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¿Cuánto sabemos de derechos humanos? Opinión

¿Cuánto sabemos de derechos humanos?

Agustín Squella
Por : Agustín Squella Filósofo, abogado y Premio Nacional de Ciencias Sociales. Miembro de la Convención Constituyente.
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La historia de los derechos humanos –que la tienen como toda creación humana– es muy ilustrativa para entender cómo nacieron y cómo han evolucionado hasta nuestros días en sucesivas clases o “generaciones” de derechos: primero como simples límites al poder (derechos civiles o personales), más tarde como participación en el poder (derechos políticos) y, luego, como exigencias de ciertas prestaciones a cualquiera que ejerza el poder (derechos económicos, sociales y culturales). Como se ve, una auténtica escalada de los derechos, de menos a más. Evolución también en cuanto a que, inicialmente, los derechos fueron adjudicados solo a determinados segmentos o estamentos de la sociedad, no a todos, y que solo andando el tiempo, así como gracias a las luchas libradas en su favor, se logró lo que hoy nadie discute: se trata de derechos universales cuya titularidad corresponde a todo individuo de la especie humana sin excepción.


Lo más seguro para que algo se banalice o pase incluso al olvido es inventarle un día del año. Nunca he visto más cigarrillos encendidos que el famoso Día sin Fumar. “Día de…”, y agregue el lector cualquier cosa, y lo más probable es que, después de hacerlo, todos nos vayamos a dormir con la conciencia tranquila después del homenaje que hemos rendido a nivel del calendario.

Por fortuna, nada de eso ocurre con los derechos humanos y el reciente día en que han sido celebrados a escala mundial. Tales derechos no se perjudican por tener un día de celebración global, planetario, universal. Todo lo contrario. Salvo que algunos, o muchos, creyeran que solo se trata de eso y que, pasado el 10 de diciembre, pueden continuar sin saber mucho, o casi nada, acerca de tales derechos. Esa fecha corresponde a la misma de 1948 en que la ONU dio su aprobación a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, pocos meses después de que en nuestro continente se aprobara la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre. Pionero en esto nuestro continente, enhorabuena, sobre todo en momentos que, como los actuales, no tenemos muchos motivos para enorgullecernos de él.

Nos importan los derechos humanos, y eso tanto dentro como fuera del país en que vivimos, y, sobre todo, reaccionamos ante las violaciones en que incurren agentes del Estado y nos sumamos prontamente a la condena de las violaciones. Salvo, claro está, cuando en esta materia se impone nuestro deporte nacional del doble estándar: si viola los derechos humanos un gobierno que no aprobamos, horror; y cuando lo hace uno que cuenta con nuestro favor, justificación a como dé lugar.

Es poco lo que sabemos sobre los derechos humanos, sobre su concepto (qué son), su fundamento (cómo se justifican), su historia (cuál ha sido su devenir), los procesos por los que han atravesado (por ejemplo, su internacionalización), y los sistemas nacionales, continentales y mundiales de protección de los mismos (recursos, tribunales, cortes, etc.).

Tal como proponía Sócrates, nada mejor que asumir la propia ignorancia: no sé lo que creo saber, sé menos de lo que pretendo saber, sé algo, o mucho, pero carezco del lenguaje adecuado para transmitirlo a los demás de manera clara y persuasiva. A partir de ese reconocimiento es que podemos ponernos en marcha para saber, o para saber más y mejor, o para emplear de mejor manera el lenguaje con que nos comunicamos con los demás. Una ignorancia que, por tanto, se asume no como autoflagelación ni rebaja de nuestra autoestima, sino como un necesario punto de partida en el siempre arduo camino del saber.

Me perdonarán los lectores esta autorreferencia bibliográfica, pero hace pocos años publiqué un librito –Derechos humanos–, en el que importaba mucho el subtítulo: ¿Cuánto sabemos de ellos? Y la respuesta a esa pregunta, al menos en mi caso, fue que en general sabemos poco de tan importante clase de derechos.

La historia de los derechos humanos –que la tienen como toda creación humana– es muy ilustrativa para entender cómo nacieron y cómo han evolucionado hasta nuestros días en sucesivas clases o “generaciones” de derechos: primero como simples límites al poder (derechos civiles o personales), más tarde como participación en el poder (derechos políticos) y, luego, como exigencias de ciertas prestaciones a cualquiera que ejerza el poder (derechos económicos, sociales y culturales). Como se ve, una auténtica escalada de los derechos, de menos a más. Evolución también en cuanto a que, inicialmente, los derechos fueron adjudicados solo a determinados segmentos o estamentos de la sociedad, no a todos, y que solo andando el tiempo, así como gracias a las luchas libradas en su favor, se logró lo que hoy nadie discute: se trata de derechos universales cuya titularidad corresponde a todo individuo de la especie humana sin excepción.

Los establecimientos educacionales de todo nivel tienen una gran responsabilidad que cumplir en cuanto a difusión y comprensión de los derechos humanos. ¿La estarán cumpliendo o se limitarán –si acaso– a una breve ceremonia cada 10 de diciembre?

Tomarse en serio los derechos humanos no consiste solo en reaccionar cuando se pasa por encima de ellos, y reaccionar parejamente y no según la preferencia que se tenga o no se tenga por el gobierno infractor. Tomarse en serio los derechos consiste también en enterarse. En estar enterados. En saber acerca de ellos. La red, que tan a menudo utilizamos solo como entretención, es un buen instrumento para ello.

Y lo más probable es que, al utilizarla para saber más de los derechos humanos, particularmente en lo que se refiere a su historia, encontremos también un buen motivo de entretención.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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