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Boric (Bachelet y Lagos) y la operación rescate de la Convención Opinión

Boric (Bachelet y Lagos) y la operación rescate de la Convención

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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Sin duda, aún estamos a tiempo para que las y los convencionales asuman el desafío de reencauzar algunos aspectos que no generan consensos –como el sistema político o de justicia– y reencantar a una ciudadanía que mayoritariamente quiere y espera cambios, pero que hoy tiene legítimas dudas. Un sector de la derecha y algunos poderes fácticos no abandonarán su objetivo de rechazar sin ver el texto, pues, mal que mal, quieren que todo siga igual. Por eso creo que la jugada iniciada por el Mandatario, y que tuvo un efecto dominó, es una tremenda oportunidad para que en estos tres meses que quedan, hasta el 4 de julio, se pueda cambiar el estado de ánimo, y la Comisión de Armonización cuente con las facultades y la legitimidad necesarias para que, el 4 de septiembre, los chilenos nos pronunciemos por un texto en que, más o menos, la mayoría nos sintamos integrados.


La semana pasada, se produjo un punto de inflexión en el desarrollo de la Convención Constitucional (CC). Las tres encuestas que salieron, de manera simultánea, y que entregaban una leve ventaja a la opción Rechazo para el plebiscito de salida, encendieron todas las alarmas, incluyendo las de varios convencionales que, hasta ese día, parecían seguir protegidos por la burbuja que los tiene encerrados casi 12 horas al día. Porque lo cierto es que, pese a que lo lógico habría sido aumentar el plazo y así recuperar los 3 meses dedicados a la instalación, la Convención está haciendo un esfuerzo al borde de lo sobrehumano e irracional, revisando y despachando artículos en tiempos que no permiten ni la reflexión ni el análisis necesarios. Entiendo que el riesgo de dañar la imagen del proceso era grande, sin embargo, los mismos que critican hoy la falta de profundidad y las inconsistencias observadas en los últimos dos meses –cuando empezó la revisión de las propuestas concretas–, no fueron capaces de levantar la voz para señalar lo obvio: se requerían tres meses más para hacer las cosas bien. Cosas de nuestra política y nuestros políticos.

Si bien es cierto las encuestas hoy arrojan una distribución de tres tercios entre Apruebo, Rechazo e indecisos, la sensación térmica de las últimas semanas es que las dudas crecieron entre la gente que mayoritariamente votó por cambiar la Constitución —no olvidar que fue el 80%— y particularmente en el mundo al que podríamos denominar la “ex Concertación o ex Nueva Mayoría”. A esa atmósfera han contribuido, por supuesto, los propios convencionales, al no ser capaces de explicar los avances y el fondo de lo que han aprobado en el Pleno –que hoy ya supera los 143 artículos que tiene la Constitución actual– y la sensación de rigidez que proyectan algunos. Pero nadie podría desconocer que la prensa más conversadora –basta ver los titulares majaderos de algunos diarios– ha cumplido un rol importante en la instalación de este clima, cuestionando de manera frontal a la CC, sumado esto a la estrategia de dirigentes de la derecha, como el diputado Schalper, quien planteó en marzo que RN se dedicaría a “quitarle fuerza moral” a la Convención, algo que ciertos medios tomaron literalmente

Aquello, hasta la intervención de Gabriel Boric. El Presidente planteó que el problema no solo era comunicacional, sino que se necesitaba además buscar acuerdos que permitieran llegar a un texto con más legitimidad. Con ello, el Mandatario le dio un tremendo respaldo al proceso y, de paso, entregó una señal contundente, que fue recogida –a regañadientes– por las y los convencionales de su coalición. Pero, principalmente, Boric ayudó a descomprimir un momento complejo y dio pie a una operación salvataje.

A las pocas horas, Bachelet y Lagos se involucraron en el debate, siempre desde la perspectiva de hacer ajustes que permitan aprobar el nuevo texto en el plebiscito de salida. El ex Presidente Ricardo Lagos fue claro: hay que reencauzar la discusión para que “todos votemos Apruebo”. Y si hubo alguien que quedó descolocado la semana anterior, fue la oposición, que se estaba autoconvenciendo de que la ciudadanía no quiere cambios. Mal que mal, la derecha –encabezada por Kast, Schalper e, incluso, recientemente, Joaquín Lavín– ha tomado la actitud de rechazar lo que salga de la Convención, sin importar el texto que será votado, tal como lo hicieron cuando defendieron el Rechazo inicial y que obtuvo un paupérrimo 20%.

Así como el mundo de centroizquierda –que estaba vacilante– entró decidido a salvar el proceso, creo que las y los convencionales deben haber entendido que no basta con seguir encerrados como en un reality show, desconectados del ambiente que se ha generado alrededor de ellos. El objetivo es rescatar y legitimar el proceso, especialmente esa “fuerza moral” que Schalper y otros se propusieron arrebatarles. También deben haber entendido que la mayoría de los ciudadanos sí quiere una nueva Constitución y que lo peor que podría pasar aquí es que se rechazara esta oportunidad histórica. Eso, además de tener consecuencias político-sociales insospechadas –como los fue el 18-O–, significaría tirar por la borda un tremendo trabajo y esfuerzo que han hecho en estos nueve meses.

Aunque en lo de fondo coincido con el Presidente Boric –que este es un problema político y de flexibilidad–, creo que es urgente mejorar las comunicaciones del proceso convencional. Repito, no se puede desconocer la brutal campaña contra la CC –la semana pasada analizamos la mentira de Bernardo Fontaine–, pero ese es un hecho de la causa. Pese al giro de tono de estos días –encabezado por Gaspar Domínguez, que es un buen comunicador–, necesitan definir un relato simple, directo, que proyecte los cambios sustanciales que impactarán en la vida cotidiana de la gente. Además, resaltaría que por primera vez tendremos paridad de género en todo el aparato clave del Estado, algo de trascendencia mundial. También deben volcarse a los jóvenes –las mismas encuestas señalan que entre los 18 y 40 años apoyan decididos el Apruebo y al Gobierno de Boric–. Y, claro, podrían flexibilizar un lenguaje que hace ver más radicales algunos artículos. ¿Es tan relevante cambiarle el nombre al Senado?

Sin duda, aún estamos a tiempo para que las y los convencionales asuman el desafío de reencauzar algunos aspectos que no generan consensos –como el sistema político o de justicia– y reencantar a una ciudadanía que mayoritariamente quiere y espera cambios, pero que hoy tiene legítimas dudas. Un sector de la derecha y algunos poderes fácticos no abandonarán su objetivo de rechazar sin ver el texto, pues, mal que mal, quieren que todo siga igual. Por eso creo que la jugada iniciada por el Mandatario, y que tuvo un efecto dominó, es una tremenda oportunidad para que en estos tres meses que quedan, hasta el 4 de julio, se pueda cambiar el estado de ánimo, y la Comisión de Armonización cuente con las facultades y la legitimidad necesarias para que, el 4 de septiembre los chilenos nos pronunciemos por un texto en que, más o menos, la mayoría nos sintamos integrados.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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