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Chile en su laberinto: dificultades para llegar a acuerdos constitucionales en el Congreso antes del plebiscito PAÍS

Chile en su laberinto: dificultades para llegar a acuerdos constitucionales en el Congreso antes del plebiscito

Roberto Bruna
Por : Roberto Bruna Periodista de El Mostrador
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El sigilo, la desconfianza y el ajedrez político están a la orden del día en el Congreso –en especial en la Cámara de Diputadas y Diputados–, ese espacio donde han de cristalizar los acuerdos que den continuidad al proceso constituyente con independencia de la opción ganadora el 4 de septiembre. Por de pronto avanza, no sin sobresaltos, el proyecto de rebaja de quórum de reforma constitucional a 4/7, pero ello no asegura que se conformen las mayorías necesarias para reformar lo que sea necesario. En caso de que se imponga la opción Rechazo y el poder constituyente retorne al Parlamento, el oficialismo deberá rascar votos incluso en el Partido de la Gente y RN para llevar a cabo reformas en materia de derechos sociales, medioambiente, pueblos originarios y paridad, situación que amenaza con desdibujar gran parte de las mismas. La oposición, en cambio, deposita toda su fe en el Rechazo, pues sus parlamentarios avizoran un escenario demasiado complicado para impulsar reformas en el Congreso en la eventualidad de que se imponga el Apruebo, toda vez que deberían conseguir todos los votos que faltan en el Socialismo Democrático. Para colmo de males, está el hecho de que, más allá de la aritmética a la que obliga un Parlamento empatado, fragmentado e indisciplinado, los sectores progresistas ya han tomado conciencia de que estarán constreñidos a «pirquinear» votos entre la derecha, cuyo compromiso con las transformaciones creen que es, a lo menos, dudoso, y esto a juzgar por señales que hablan de un retorno a los principios ideológicos más tradicionales del sector.


Cunde la preocupación en el mundo del Apruebo por las señales que emergen del Rechazo y que relativizan su compromiso por llegar a un consenso en caso de que se imponga esa opción en el plebiscito. Mal que mal, las encuestas dan por ganadora a esta última opción, por lo que ya hay personeros sacando la calculadora y tratando de identificar a quiénes podrían pedir socorro para empujar los cambios que exige la ciudadanía.

¿Y en el Rechazo? También, pero hay confianza de que el triunfo les evitará el complejo ejercicio de buscar votos donde es más difícil conseguirlos. De tal modo que los cálculos son más angustiosos en el mundo del Apruebo, donde se percibe que las promesas que hacen las fuerzas que empujan el Rechazo descansan en premisas sobre las que no hay certidumbre alguna: ¿estarán finalmente todos los votos necesarios en el Congreso para propiciar las modificaciones constitucionales que reclama la ciudadanía, ya sea para reformar lo existente o para dar continuidad al proceso? ¿Qué tan genuina es la voluntad de la derecha de abrirse a introducir cambios de fondo al modelo que ella juzga exitoso, pero que ha provocado los malestares que hicieron posible el estallido social de 2019?

Si gana el Rechazo

La inquietud en el Apruebo es creciente, porque trata sobre un tema esencial: la posibilidad de que la ciudadanía que opte de buena fe por votar Rechazo vea frustradas sus esperanzas de cambio. Y la posibilidad es del todo cierta, según reconoce el analista político y académico de la Universidad Diego Portales, Rodrigo Espinoza, dada la equiparidad de fuerzas, la fragmentación del sistema y la creciente indisciplina partidaria, lo que propicia la aparición en escena de los descolgados.

“Y eso se ve mucho en la oposición. No tenemos que olvidar que en la ceremonia de instalación del Congreso, el mismo día del cambio de mando, cuando se escogió la mesa directiva de la Cámara Alta, vimos un show y una pelea interna que no fue resuelta sino a menos de dos horas del cambio de mando”, declaró. “Es un escenario legislativo bastante complejo y eso no asegura que estén los votos tanto en la Cámara como en el Senado. Hay mucho personalismo y las figuras quieren llevar agua a su molino”, agregó.

