“La operación Ciprés: el complot en contra del Presidente”, es la segunda novela de Germán Silva Cuadra y comenzará a circular por Amazon España este 18 de octubre. Cuenta la íntima historia —en clave realidad, ficción, política— de los primeros meses de Gabriel Boric a la cabeza de La Moneda y la de un grupo que quiere derrocarlo. Pero esencialmente el texto retrata, a raíz de hechos de la realidad, diálogos del Presidente con sus más cercanos.
«Cerca de la una de la madrugada del domingo, Gabriel e Irina aún estaban en el living, a pesar de que debían, nuevamente, levantarse temprano. Estaban cansados, los dos primeros días habían sido extenuantes, pero tenían tantas cosas que comentar, que hablar, que resistían irse a dormir. Al día siguiente, por la mañana, tenían primero una rogativa en La Moneda en la que distintos pueblos originarios pedirían por el éxito de la gestión del nuevo mandatario, y luego una actividad cultural en La Pintana, actividad en la que Irina había estado trabajando y supervisando a la productora durante dos semanas».
Lo anterior es un extracto de la nueva novela de Germán Silva Cuadra, “La operación Ciprés: el complot en contra del Presidente”. Un libro que asegura es de realidad, ficción y política. La historia se sitúa unos meses antes de que el Presidente Gabriel Boric asumiera el poder el 11 de marzo y sigue durante el transcurso del 2022. Sin embargo, terminó de escribirla apenas dos meses después del cambio de mando presidencia.
“Es un juego de realidad-ficción en que la segunda va ganando terreno a medida que avanzan las páginas, pero siempre desde la base de hechos que perfectamente pudieran ser ciertos”, escribe en el preámbulo el psicólogo y académico de la U. Mayor.
La novela comenzará a circular por Amazon España (e-book) el 18 de octubre, y a comienzos de noviembre estará en papel en Chile
-En el preámbulo asegura que esta novela es sobre todo una historia humana, ¿En qué se parecen los personajes de la novela con los de la vida real?
-Estudié en profundidad a cada uno de los personajes, particularmente al Presidente Gabriel Boric y a Irina Karamanos. Revisando entrevistas, como la que dio su madre, comentarios de su familia, redes sociales, páginas web, y otros. Con eso fui construyendo un poco la psicología de cada uno. No entrevisté a ninguno, ni tuve acceso a ellos o a personas de su entorno, solamente traté de leer desde datos abiertos. Pese a que es un tema político, voy contando la historia humana de ellos. Los muestro en su intimidad, con sus miedos, sus emociones, diálogos que son en espacios privados. Como son de la misma generación y son amigos, me fue más fácil pensar en las conversaciones, hablando en chileno, usando los garabatos que uno usa.
-¿Cómo hizo la construcción de escenas?
-El barrio Yungay lo tengo harto en la cabeza. Igualmente fui a mirarlo para hacerme la idea de una escena. Yo tenía la imagen de un auto sospechoso que el jefe de seguridad, el mayor Aguayo, detecta. Para esto tenía que ver las calles, mirar un poco la casa. Salió incluso en una revista de decoración cómo era la casa por dentro. Observar, para ver los espacios, los metros, siempre es bueno si uno tiene la oportunidad.
-¿Cuáles son los rasgos centrales de la personalidad del personaje de ficción Gabriel Boric?
-Voy explorando una característica que me llama la atención de Boric durante toda su historia. Tiene una capacidad bien grande de adaptación, de cambiar, de pragmatismo, además de una inteligencia emocional, donde se parece harto a Michelle Bachelet, dentro de los últimos presidentes. También dentro de los lugares comunes, sus obsesiones. Hay un capítulo que se llama la imaginación al poder, y se va enfrentando con las realidades, se va topando con ciertas murallas que lo van obligando a cambiar. Lo describo como un personaje que va dándose cuenta de que las cosas son más complicadas y va mutando, aunque no todo su entorno tiene la misma capacidad de adaptación que tiene él. Esto se sujeta de cómo lo veo en la realidad. Da la impresión de que siempre se va rehaciendo, es resiliente.
-¿Incluye historias de su infancia?
-Hay una anécdota que rescaté y la narré desde la realidad, pero con harta ficción. Una tía que veía las cartas, cuando él era pequeño le comentó a su madre:»este niño va a ser presidente». Le preguntan de qué, y dijo: «presidente de la República». Cuento el impacto que provoca en la familia cuando, muchos años después, se acuerdan que alguien lo dijo, la tía media rallada, media loca. Creo que él está marcado con este signo, no solo por esta anécdota, de haber estado siempre en los lugares donde había que estar; protagonista de las marchas estudiantiles, después particularmente el 15 de noviembre que se desprende del resto y firma un acuerdo que lo deja complicado con su grupo de referencia…
-Además del Presidente, ¿quién toma un rol central en el libro?
-Irina Karamanos. Ambos son protagonistas de esta novela, dos personas jóvenes que están inmersos en este ambiente de poder, de instituciones, de protocolo, pero particularmente porque ellos se conocieron en el mundo político. Yo juego en la novela ficcionando cómo debió haber sido ese encuentro. Ella es una mujer intelectualmente muy capaz que, tengo la impresión, debió haber despertado mucha admiración en el Presidente. Es un personaje que es muy importante políticamente para él y luego como pareja, a pesar del rol de bajo perfil que mantiene siempre.
-¿Qué otros personajes son protagonistas?
