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¿Cuánta energía debería consumir Bitcoin? Opinión

¿Cuánta energía debería consumir Bitcoin?

Pedro Solimano
Por : Pedro Solimano Cientista político, autor y fundador del boletín La Cadena, dedicado a la investigación y análisis de educación financiera. @pedrodelacadena
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Pensemos en la minería de Bitcoin como un comprador no competitivo de energía. Agrega lo que se llama base flexible, y permite acceder a momentos de excedente energético que no están siendo utilizados o simplemente no pueden ser absorbidos por la red, pero en momentos de alta demanda de la matriz central, simplemente pueden apagarse los aparatos y dejar que la matriz distribuya energía a centros urbanos y otros lugares del país. Ahora bien, esta industria no es perfecta y de momento siguen existiendo granjas de mineros que utilizan hidrocarburos como fuente energética. Pero la tendencia que estamos viendo es a revertir esta situación, y la manera en que funciona la minería indica que la industria está liderando el empuje hacia una matriz energética más sustentable.


La primera pregunta que deberíamos hacernos es: ¿cuánta energía merece consumir una industria? Desde esa perspectiva, y para todos los sectores de la economía, comencemos la conversación. Mientras el mundo continúa batallando contra la crisis climática, buscando maneras de resolver problemas de la matriz energética y la manera en que nuestra sociedad se relaciona, la respuesta a la pregunta no resulta tan fácil.

Para responderla necesitamos primero realizar una mirada a las prioridades de nuestra sociedad. Revisar las estructuras de poder existentes, las maneras en que colaboramos a nivel individual y colectivo, y cuáles son los sistemas que están obstaculizando pasos hacia un mundo de energía verde y abundante.

Existen pocas industrias más malentendidas que la minería de Bitcoin. Dada la extraordinaria innovación que trae esta criptomoneda –desde una perspectiva tanto tecnológica como monetaria– vemos opiniones y críticas poco arraigadas en la realidad del protocolo y su funcionamiento. Creo que sumaría valor a la conversación la mirada de quienes apoyamos esta red y al mismo tiempo estamos preocupados por el cambio climático.

Antes de continuar, sería importante hacer la distinción entre Bitcoin y criptomonedas. Aunque el género se hace llamar criptomonedas, Bitcoin tiene características únicas y se separa del resto del mercado por funcionalidades propias de su protocolo. Usar ambos términos de forma indistinguible no es correcto. Por motivos de claridad, solamente me referiré a Bitcoin.

Escribo esta columna a raíz del artículo publicado en este medio el día 22 de octubre, titulado “El debate medioambiental de la criptominería: su impacto sería similar a la producción de la carne”. Tras una mirada a las opiniones e informes citados, existen unas aclaraciones importantes a realizar.

El debate en torno al consumo energético de Bitcoin es complejo y tiene matices. Volviendo a la pregunta del principio, la conversación se debería centrar en cuál es el valor de un sistema monetario como Bitcoin y si se justifica que este protocolo utilice un porcentaje de la producción energética mundial.

Hoy, de acuerdo a la Human Rights Foundation, más de dos mil millones de personas viven bajo una tasa inflacionaria de más de dos dígitos. Más de mil millones de personas no tienen cómo demostrar su identidad, por lo que no pueden acceder a los servicios más básicos que ofrece la banca; y más de tres mil millones de personas viven bajo gobiernos autoritarios que utilizan el dinero como arma contra su población. Bitcoin otorga una salida a estos problemas.

Bitcoin permite que cualquier persona en cualquier lugar del mundo con una conexión al internet pueda entrar a participar en una red monetaria descentralizada con reglas claras y justas para todos. Bitcoin no es controlado por nadie y su red usa técnicas de criptografía –rama de la matemática que usa códigos computacionales para mantener protegidos los datos que se transmiten por el internet–. Su libro de cuentas (llamado blockchain, donde se registran todas las transacciones de la red) es inmutable y de conocimiento público. La red no censura ni discrimina y permite que personas guarden valor en una moneda escasa y difícil de confiscar. Es la última evolución natural del dinero.

Algunos se estarán preguntando: ¿para qué consume energía Bitcoin? La minería de esta criptomoneda viene a solucionar un problema fundamental del sistema financiero tradicional: la emisión de nuevas unidades monetarias. El sistema actual lo hace a través de instituciones con mandatos legales que tienen el monopolio en la creación de dinero. En manos de privados con alto capital y poder político, esta estructura legal permite una distribución desigual de dinero, donde grupos de poder son los primeros en recibir las unidades recién creadas, además de ser quienes diseñan las reglas que solo aplican para el ciudadano común y corriente.

Para reducir esta desigualdad, el creador de Bitcoin –Satoshi Nakamoto– inventó un ingenioso sistema computacional. Un minero de bitcoin es un equipo especializado que tiene dos tareas: recopilar transacciones que ocurren en tiempo real y encontrar un número. Utilizando energía del mundo real, los mineros están constantemente intentando encontrar ese número, para lo cual serán recompensados, en forma de bitcoin (la unidad monetaria que vive dentro del protocolo).