El cálculo es sencillo: ¿cuántos votos necesita el mundo del Apruebo para impulsar reformas en la Cámara de Diputadas y Diputados, con 155 integrantes, en caso de que la reducción de quórum a 4/7 sea una realidad? 88 votos. Apruebo Dignidad cuenta con 37 votos, mientras que el Socialismo Democrático cuenta con 30 escaños. Ambas combinadas “aseguran” 67. La DC cuenta con 8 escaños, el Partido Ecologista Verde tiene 2, el Partido Humanista cuenta con 1, mientras que 2 son independientes. Asumiendo que todos ellos se cuadren efectivamente –cosa que no es segura–, la suma da un total de 80, lo que obliga a buscar votos (o “pirquinear”, en jerga parlamentaria) en el Partido de la Gente, que cuenta con 8, aunque el coqueteo de algunos de sus elementos con posiciones de la derecha más extrema tornarían –según algunos en el oficialismo– poco recomendable considerarlos totalmente dispuestos a sumarse a ese diálogo reformista. En suma, solo en la Cámara Baja se haría necesario buscar la mayor cantidad posible de votos tanto en Renovación Nacional (25) como en Evópoli (4).

El problema es que ya hay quienes, perteneciendo a este «archipiélago», no se muestran muy entusiastas de participar en un acuerdo «de la élite política de Rechazar para cocinar y de Aprobar para cocinar», tal y como declaró Pamela Jiles, del Partido Humanista, quien afirmó que se trata de un «acuerdo espontáneo de la élite que vuelve a tener el mismo objetivo que tenía el 15 de noviembre cuando decidió encajonar la protesta callejera, generalizada en todo el país en una dimensión nunca antes vista, y decidió inventar esta mentira de que lo que la gente exigía era una nueva Constitución, en circunstancias que la gente exigía que la clase política, incluida yo, dejara de abusar y de tener el monopolio del poder», declaró. «Quieren cambiar la decisión soberana popular al día siguiente de que sea expresada», agregó la diputada humanista.

¿Y en el Senado, que cuenta con 50 escaños? La meta es reunir 28 votos, tarea que también es incierta, toda vez que Apruebo Dignidad (5) y Nuevo Pacto Social (18) totalizan 23. Este último grupo integra a 5 senadores de la DC, ya que es un bloque que va más allá del Socialismo Democrático. A ellos se sumarían los independientes Karim Bianchi y Fabiola Campillai, completando 25. Los restantes tres deberán salir de Chile Podemos Más (24) y del Frente Social Cristiano (1).

Sin embargo, es importante aclarar que este ejercicio aritmético se realiza con un quórum de 4/7 ya aprobado, y ello todavía no es una realidad. La senadora DC Ximena Rincón, quien empuja el proyecto de reducción de quórum para aprobar reformas que permitan extender el proceso constituyente, se declaró esperanzada en que “la votación en general de la Cámara de Diputados sea positiva”, ya que “así lo han expresado todos los que votaron en la Comisión de Constitución de la Cámara de Diputados, y esperamos que ratifique el texto que despachó el Senado para que sea una ley de la República y una reforma constitucional aprobada que dé certezas al país”.

Su colega Matías Walker aseguró que esta propuesta es un verdadero salvavidas para el Gobierno si llega a ganar el Rechazo, “y por eso le ha colocado suma urgencia, ya que el proyecto (de reforma) que presentamos con los senadores (Ximena) Rincón, (Pedro) Araya y (Iván) Flores se inicia después de que el ministro (Giorgio) Jackson señalara que bajo las reglas de la actual Constitución el Gobierno no podría desarrollar su programa”.