-Cuento la historia de Camila Vallejo y Giorgio Jackson como parte de un grupo de amigos, es casi un grupo de la universidad que sin darse cuenta llega a dirigir el país. Voy contando los momentos de confianza, de intimidad, los días previos, los carretes. Matías Meza Lopehandía, el Jefe de Gabinete, tiene un rol protagónico. Hay un diálogo donde Boric habla con Irina y le pregunta, ¿qué pasa si tengo que sacar a alguno de ellos del gobierno? El otro protagonista es el mayor de carabineros Patricio Aguayo, jefe de seguridad del Presidente, que también fue escolta de la ex Presidenta Michelle Bachelet. Es una persona que no da entrevistas, por lo que no se conoce mucho el perfil. Allí es donde hago más ficción con el personaje,
-¿Cómo retrata la crítica que se repite a este grupo a través del dicho “otra cosa es con guitarra”?
-En esta capacidad de adaptación, de pragmatismo, de cierta resiliencia que tiene en la historia Boric. Fue dirigente universitario, estuvo el 15 de noviembre en la firma por el acuerdo por la paz en 2019… Tiene una historia para atrás que lo ha hecho no solo madurar como persona, sino también ir asumiendo cuando hay cambios en el escenario político y actuar con realidad. El 15 de noviembre dejó atrás muchas de sus convicciones previas, se distanció de mucha gente, y estuvo sentado en la mesa cuando había que salvar al país. Esto mismo se repite a escala cuando es Presidente. Lo que sí, voy contando, para el resto que están más cercanos, que son un grupo de amigos al poder, les es más difícil ese cambio y esa adaptación. Para él es algo más natural y espontáneo. Como millennials, no tienen problema en decir que se equivocaron, simplemente dicen: «cometí un error», a diferencia de las generaciones más maduras en política para las que decir cometí un error es un signo de debilidad.
-Terminó de escribir esta novela dos meses después del cambio de mando, pero abarcó más tiempo. Ha dicho que a raíz de esto tuvo que soltar la contingencia. ¿Qué tanto se pareció lo que redactó a los últimos meses de gobierno?
-Efectivamente me desprendí de la contingencia en mayo. Empecé a correr solamente con la ficción, y con algunos datos y cosas que uno puede proyectar, saltándome el tema del plebiscito, y jugando con una situación que ocurre en la novela, un complot en el primer año de gobierno. Al reelerla, muchos meses después, efectivamente me di cuenta que muchas cosas uno las ficciona, pero se van proyectando en la realidad. El gobierno en el libro está entrando cada vez en más dificultades, disputas internas, y pongo allí que, grupos opositores, y específicamente el que encabeza este complot, que obviamente es ficticio, se aprovechan de estas debilidades y aprietan fuerte al gobierno. Y eso creo que se está pareciendo a lo que ocurre hoy.
-¿Qué diferencia cree que tiene esta novela con otras anteriores? Hay un intento por jugar y que no quede claro cuál aspecto es real y cuál no, ¿cómo se logra?
-Esta es mi segunda novela de política, realidad, ficción. El año pasado saqué la historia de cómo Andrónico Luksic llegó a ser presidente, fue mi primer experimento. Antes había escrito cuatro libros, pero de análisis más político. Las dos novelas tienen más en común que diferencias. Juegan entre la realidad y la ficción, y como ambas tienen muchos datos reales van generando la duda de qué es verdad y qué es ficción. En ambas son dos historias que van en paralelo. En el caso de la segunda, un grupo que está en el gobierno, va enfrentando la previa, el cambio de mando, y lo que viene después, y está la historia de unos conspiradores, que se juntan al final.
—Amor, el viernes fue un día maravilloso, emocionante, demasiado emocionante, como que aún no puedo procesarlo todo y tampoco hemos tenido tiempo de analizarlo —abrió el fuego Irina—. Claro que espero que no todos los días sean todos así, por favor, Chofooo… —agregó alargando la palabra, y se abrazó al presidente, que estaba a pie pelado, vestía un short verde y una polera sin mangas con la insignia de la Universidad Católica, equipo del que era hincha furibundo.
—No sé, te juro que estoy en las nubes, es como una película —respondió él mientras le hacía cariño en el pelo—. Hay partes que ni me acuerdo bien.
—Pero lo más divertido fue cuando te diste una vuelta en círculo detrás de Piñera —le dijo ella riéndose—. Claro que me puse súper nerviosa en ese momento, pero después me cagué de la risa.
—Y yo estuve a punto de reírme cuando Piñera besó la piocha, fue tan ridículo que me desconcertó —respondió el presidente—. ¿Sabes? Como que me dio hasta un poco de pena él. Aunque trataba de disimular, se notaba que estaba sufriendo por dejar el poder.
—¿Y los tic? —preguntó Irina mientras se sentaba al lado.
—Es increíble, yo trataba de no mirar lo que hacía debajo de la mesa para no distraerme, pero está todo el tiempo moviendo los pies y se toma los brazos para que no se note, me dio nervios —agregó Gabriel mientras tomaba un vaso de Coca Zero que estaba sobre la mesa de centro en el amplio living. Habían tomado una pequeña copa de Jack Daniel’s Honey, un bajativo que habían descubierto en la cuarentena y con el que solían despedir las veladas de a dos en la casa.
—Chofa, vamos a acostarnos mejor, mañana nos vamos a morir al levantarnos temprano, te propongo que mañana o pasado hagamos un ranking de estos días —dijo el mandatario mientras se levantaba y empezaba a recoger las cosas de la mesa.
—Ya, te acepto, voy a escribir las categorías —señaló Irina levantando unos platos—. Lo más freak, el momento más espeluznante, premio limón, la revelación… —alcanzó a escuchar Gabriel mientras ella se alejaba hacia la cocina.
—Voy a tener un cuaderno para que vayamos anotando cosas, frases, ideas, ¿te parece, amor? —dijo mientras tomaba el teléfono que hacía un buen rato tenía cargando.