Al cabo de diez minutos –en promedio– un minero logra encontrar ese número, con que se consigue juntar todas las transacciones ocurridas en ese lapso. Luego, se empaqueta ese registro en un bloque y se une a la larga lista de bloques de transacciones que ocurrieron anteriormente. De ahí proviene su nombre, la cadena de bloques o blockchain en inglés.

En corto, ese número es un algoritmo que permite entregarle seguridad a la red, y para asegurar una distribución más justa (dada la aleatoriedad con que se encuentra el número) de la moneda.

La crítica en torno al consumo energético proviene de estos equipos especializados que están 24/7 intentando encontrar ese número, ya que este es un proceso altamente intensivo en la aplicación de energía.

De acuerdo al Centro de Cambridge para las Finanzas Alternativas (CCFA), Bitcoin consume alrededor de un 0,55% de la producción total de energía del mundo. Esto equivale, como bien explican algunos, a lo que consume un país pequeño, como Malasia o Suecia. Suena como un número alto, pero preguntémonos: ¿cuánto debería consumir un sistema monetario global de las características que ofrece Bitcoin?

A la hora de analizar el protocolo, un punto clave –pero ignorado– es la distinción entre consumo energético y emisiones de carbono. Si bien se puede determinar fácilmente el consumo de una red como Bitcoin, no es extrapolable a emisiones, ya que la mezcla de fuentes con que se mina no proviene de una fuente en particular.

Aunque los informes respecto a la mezcla energética de la minería de Bitcoin entregan cifras variadas, podemos establecer un cierto marco. Algunas sugieren que alrededor del 73% del consumo energético proviene de fuentes renovables, mientras que otros estiman la cifra más cercana al 59%. Yo me acerco a lo publicado por el CCFA, que lo estima en un 39% aproximadamente.

Ahora bien, lo más interesante de la minería de Bitcoin es que utiliza fuentes de energía a las que otras industrias no pueden acceder. La criptomoneda no tiene limitaciones en torno a dónde se puede ubicar, dándonos acceso a fuentes que de otra manera serían desperdiciadas. Un ejemplo hoy en día es la quema de gas natural. La industria extractiva de petróleo emite enormes cantidades de gas natural como parte de su proceso productivo. Esta es energía que simplemente contamina el medioambiente; alrededor del mundo estamos viendo mineros de Bitcoin ubicarse cerca de estos centros y reutilizar esa energía desperdiciada –entregando un impacto medioambiental positivo–.

La industria energética solar es otro ejemplo de terreno fértil para los mineros de Bitcoin. Lamentablemente, la matriz energética central no es capaz de absorber la enorme cantidad de energía que producen estas plantas. En lugar de perder ese exceso, Bitcoin podría servir –sin necesidad de un subsidio estatal– para reconvertir esa energía en poder computacional. Si vamos incluso más allá, se pueden utilizar los bitcoin recién minados –dinero–para la construcción de infraestructura básica, como arreglos de calles y la creación de escuelas en las localidades donde se ubican estas plantas.

Uno de los grandes problemas hoy en día es que la matriz energética no es capaz de conectar los distintos puntos de producción de energía, distribuirla o almacenarla. Mientras se construye esta infraestructura, la industria minera de Bitcoin está bien alineada para utilizar los vacíos y excedentes energéticos que hoy sufrimos.

Pensemos en la minería de Bitcoin como un comprador no competitivo de energía. Agrega lo que se llama base flexible, y permite acceder a momentos de excedente energético que no están siendo utilizados o simplemente no pueden ser absorbidos por la red, pero en momentos de alta demanda de la matriz central, simplemente pueden apagarse los aparatos y dejar que la matriz distribuya energía a centros urbanos y otros lugares del país.

Ahora bien, esta industria no es perfecta y de momento siguen existiendo granjas de mineros que utilizan hidrocarburos como fuente energética. Pero la tendencia que estamos viendo es a revertir esta situación, y la manera en que funciona la minería indica que la industria está liderando el empuje hacia una matriz energética más sustentable.

Bitcoin es una revolución monetaria y tecnológica. Entrega a través de la criptografía derechos de propiedad inalienable a sus usuarios, quienes pueden además confiar en una red neutral y resistente a la censura. A nivel colectivo, permitiría disminuir la dependencia en el dólar norteamericano, reserva mundial del dinero actualmente y piedra angular de un sistema económico que beneficia a las elites de Washington. A nivel tecnológico, la minería está apuntando a un futuro de energía verde y abundante, redireccionando fuentes energéticas que de otras maneras estamos desperdiciando.

Me gustaría ver, por lo demás, por parte de los críticos y escépticos de Bitcoin, el mismo nivel de escrutinio para otras industrias de la economía. ¿Cuánta energía consumen las luces de Navidad, consolas de juegos, lavadoras de ropa o, incluso, el dólar norteamericano?

A fin de cuentas, la justificación del consumo de Bitcoin se basa en cuál es el valor que le ves a una red monetaria neutra y global. También es importante responder cuáles son nuestras prioridades como sociedad, ya que desde ahí podremos tener una conversación crítica y poder construir el futuro que queremos, asignando los recursos que creamos suficientes para las industrias que creamos necesarias.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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