Si gana el Apruebo

En caso de que se imponga el Apruebo en las urnas, el peso de la tarea de recolectar votos recaería en la derecha y los sectores de centroizquierda que repudian la propuesta constitucional, en cuyo caso tendrían que asegurar en la Cámara de Diputadas y Diputados los votos del Partido de la Gente, la Democracia Cristiana, ir a buscar los de radicales y liberales, además del PPD, y luego ratificar ese resultado en un plebiscito. En caso de que quiera ahorrarse el referéndum, entonces necesitaría de una fórmula que reúna los votos del PDG, la DC, el binomio PR/PL, además de sumar al PPD y PS. En el Senado la tendría algo más fácil, toda vez que a sus 25 votos tendría que sumar tres escaños adicionales, presumiblemente de la DC.

No hay que ser un eximio matemático para concluir que el Rechazo la tiene difícil en la Cámara, donde la fragmentación es más acorde a la realidad nacional. En el Partido Republicano y en los sectores más duros de la UDI predomina la convicción de que el eventual triunfo del Apruebo cierra toda posibilidad de reforma futura. Desde luego que la derecha sabe que es muy difícil rascar votos en el bloque Apruebo Dignidad, por lo que tendría que jugar todas sus fichas a captar los apoyos de los que alguna vez pertenecieron a la Concertación. Es decir, el Socialismo Democrático y la Democracia Cristiana.

«El PC, por ejemplo, un día está de acuerdo con conversar y otro día no. Al PS le creo más», indicó el diputado RN Miguel Mellado. El problema es que, a poco andar, el diputado también extiende su sospecha a ese partido, pues presume que «ahora están siendo guiados por el Gobierno para que nos tropecemos y no podamos tener la reforma de rebaja de quorum antes del 4 de septiembre», sostuvo el parlamentario que representa al distrito 23, Región de La Araucanía, quien se manifestó convencido de que La Moneda instruyó a los diputados socialistas a presentar indicaciones al proyecto de 4/7 que llegó desde el Senado.

«El proyecto venía súper limpio para que lo aprobáramos de una, pero el PS le mete indicaciones para demorar y que no llegue antes del 4 de septiembre. El Gobierno queda bien parado diciendo que esto es democrático, pero el PS tranca la pelota», aseveró Mellado, quien duda de la voluntad del oficialismo por negociar y crear esta ventana de oportunidad antes del plebiscito, lo que –reconoció– sería de mucha ayuda para el Rechazo. «Hace dos meses dije que debíamos juntarnos y firmar todos un acuerdo como el del 15 de noviembre para hacer reformas gane quien gane», señaló enseguida, en referencia a este escenario de suspicacia. «Reformar después de un triunfo del Apruebo es muy difícil siempre y cuando no se comprometa el Presidente», añadió. A juicio de Mellado, «sería bueno que (el Presidente) ejerciera su liderazgo, porque hasta ahora se lo ha dejado a los partidos, ya que así se libra de los costos».

Rubén Oyarzo, diputado del Partido de la Gente, aseguró que los votos de su formación estarán disponibles en un escenario posplebiscito, ya que «estamos al servicio de Chile y nos ponemos a disposición de todo Chile. Queremos lo mejor para nuestro país y lo que una a nuestro país». Asimismo, señaló que el PDG está en posición de aportar equilibrio en un ambiente crispado y polarizado, «como lo hizo el Presidente (Patricio) Aylwin» en una etapa muy difícil de Chile. El problema es que no solo se advierte crispación y polarización, sino que hay una paralización, toda vez que muchos temen mostrar sus cartas y hacer movimientos antes del plebiscito.

«Va a ver voluntad por ambos lados de dialogar. Yo participo en varios espacios de diálogo y sé que hay voluntad», agregó, al ser consultado sobre cómo ve el día después del plebiscito. «Tenemos que llegar a un acuerdo», en vista no ya solo del problema constitucional, sino también para darle gobernabilidad a un país acuciado por problemas económicos y de seguridad, subrayó luego.

En el Senado hay menos incertidumbre, según sostuvo el senador independiente que integra el bloque Nuevo Pacto Social, Pedro Araya, uno de los impulsores del proyecto de rebaja de quórum a 4/7, quien dijo que «independiente de que ha habido declaraciones subidas de tono, hay una voluntad general de los principales actores en el Senado para construir los acuerdos que implementen la Constitución si gana el Apruebo, o bien para continuar con el proceso constitucional si gana el Rechazo». En aras de la gobernabilidad del país, Araya apeló a un acuerdo entre el Socialismo Democrático y Apruebo Dignidad para comprometer cuanto antes las reformas concretas que deban hacerse al texto en caso de que gane el Apruebo.

