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Chile y su aporte a la paz mundial Opinión

Chile y su aporte a la paz mundial

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Desde el retorno de la democracia, Chile participó decididamente en diversas operaciones de paz (Opaz) al amparo de resoluciones de Naciones Unidas. En el pasado ya habíamos participado, a nivel de observadores (unos pocos oficiales), en la región de Cachemira (frontera indo-pakistaní) y en los Altos del Golán (frontera sirio-israelí). En democracia eso se elevó a nivel de contingente: infantes de marina en Camboya, pelotones de aviadores en Iraq, pelotón de helicópteros en Timor Oriental y, sobre todo, el numeroso contingente de soldados, marinos, aviadores, carabineros y PDI en Haití, en el marco de Minustah.


La preservación de la paz es uno de los objetivos prioritarios de nuestra diplomacia. Para empezar, por el amplio consenso nacional en esta materia, uno de los principios rectores de nuestra política exterior desde nuestros inicios republicanos. Pero no todo se reduce a un convencimiento moral. La paz también es el mejor escenario para el desarrollo de nuestros Intereses Nacionales. Un mundo lleno de conflictos, desgarrado por enfrentamientos diversos, se torna uno amenazante para todos. Qué decir de la economía global, donde la violencia ahuyenta el desarrollo. Vital para los países que buscamos alcanzarlo.

Por estas y muchas razones, la diplomacia chilena siempre ha sido partidaria de una cooperación plena en la construcción de la paz. Contribuyendo en la medida de nuestros esfuerzos. En esto podemos utilizar vías bilaterales, acudiendo a los pedidos diversos que nos formulan países amigos, especialmente en la formación de personal y el intercambio de experiencias. O con mecanismos ad hoc, como en el pasado formamos parte del Protocolo de Río, que permitió una solución política a los diferendos entre Ecuador y Perú. O, más recientemente, cuando acudimos a las negociaciones de paz en Colombia a pedido tanto del Gobierno de ese país como de las FARC.

Desde el retorno de la democracia, Chile participó decididamente en diversas operaciones de paz (Opaz) al amparo de resoluciones de Naciones Unidas. En el pasado ya habíamos participado, a nivel de observadores (unos pocos oficiales), en la región de Cachemira (frontera indo-pakistaní) y en los Altos del Golán (frontera sirio-israelí). En democracia eso se elevó a nivel de contingente: infantes de marina en Camboya, pelotones de aviadores en Iraq, Pelotón de helicópteros en Timor Oriental y, sobre todo, el numeroso contingente de soldados, marinos, aviadores, carabineros y PDI en Haití, en el marco de Minustah.

Desgraciadamente en los últimos años nuestra presencia ha ido decayendo, hasta llegar a niveles ínfimos en el Gobierno anterior. ¿El mundo se puso más pacífico? Por supuesto que no. Cualquiera sea la explicación, la presencia hoy de Chile en misiones de Naciones Unidas es casi inexistente. Actualmente participa un total de medio centenar de efectivos chilenos en este tipo de operaciones: poco más de 15 en Bosnia, un número similar en Chipre. La perla de esta disminución es nuestra misérrima presencia en la operación de paz en Colombia (que debiera ser quizás la primera prioridad, dada la cercanía regional), hoy tenemos destacados 7 observadores: dos Fach, un militar, un naval, dos carabineras y un PDI.

Proporcionalmente, nuestro aporte a las fuerzas de paz de la ONU hoy en día se reduce a menos del 0.1% del total de nuestras FFAA, descontando los pocos elementos policiales.

No faltarán los que digan que el país no tiene recursos, los que siempre son escasos. Pero sucede que ONU paga un estipendio por efectivo (igual, sea soldado raso o general), que en el pasado llegaba a los 1000 dólares mensuales, además de proveer la mantención y la logística necesaria, incluida la depreciación de algunos equipos producto de su empleo (caso helicópteros).

Las Operaciones de Paz además son un excelente mecanismo para entrenar en tiempo real a nuestro personal. Un piloto de helicóptero en Chile con suerte puede volar 20 horas al mes, para no perder sus habilidades. En Opaz esa cifra se puede multiplicar varias veces. Un piloto puede adquirir en pocos meses en Opaz una experiencia que en Chile tardaría años. Qué decir de la experiencia en despliegue, alistamiento, interoperabilidad con otros ejércitos. Además, como las Opaz quedan bajo el mando del Estado Mayor Conjunto, es un excelente mecanismo de planificación y construcción de doctrina conjunta. Diplomáticamente concede otro nivel a nuestra presencia en Naciones Unidas y nos permite potenciar nuestro trabajo con el estratégico Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la PAZ (DPKO).

Pero, por sobre todo, nuestra presencia en Opaz, a la altura de nuestras capacidades, potenciaría nuestra diplomacia, nuestra estatura estratégica, profundizaría nuestras alianzas y amistades. Haría realidad el concepto de que Chile es una mano amiga desde el sur, amiga y también firme.

Todos vemos a diario el drama de la guerra en Ucrania, en algún momento se acordará el alto al fuego, y sería una excelente oportunidad para que Chile contribuya en concreto a la construcción de la paz, en el marco de ONU, a estabilizar esa sufrida región. Podríamos aportar medios navales que patrullen el Mar Negro, escuadrillas de nuestra flota aérea contribuirían a cuidar corredores humanitarios y, no me cabe duda, podríamos desplegar en muy poco tiempo a nuestras fuerzas especiales para que ayuden a separar a las fuerzas beligerantes.

La diplomacia no se compone solo de declaraciones políticamente correctas, ni la defensa de nuestros intereses se agota en la protección de nuestras fronteras. Tenemos capacidades, podemos aportar más que el 0.1% de nuestra fuerza. Son decisiones políticas, y no tengo ninguna duda de que nuestras Fuerzas Armadas responderían con velocidad y profesionalismo.

No vivimos en un mundo de paz, donde desaparecieron los conflictos. La estrategia y la seguridad de nuestra nación convocan a asumir la realidad; la mejor manera de solucionar los conflictos es asumiendo que existen y colaborando en su solución. Por la paz global, por la prosperidad que ella acarrea y por los superiores intereses de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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