro. ¿Cuáles son las causas de este conflicto? ¿Puede escalar más? ¿Qué consecuencias traería? ¿Impactaría a América Latina?

En lo más inmediato de los antecedentes estaría la llamada guerra del Donbáss, el 2014. En esa oportunidad, luego de fuertes enfrentamientos políticos en Ucrania, entre partidarios de un mayor acercamiento a Europa versus a sectores pro rusos, estalló un conflicto que generó la emergencia de territorios que se separaron de Ucrania, en la frontera con Rusia. Además, este último país se apropió de la península de Crimea, lo que después fue ratificado por un plebiscito local. La paz se ha mantenido con dificultades desde entonces y ambos bandos se denuncian recíprocamente.

En una interpretación más larga, muchos analistas ubican el inicio del conflicto en la desintegración de la Unión Soviética, y la emergencia de diversas repúblicas que acompañaron a Rusia en esa experiencia, entre ellas, Ucrania. Cuenta la leyenda –no hay comprobación documental de ello– que una de las condiciones que habría aceptado la entonces URSS en sus últimos momentos, fue que la OTAN no se expandiría hacia el Oriente. Pero la OTAN sí lo hizo y ello siempre fue denunciado por Rusia como una amenaza a su seguridad. Esa expansión de la OTAN generó conflictos, llegándose a una breve pero cruenta guerra con Georgia, en agosto del 2008. En esa oportunidad, las tropas rusas acudieron en apoyo de las fuerzas de Osetia del Sur y Abjasia, pertenecientes a enclaves de mayoría rusa.

En la guerra del Donbáss las fuerzas separatistas pro rusas generaron dos enclaves, las llamadas repúblicas de Donetsk y Lugansk, ambas contiguas a la frontera rusa. El alto al fuego se estableció y se ha mantenido con escaso rigor. Desde entonces se producen cotidianos choques entre los separatistas y las fuerzas ucranianas leales al gobierno central.

El interés del gobierno de Kiev por ingresar a la OTAN se acentuó después de la guerra de 2014, y ello es denunciado por Moscú como una amenaza a su seguridad. En los últimos días la situación se ha agravado. Ello ha motivado el establecimiento de un diálogo directo entre el canciller ruso Lavrov, y el secretario Blinken del Departamento de Estado de EE.UU. Es decir, en la mesa de negociación están las dos potencias, pero no están los ucranianos. No pocos recuerdan las negociaciones entre Hitler y los líderes de Francia e Inglaterra decidiendo la suerte de Checoslovaquia, antes de la Segunda Guerra. Hasta ahora las negociaciones no han detenido el agravamiento de la crisis. Moscú niega planes de invasión a Ucrania, mientras que la OTAN se prepara, aunque en el bando occidental hay matices.

En efecto, una cosa es la OTAN (alianza militar de la mayoría de los países europeos con EE.UU. y Canadá) y otra es la Unión Europea. Esta última, con gobierno en Bruselas, muestra diversidad de puntos de vista respecto a esta crisis. Mientras algunos países, como el Reino Unido, Francia y España se movilizan, otros, como la poderosa Alemania, practican la prudencia.

¿Hay peligro real de guerra?

Los dos bandos proclaman que no, pero ambos han movilizado tropas junto a flotas aéreas y oceánicas. La OTAN ha enviado armamento a los ucranianos, los rusos alistan fuerzas no solo en el flanco sur y este de Ucrania, también mueven fuerzas por el territorio de su aliado Bielorrusia. Estados Unidos ha evacuado a familias de diplomáticos de Kiev y los británicos también. Se podría pensar que estamos ante una clásica maniobra de crisis: ambos bandos amenazan con el uso de su fuerza militar, pero en realidad lo que quieren es presionar al otro para que acepte sus condiciones. Sin embargo, las crisis pueden escalar, ya sea por decisión racional o por “errores de teniente”, ocasionados en un frente amplísimo donde, al final, en la primera línea se ubican oficiales subalternos que con un acto fallido pueden desencadenar un gran conflicto.

No es posible hoy vaticinar si habrá o no un conflicto militar de proporciones, pero sí podemos delinear qué ocurriría si ello se produjera.

Estallada una conflagración mayor, aun cuando fuese por pocos días, el impacto en la economía global sería enorme, asumiendo que ya estamos en momentos complejos. Asimismo, un estallido bélico promovería una tremenda migración ucraniana hacia Occidente, y lo más probable es que muchos países europeos sufriesen profundas desestabilizaciones políticas. En suma, más problemas en una ya agitada agenda global.

¿Y cómo repercutiría todo esto en América latina?

Estamos lejos del teatro de operaciones, eso es cierto, pero formamos parte de una economía globalizada. Y un desajuste del mercado mundial nos golpearía más. Sin contar con los impactos políticos y las presiones que recibiríamos para tomar partido en el conflicto.

Lo que es evidente es que este y otros conflictos dan cuenta de que ya no estamos a inicios de la post Guerra Fría, cuando el peso del unipolarismo occidental era abrumador. Hoy la agenda global es disputada por muchos actores, China para empezar, y no son pocos los que explican la conducta de Rusia como un afán por ser tomada en cuenta en la nueva gobernanza global.

¿Algo nuevo bajo el sol? En 1918, Francia e Inglaterra cometieron un grave error y pecaron de soberbia. Pensaron que Alemania estaba liquidada y le impusieron en Versalles condiciones humillantes. En 1990, Occidente quizás pensó que Rusia estaba en el suelo y también la humillaron y le pusieron condiciones muy difíciles. Hoy, Rusia se recuperó y, si bien no es una economía pujante, preserva una gran capacidad militar.

En los próximos días asistiremos a un desenlace de esta crisis. Chile, al igual que el resto de los países latinoamericanos, poco puede hacer cuando están en juego los intereses de las grandes potencias. Pero sí podemos prever estrategias que nos permitan aminorar los escenarios de riesgo que pueden presentarse, lo que vale para las actuales autoridades y también para las que vienen.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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