Dudas, incredulidad y sospechas por todas partes

“Un proceso de reformas controlado totalmente por la derecha”. Así sería el proceso si gana el Rechazo, señaló el cientista político y académico de la UDP Rodrigo Espinoza. Eso es, en definitiva, lo que ocurrirá a partir del 5 de septiembre, considerando que ese sector recuperaría el poder de veto de que ha gozado en los últimos 32 años de democracia.

Pero algunos creen que, si bien la afirmación es cierta, no hay que exagerar ni presuponer malas intenciones ni trampas de último minuto, ya que no habría ánimo en la oposición ni en el Congreso para darse gustitos, pues nadie ha olvidado que el país atraviesa por una severa crisis. Por de pronto, hay quienes creen que los cambios llegarán de la mano de los vituperados consensos, y que la tramitación de la reforma a los quórums es prueba más que suficiente de que los cambios necesarios se harán de todos modos.

En el Senado es muy relevante la diferencia en 4/7 y 2/3, recalcan a cada tanto quienes empujan la iniciativa, toda vez que “bastaría sumar a los senadores de RN que votaron Apruebo en el plebiscito de entrada para apoyar los cambios a la Constitución que permitirían revalidar el proceso constituyente, y que continúe el proceso aun cuando gane el Rechazo a través de un mecanismo democrático y paritario”, puntualizó Matías Walker.

El problema es que en las izquierdas las dudas se disparan no ya solo en torno a si estarán los votos para empujar esas reformas que habiliten la debida continuidad del proceso, sino respecto a cuál va a ser la postura que asumirá la derecha en una conversación posterior. ¿Y si el sector completo, embriagado de triunfalismo, olvida sus compromisos de campaña y da por concluido el proceso? ¿Y si decide continuar el proceso pero cae en la tentación de reponer los mismos ejes y el mismo espíritu de la Constitución del 80 para redactar un texto que pueda legitimar en las urnas?

La inquietud no es gratuita, sino que se funda en las innumerables señales que dan cuenta de un claro retorno de la derecha a su ortodoxia neoliberal, lo que desmentiría su compromiso de consagrar un Estado Social de Derecho, acaso el anhelo más sentido por la ciudadanía. Llamados –en el marco de la discusión sobre la reforma tributaria– a rebajar impuestos en vez de subirlos son, a las claras, datos que llenan de incertidumbre entre aquellos que integran los sectores más llanos a establecer esa conversación temprana sobre este tema. Asimismo, en las fuerzas oficialistas existe claridad de que la votación de los convencionales de derecha no parece refrendar su compromiso con un orden que pase página del Estado subsidiario, mientras que las propuestas concretas que salen de sus centros de estudio tampoco dan cuenta de algo muy distinto a los que vemos en la Constitución del 80.

Tampoco ayuda mucho que algunas figuras vinculadas al Rechazo hayan empezado a decir que los pobres tienen tal condición porque son flojos (lo que dejó entrever el actor Cristián de la Fuente en un programa de TV), o que ya veamos distintos análisis contingentes que parecen negar las causas del malestar que dieron origen al estallido, que es lo que muchos vieron en la entrevista que ofreció este lunes Juan Sutil en el canal Mega.

Todo este cambio de «sensibilidad social» es seguido con atención incluso desde afuera del Congreso. “Si la derecha no republicana habló del Estado Social de Derecho, entonces la primera aterrizada es crear un sistema de seguridad social, y las AFP son ahorro forzoso, de modo que obras son amores y no buenas razones”, desafió la presidenta del PPD, Natalia Piergentili, tras conocer de voces como las del UDI Frank Sauerbaum, quien habló de destinar íntegramente el 6 por ciento de cotización adicional a las cuentas individuales. “Si las convicciones dependen de las encuestas y el Rechazo está mejor posicionado, parece que le sale la verdadera alma”, manifestó la timonel del PPD. “Me imagino que este es el momento de cobrarle la palabra a la derecha”, añadió.

