Nótese que, de pasadita, el Presidente dejó firmado el certificado de defunción del “rechazar para reformar”, descolocando, además, a los distintos sectores de la derecha que no han logrado concordar o hilar una respuesta coherente. Más bien, han quedado a la vista sus contradicciones internas. Al ojo, podemos visualizar en la derecha, a lo menos, tres posiciones en caso de ganar el “rechazo”: quienes sostienen que hay que seguir con la Constitución del 80 (Republicanos); quienes siguen pegados en que lo que corresponde es reformar la actual Constitución vía parlamento o comisión de expertos (el grueso de Chile Vamos); y un sector minoritario que considera que se debe volver a consultar al pueblo para definir el método de redacción de una nueva Constitución (sectores de Evopoli).
Parecía una entrevista distendida y en formato matinal del Presidente de la República con Julio César Rodríguez y Monserrat Álvarez. Les paseó por los jardines, les mostró La Moneda y ya estando en su despacho se produjo un inesperado desenlace cuando el Presidente disparó un misil que marcaría la agenda política de los días siguientes: movió una piedra grande de abajo del montón y, obviamente, se movieron todas las piedras chicas que estaban sobre aquélla. Se mandó un “gambito de dama” que en minutos cambió el escenario del tablero de ajedrez en que se juega “el apruebo” o “el rechazo” el próximo 4 de septiembre. Y además, por su asertividad y reiteración, parece no haber dejado dudas que tiene muy claro qué piedras tendrá que ir moviendo para ganar el partido.
¿Qué dijo el presidente?: que si ganaba el Rechazo lo que correspondía era convocar a una nueva Convención Constitucional (CC) íntegramente elegida por voto popular. Un razonamiento político impecable y coherente. Y si hay una discusión jurídica sobre el punto, sin duda, resulta interesante el debate entre Carlos Peña y Jorge Correa Sutil en la página A2 de un matutito de Santiago, “tamaño mercurio”. Pero -en términos concretos- los argumentos que estos grandes juristas esgrimen sólo será utilizables después del plebiscito y en el evento que gane el “rechazo”. No es, ahora, el momento de un debate jurídico en torno a si “un rechazo ganador” extingue o no el mandato de redactar una nueva Constitución por otra Convención elegida de manera democrática, o bien, si le corresponderá hacerlo al actual Congreso. ¡Ojo! tenemos el indicio que no más del 7% del país quiere que lo haga este último, si algo le creemos a las encuestas.
Resulta claro que el misil del Presidente, no sólo sorprendió a Julio César y dejó estupefacta y sin galletitas a la Montse, sino que dio de lleno en la línea de flotación del llamado “rechazo para reformar”, fórmula inventada por algunos sectores de la élite política y por la “fronda amarilla”. A estas alturas está siendo evidente que una inmensa mayoría ya tiene clarísimo que si llegase a ganar “el rechazo” no cabe otra cosa que un nuevo proceso constituyente y que nada habría que “reformar”.
La Constitución del 80 está muerta. Así lo ha reconocido hasta la UDI a través de su presidente, el senador Macaya, y entre otros y otras, la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei. De tal modo que resulta absurdo bajarle su quórum para “reformar su forma de reformarla”. Tal vez, se le podría dar un maquillaje -aunque no sea necesario- para darle su merecido entierro.
En conclusión, el Presidente fue muy lúcido al rayar la cancha con gran propiedad y responsabilidad: si gana el rechazo vamos a otro proceso constituyente asumiendo la decisión del pueblo tomada el 25 de octubre de 2020 en que casi el 80% votó por una nueva Constitución escrita por una Convención Constitucional. O bien, si queremos evitar que escale el debate de los abogados, mediante otro nuevo plebiscito de entrada.
Nótese que, de pasadita, el Presidente dejó firmado el certificado de defunción del “rechazar para reformar”, descolocando, además, a los distintos sectores de la derecha que no han logrado concordar o hilar una respuesta coherente. Más bien, han quedado a la vista sus contradicciones internas. Al ojo, podemos visualizar en la derecha, a lo menos, tres posiciones en caso de ganar el “rechazo”: quienes sostienen que hay que seguir con la Constitución del 80 (Republicanos); quienes siguen pegados en que lo que corresponde es reformar la actual Constitución vía parlamento o comisión de expertos (el grueso de Chile Vamos); y un sector minoritario que considera que se debe volver a consultar al pueblo para definir el método de redacción de una nueva Constitución (sectores de Evópoli).
Tales contradicciones dieron pie al Presidente para que, al día siguiente en una visita a la comuna de Renca, disparase otro misil: “los partidarios del Rechazo no tienen claridad de cómo proseguir con el proceso constituyente…”.
En este contexto, es obvio y mucho más claro el escenario del “Apruebo”, incluso para quienes quisieran reformar. El “Apruebo” da paso a un texto constitucional, a normas e instituciones modernas, y a mecanismos definidos que tienen su propia forma de cambios y perfeccionamientos a la Nueva Constitución por los 4/7 del actual Congreso y, muy importante, con un plebiscito que legitime los cambios que se aprueben.
Con sus declaraciones el presidente dio un “golpe de timón”, dejando la incertidumbre en el lado del Rechazo y reforzando las certezas del Apruebo, del “cambio tranquilo” que representaría este último. Se percibe un cambio de ánimo luego de sus dichos. Como anécdota: escuché en la feria del sábado decir al trabajador de un feriante a su compañero: “No, compadre, lo que ‘don Boris’ diga”.