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El Mundial que no debió ser y nuestro rol en su normalización Opinión

El Mundial que no debió ser y nuestro rol en su normalización

Álvaro Zavaleta Sahr
Por : Álvaro Zavaleta Sahr Cientista político, UDP.
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Tal vez respecto a este Mundial es un poco tarde para cancelarlo, pero la crítica debe existir, la opinión pública debe empezar a incluir una mirada política cuando se hable de dicho evento. Esto también es necesario en términos generales, el fútbol tiene una especie de manto protector en el cual no se admiten críticas, los futbolistas son coartados en su libertad de expresión con tal de proteger las reglas de la FIFA y, para que eso cambie, la sociedad civil también debe saber que el fútbol no está separado de la político; incluso, en la realidad, es de los deportes más cercanos a la política, afectando elecciones y sociedades con su influencia.


Todos tenemos algo en nuestra vida que está en contradicción con lo que sentimos o pensamos; al menos, sabemos que no está 100% bien.

En el actual Mundial de fútbol ha existido una enorme crítica a la elección de Qatar como país organizador, crítica que tiene que ver con dos temas principales: uno relacionado con la explotación laboral que existió para realizar la construcción de los estadios, abusando laboralmente de muchísimos trabajadores y muriendo miles de ellos en el proceso, siendo una cifra récord para la construcción de una Copa Mundial; otra crítica tiene que ver con el bajo respeto a los derechos humanos que existe dentro del país, estando especialmente afectados los derechos de las mujeres y de las diferentes diversidades sexuales, viviendo restricciones a su expresión y desarrollo.

La crítica a estos hechos claramente existe, no solamente por parte de la sociedad civil, sino que también algunos futbolistas han intentado expresar su descontento al tratar de portar el brazalete pro derechos LGBTQ+. Sin embargo, esta crítica tiene una contraparte, ya que todavía se mantiene una alta intensidad al momento de vivir este Mundial, y no hablo desde una posición de superioridad, yo también he visto partidos y espero ver algunos más.

Pero, entonces, si estoy en contra de la violencia ejercida hacia los trabajadores y también estoy a favor de los derechos LGBTQ+, ¿me hace mala persona querer ver el Mundial?, ¿debería no hacerlo?

Es claramente una posición difícil y no creo ser el único que lo piensa; tengo muchos amigos y personas conocidas que, al igual que yo, claramente no fomentan ni toleran este tipo violencia durante su día a día, pero sí ven y disfrutan el Mundial.

Una de las excusas más usadas es la idea de “no solucionamos nada al no verlo” y, bueno, algo de razón tienen, claramente el problema es mayor y abarca niveles decisionales mucho más arriba en la escala del poder, pero, entonces, ¿para qué ser vegano o vegetariano?, ¿por qué está mal seguir diciéndole maricón a alguien por hacer algo más “femenino»? Si con ello no podremos detener la violencia de género, ¿para qué hacerlo? Porque, al igual que en el Mundial, son problemas a nivel más macro. ¿Qué hacemos entonces?, ¿por qué hay diferencias?

Yo creo que los pequeños cambios siempre aportan, por lo mismo sí creo en el veganismo a nivel individual, el cual para mí puede llegar a influir en la sociedad a través de la cultura. Creo que acá también podría suceder algo parecido, el criticar el Mundial y no verlo tal vez sí podría eventualmente influir en no normalizar estas prácticas por parte del organizador y de todos aquellos que gracias a la plata permitieron que pasara.

Sin embargo, si todo fuera sobre la base de lo objetivo, calculando los hechos malos y buenos, tal vez ver el Mundial podría ser objetivamente malo, pero creo que acá juega un componente emocional imposible de negar, por ejemplo, el seguir a jugadores durante cuatro años para poder al fin verlos en el máximo terreno futbolístico es algo increíble, ver diferentes selecciones jugar, reír, bailar, llorar y triunfar es algo invaluable, ni decir para los hinchas de estos países, los cuales sufren y se viven intensamente el proceso al Mundial, incluso antes de jugarlo; también, hay jugadores que incluso no podremos ver más en una Copa del Mundo, Ronaldo, Messi, Modrić, hasta el Memo Ochoa puede que deje de aparecer.

También hay algo culturalmente hermoso en la Copa Mundial: se reúnen diferentes países en un intercambio sociocultural inimaginable, se expresan de formas diversas, bailes por parte de países como Senegal, Brasil o Ecuador, actos honorables como los de hinchas de Japón limpiando las tribunas después del partido o, incluso, hinchas rivales abrazándose para hallar consuelo en la derrota. Es una instancia social histórica, siendo también injusto que por culpa de aquellos en el poder no podamos todos disfrutarla, especialmente la gente que en el Mundial encuentra una felicidad dentro de un sistema que los violenta a diario.

Obviamente no digo que esto justifique la Copa del Mundo, creo en que debe existir una crítica a los hechos, Qatar como sede del Mundial definitivamente fue una mala elección, basada en el dinero más que en las personas y eso no puede pasar nunca más, pero es justamente la emocionalidad lo que lo hace difícil de analizar objetivamente, porque en ese caso tal vez todos en el mundo tendríamos que estar organizando un boicot masivo al Mundial, apagando televisores y protestando en las calles frente a la indiferencia. Pero es difícil, no solamente por la dificultad de llevar a cabo tales protestas masivas, sino también porque a muchas personas les llega sentimentalmente de tal forma que resulta difícil desligarse de este evento.

Esto no quita que no hagamos nada, tal vez respecto a este Mundial es un poco tarde para cancelarlo, pero la crítica debe existir, la opinión pública debe empezar a incluir una mirada política cuando se hable de dicho evento. Esto también es necesario en términos generales, el fútbol tiene una especie de manto protector en el cual no se admiten críticas, los futbolistas son coartados en su libertad de expresión con tal de proteger las reglas de la FIFA y, para que eso cambie, la sociedad civil también debe saber que el fútbol no está separado de la político; incluso, en la realidad, es de los deportes más cercanos a la política, afectando elecciones y sociedades con su influencia.

La sociedad civil debe politizar el deporte –porque a nivel de élites políticas/económicas ya está politizado–, ya sea desde el día a día para bajar la violencia competitiva imperante que nos afecta en nuestra forma de relacionarnos, hasta la crítica general sobre la forma en que está organizado el deporte a nivel mundial. La FIFA no puede volver a hacer esto con total impunidad, recibiendo sobornos a cambio de otorgar la gran responsabilidad de ser organizador de la Copa.

No podemos dejarnos pasar por encima de esa forma, encontrar el equilibrio no será fácil, muchos aman este deporte y lograr conciliar la mirada política que se tiene con la devoción que existe hacia este, no será tarea sencilla; yo tampoco creo tener la respuesta final. Sin embargo, creo que debemos preguntarnos qué acciones pueden contribuir a que el fútbol no siga siendo una herramienta de los poderosos que no es cuestionada por la opinión pública, porque, si no nos lo preguntamos nosotros, dudo que las élites lo hagan, porque tampoco les conviene.

Es algo que yo al menos me cuestiono y con esto espero aportar a que se reflexione un poco más sobre el tema. Yo solo nunca llegaré a una solución, pero si todos nos tomamos el problema cada vez más en serio, es posible que lleguemos a combatir un poco más este abuso de poder que existe en este deporte que tanto amamos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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