“Tenía la confianza de que la derecha hubiera entendido las causas del estallido y más allá del estallido”, afirmó Piergentili, no sin cierta desilusión. No en vano el presidente de la UDI, el senador Javier Macaya, no expresó precisamente sus simpatías a la hora de realizar ciertas acciones afirmativas en favor de las mujeres y los pueblos originarios en un nuevo proceso constituyente.

El académico Rodrigo Espinoza no ocultó tampoco su inquietud ante un escenario muy complicado para el futuro social y político de Chile, algo que inevitablemente contagiará a la economía. “Volveríamos a un día antes del estallido social, azotado por una pandemia, por una crisis inflacionaria y un segundo fracaso constituyente si pensamos que (Michelle) Bachelet tampoco prosperó en ese sentido”, aseveró el cientista político, quien teme que, a juzgar por las señales que emite el sector, la nueva “Constitución de consenso” sería “una Constitución del 80 pero con algunas reformas que no cambiarían en esencia lo que ya existe. La agenda de transformaciones se ve amenazada y sería controlada por la derecha al ritmo que ella imponga”, agregó.

Sin embargo, un exconvencional del sector, a condición de reserva de su identidad, revalidó el compromiso con los cambios y reafirmó el giro social en la sensibilidad del sector, aunque aclaró que la constitucionalización de los principios que modifiquen la subsidiariedad del Estado, por citar un ejemplo, tampoco sería tan marcada como en la propuesta constitucional. “Tampoco es necesario llegar a remarcar tantas cosas ni ser tan tajantes. La Convención fue muy excesiva y maximalista en el lenguaje, entonces más que establecer principios generales plasmó un programa de gobierno”, apuntó. ¿Y si gana el Apruebo? Cree que igual se abrirán los espacios para reformar porque, como sea, hasta en el oficialismo tienen conciencia de que el texto «requiere muchos cambios que puedan darle gobernabilidad futura al país, y eso lo tiene claro todo el Socialismo Democrático y una parte de Apruebo Dignidad, en especial el Frente Amplio, no así el PC, que está más cerrado a conversar».

Algunos creen que los “progresistas” que integran la plataforma “Centroizquierda por el Rechazo” han hipotecado graciosamente sus reputaciones y carreras por apoyar una alternativa que presenta tantos riesgos. “Yo los veo con un excesivo entusiasmo con el Rechazo”, señaló Piergentili. “Pero veo una ceguera enorme respecto de la precariedad social que tenemos”, declaró.

El diputado PC Lautaro Carmona afirmó a su vez que quienes integran esa plataforma, y que han asumido el peso mediático de la campaña del Rechazo, “no podrían reclamar inocencia o un desconocimiento ingenuo para sostener una conducta tan desafiante contra el deseo del pueblo en su camino a conquistar una Constitución que permita una sociedad plenamente democrática. La cosa empieza a develarse en su real dimensión”, señaló. Y la deshonestidad –a su juicio– ya es posible vislumbrarla “en el debate que vemos en la TV o en la franja, donde vemos un debate de descalificación, de odios y de afirmaciones carentes de argumentos”.

¿Es posible llegar a acuerdos antes del plebiscito cuando todos juegan su propio ajedrez político? Hasta el momento hay una brecha grande entre expectativas y hechos concretos. ¿Existe posibilidad de que la izquierda patee el tablero y renuncie a participar en esa eventual discusión si advierte que la derecha intenta relegitimar su Constitución del 80 a través de cambios cosméticos? Es una posibilidad, cree el académico Rodrigo Espinoza, pero sí está más seguro de otro escenario: “Si gana el Rechazo, la derecha estará más pendiente de exigir la cabeza del Gobierno que ató su destino al proceso constituyente que en pensar en el proceso de reformas”.

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