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Ucrania, una pelea entre hermanos Opinión

Ucrania, una pelea entre hermanos

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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¿Cuánto más durará la guerra?, es una pregunta del millón. Aunque no es difícil augurar que solo hay dos caminos: o se sientan a negociar lo inevitable, esto es, el estatuto autonómico del Donbás y Crimea, y la neutralidad garantizada de Ucrania, como un tapón de seguridad entre la Federación Rusa y la OTAN, que es el curso pacífico final; o, el otro, en que alguien pierda los estribos, la paciencia y el control de los acontecimientos, y tenga lugar el uso de material bélico nuclear.


La guerra entre la Federación Rusa (FR) y la República de Ucrania es el conflicto bélico, del último tiempo, más parecido a un problema de asuntos familiares solucionado con uso de armas y tácticas convencionales. No tiene causa religiosa ni ideológica, solo intereses nacionales divergentes, que se busca solucionar usando, de manera intensiva, las mismas máquinas de antaño, los mismos materiales y tácticas bélicas, incluida la saturación de territorios con artillería pesada y poder aéreo. Las armas nucleares, tácticas y estratégicas, de las cuales la Federación Rusa tiene abundante stock, solo se manejan como una amenaza indeterminada que inquieta a todos.

El apoyo de la FR al separatismo en el sur del país le agrega un componente grave de guerra civil. Y acentúa su injerencia indebida en los problemas internos de Ucrania, haciendo un punto aparte en las dificultades de solución que tendría el conflicto, pero donde está el núcleo de la hermandad.

Los contendientes parecieran buscar, cada uno a su manera, generar el mayor impacto o daño político, esencialmente ante los ojos del mundo, y secundariamente ante su propia población. Considerándola un daño colateral inevitable, pues es la gente, con su sufrimiento, la que experimenta el daño más visible y significativo del mismo.

Es esta inconsistencia moral la que lleva a considerar actos de genocidio o crímenes de guerra a muchas de las acciones militares de ambos bandos, aunque los rusos llevan la delantera. Como en las afueras de Kiev, a principios de abril, o en la ciudad de Chernígov, a mediados de ese mes, y en los combates y represalias en la ciudad de Mariúpol, hace apenas unas 48 horas.

¿Cuánto más durará la guerra?, es una pregunta del millón. Aunque no es difícil augurar que solo hay dos caminos: o se sientan a negociar lo inevitable, esto es, el estatuto autonómico del Donbás y Crimea, y la neutralidad garantizada de Ucrania, como un tapón de seguridad entre la FR y la OTAN, que es el curso pacífico final; o, el otro, en que alguien pierda los estribos, la paciencia y el control de los acontecimientos, y tenga lugar el uso de material bélico nuclear.

Una rutinización del conflicto es más aparente que real y parece imposible para todo el mundo, pues la estrategia de sanciones económicas a Rusia no puede mantenerse ni profundizarse sin dañar a la economía mundial, principalmente europea. Y ya es una bomba atómica silenciosa que afecta la credibilidad de todos los actores, directos e indirectos, cuyos efectos se acrecentarán en los meses venideros.

En una columna publicada en este mismo medio, a 10 días de iniciada la guerra, sostuve que Rusia ya la había perdido porque la toma de Kiev, corazón político ucraniano, tardaba demasiado, y el cambio de gobierno en Ucrania que buscaba la agresión bélica rusa, no se producía. Al contrario, el gobierno de Volodímir Zelenski parecía fortalecerse con cada día que pasaba, y el cordón de neutralidad política a que aspira la FR se debilitaba día a día. Sostuve que, mientras más se demorara, contrario de lo que se esperaba produjera la doctrina militar de estrategia operacional rusa, la cual también mencioné, cada día de retardo debilitaba más a Rusia que a Ucrania, sin importar la diferencia militar entre ambos países.

Culturalmente en Occidente se ha impuesto una fuerte convicción de la ilegitimidad de la acción rusa, como un acto flagrante de agresión, produciéndole un confinamiento doctrinario y cultural enorme. Es, para todos los efectos, la visión negativa de la supervivencia de la antigua cultura imperial, que puso a sus pueblos en una resignada identificación histórica con las decisiones que adoptan sus zares, las que imperaban e imperan sin objeciones y como algo lejano de sus vidas cotidianas, sin otro destino que seguir y obedecer.

Pero el paso del tiempo también ha terminado por deslegitimar la arrogante postura de la OTAN. Dejando en evidencia que esta, de manera imprudente, construyó sostenidamente un cerco de seguridad en torno a la Federación Rusa. Como espejo de la convicción de representar fácticamente la idea de Francis Fukuyama sobre el “el fin de la Historia” y el triunfo de la democracia. La actuación de Zelenski y la voluntad de los ucranianos de ingresar a la OTAN, se alimentaron previamente del ingreso de Polonia, Hungría, Rumania, Letonia, Lituania, Estonia y otras a esa alianza político-militar. Y nadie, prudentemente, esperaría que Rusia no lo interpretara como un desafío a su carácter de potencia y como una ruptura de los acuerdos de los años 90 del siglo pasado, cuando colapsó la URSS, se desnuclearizó Ucrania, y su independencia y su neutralidad fueron parte de las garantías de paz y seguridad en Europa.

La guerra con stand by nuclear no es una oportunidad de fortalecimiento para la economía global de mercado, y ni de crecimiento o estabilidad social al interior de los países que buscan crecer y emparejar internamente la cancha del desarrollo. Por el contrario, la inseguridad colectiva global que produce la guerra, implica infinitamente más barreras y problemas que oportunidades. Cosas que ya se perciben en la inflación global.

Lúcido como siempre, en entrevista de portada con la revista Time, Luiz Inácio Lula da Silva, casi seguro ganador de las próximas elecciones presidenciales en Brasil, no tuvo empacho en declarar la imprudencia del presidente norteamericano Joe Biden, la arrogancia de la Unión Europea e Inglaterra, y la responsabilidad directa e igual de Zelenski y Putin en producir la guerra, a quienes acusó de su baja preocupación por dialogar y encontrar una solución, mientras se mueven como actores en todos los shows televisivos del mundo.

Siendo la guerra, como dijo Sun Tzu, “el más grande asunto de Estado, la base de la vida y la muerte (…), debe ser ponderado y analizado completamente a fondo”. Este señala también que “ningún país se ha beneficiado jamás por una guerra prolongada”. Lo dijo hace un poquito más de dos mil años, pero está plenamente vigente, tanto lo que dice él como lo que 200 años después complementara en sus “Métodos Militares”, Sun Pin, descendiente directo de Sun Tzu.

La guerra de Ucrania, su significación, el vasto territorio y riquezas que encierra, y la cataclísmica convergencia histórica de intereses, pueblos y reinos perdidos durante al menos uno o dos milenios, en las puertas mismas de la Eurasia, al este de la Rus de Kiev, algo nos podrían enseñar sobre rebrotes, diálogos y persistencias históricas. Un método de acercamiento, al menos a la guerra actual, podría ser El Arte de la Guerra, con Sun Tzu y Sun Pin en las ideas. Muchísimo más actuales que las ideologías y supersticiones nacionalistas que pueden llevarse por delante la historia contemporánea y el mundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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