El cubano, que vendió la mayoría de sus acciones en la corredora a mediados de los 90, sufrió un accidente en febrero último mientras conducía su auto, el que lo dejó con gravísimas secuelas neurológicas y motoras. Ahora atraviesa una situación financiera que lo tiene al borde de la quiebra. Sus amigos están organizando una campaña de recolección de fondos para costear su rehabilitación. [Actualizada]
Mario Lobo, socio fundador de Celfin Capital, la corredora de bolsa más grande de Chile, está al borde del colapso financiero. En febrero último chocó y quedó con gravísimas secuelas neurológicas y motoras, y ahora atraviesa una situación monetaria que tiene a sus amigos en una campaña de recolección de fondos para costear su rehabilitación.
El drama ocurre cuando Celfin está a punto de finalizar la fusión con BTG Pactual, el banco de inversión más grande de Brasil. La operación dejará a Jorge Errázuriz y Juan Andrés Camus, los dos amigos que fundaron la corredora junto a Lobo, con US$ 300 millones a repartir con el resto de los socios y los pone en camino a instalarse entre los banqueros más poderosos de América Latina.
Jorge Errázuriz sostiene que se sorprendió cuando conoció la realidad económica de su amigo. Los meses que permaneció en la clínica agotaron los seguros. Junto al ex ministro de Hacienda, Andrés Velasco, amigo de Lobo, porque compraron juntos un triplex en el Parque Forestal, van a iniciar una campaña en Chile. Están haciendo una lista con sus conocidos y amigos para informales el difícil trance que atraviesa Lobo y pedir su colaboración.
Lobo es admirado por su agudo intelecto, generosidad y el eclecticismo de sus intereses: socio de The Clinic, director de la Viña Los Vascos por la familia Rothschild (dueña del 57%; el resto está en manos de Santa Rita, del grupo Claro), y uno de los impulsores de la Fundación Vicente Huidobro. Anfitrión de legendarias tertulias de artistas, políticos e intelectuales en su departamento, es amigo del ex ministro Andrés Velasco, y uno de los favoritos del “establishment” liberal como el inversionista y columnista David Gallagher y el escritor Pablo Simonetti.
[cita]Lobo vendió la mayoría de sus acciones en Celfin en 1994 cuando era todavía una empresa pequeña, para dedicarse a aficiones como la literatura y a promover la obra de Vicente Huidobro. Compró su casa en Cartagena y creó una fundación que lleva su nombre. Mantuvo contacto con sus ex socios, pero no podrá celebrar su éxito.[/cita]
“Yo siempre fui amigo de Mario, es un tipo muy generoso. Nos dejamos de ver porque hacíamos vidas distintas. Independiente que se haga la fusión con BTG Pactual lógicamente voy a colaborar, pero hablo a título personal”, acota Errázuriz, quien aclara que la fortuna de Lobo es un mito. “No heredó nada, su patrimonio lo armó a partir de su trabajo y su educación la pagó un pariente. Tiene un hermano que vive en California y se dedica a la enseñanza de deportes y su padre ha pasado por altos y bajos en sus negocios”. Su madre se vino a Chile desde Nueva York para cuidarlo.
Lobo vendió la mayoría de sus acciones en Celfin en 1994 cuando era todavía una empresa pequeña, para dedicarse a aficiones como la literatura y a promover la obra de Vicente Huidobro. Compró su casa en Cartagena y creó una fundación que lleva su nombre. Mantuvo contacto con sus ex socios, pero no podrá celebrar su éxito.
La L de Celfin viene de su apellido. Un cubano que se fue de la isla en 1960, a los cinco años. Su tío Julio era uno de los mayores comercializadores de azúcar del mundo y tan fanático de Napoleón que aún existe un museo fundado por él en La Habana. Su sobrino recibió una educación privilegiada en el colegio Le Rosay en Suiza y Londres y terminó instalado en Chile a raíz de la sociedad de los Matte con el Banco Rothschild, en 1978, para crear la agencia de valores BiceChileconsult. Lobo era un analista en Londres y fue enviado como su representante en Chile en 1982.
La historia de Celfin se remonta a 1988 cuando los tres ejecutivos del Bice y su filial BiceChileconsult dejaron de sus escritorios, pusieron US$ 50 mil cada uno y crearon una empresa cuya misión era modesta: encargarse de los trámites administrativos de Salomon Brothers. El quinto banco de inversión de la época administraba el Chile Fund y debía tener en el país a alguien que hiciera los análisis y gestionara la compra de acciones locales.