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El diagnóstico Roubini y la sabrosa disputa que generó entre José de Gregorio y Felipe Larraín sobre la teoría del crecimiento Advirtió que «el sistema actual no va a funcionar como en el pasado, está roto»

El diagnóstico Roubini y la sabrosa disputa que generó entre José de Gregorio y Felipe Larraín sobre la teoría del crecimiento

Enrique Elgueta
Por : Enrique Elgueta Periodista y consultor senior en Comsulting.
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Ante un salón lleno en Casa Piedra, Nouriel Roubini abordó en profundidad la situación de la economía chilena, reconociendo riesgos de populismo, pero también la importancia de llevar adelante políticas sociales que tiendan a la inclusión y criticó los oligopolios que operan “con márgenes bastante altos”. Tras su análisis, el ex ministro de Hacienda de Sebastián Piñera y el economista que lideró tres carteras durante el Gobierno de Ricardo Lagos animaron el debate que gatilló Roubini. Discutieron desde las causas de la actual desaceleración hasta la fórmula que necesita Chile para alcanzar el ansiado desarrollo, evidenciando que el péndulo sobre esta crispada discusión doméstica todavía está lejos de alcanzar un punto medio.


Un salón completamente lleno en Casa Piedra era el que ayer esperaba a Nouriel Roubini, el famoso economista de la Universidad de Nueva York que predijo la crisis de 2008, que en las últimas semanas ha sostenido que el Brexit es el principio del fin de la Unión Europea y que por estos días parece fascinarle el debate económico en torno a un crecimiento inclusivo.

Es que precisamente ese fue uno de los temas que no se cansó de abordar el economista nacido en Turquía, y que supone el principal dilema de la situación chilena. Reconociendo las dificultades que significa impulsar políticas económicas que no descuiden el crecimiento y tampoco la desigualdad, Roubini dio su visión sobre el país sin quedar mal con nadie, concediéndoles crédito a algunas críticas que caen sobre el actual Gobierno, pero ratificando que urgen reformas en materias sensibles para la sociedad.

“Hablemos sobre Chile. Es un país que respeto”, partió diciendo el experto, reconociendo algunas de sus principales bondades. “Es una democracia muy estable. Es un país donde las instituciones funcionan, con un Banco Central independiente que está comprometido en mantener bajos niveles de inflación, con políticas fiscales saludables y que se siguen por gobiernos que son de uno y otro lado. Muy abierto a la globalización, un país con una clase media robusta que favorece la estabilidad y que está entre los que tienen mejores chances de alcanzar un índice per cápita mayor en la región”.

Fue a partir de ahí que abordó temas de contingencia económica. Si bien la ralentización del crecimiento chileno es un aspecto que para Roubini revertirá su tendencia en un mediano plazo –considerando un entorno global también adverso para otras economías emergentes–, afirmó que los factores que subyacen a este menor dinamismo no se explican únicamente ni por motivos externos ni ruidos domésticos.

“Es verdad que ha habido mucho populismo de alguna parte del gobierno y hay preocupación de que podría estar afectando los negocios en cuanto a la confianza. Sin embargo, algunas medidas populistas partieron antes, como el hecho de aumentar las licencias maternales a seis meses como se hizo (durante la administración de Sebastián Piñera). Por tanto, incluso los conservadores están abriendo puertas para hacer más de lo que podría hacerse fiscal y factiblemente hablando”.

“Cuando hablamos del sector privado, hay que considerar que hay falta de confianza en el gobierno actual. Puede que hayan aceptado el alza de impuestos para financiar la educación, pero hay preocupaciones si acaso una reforma laboral les da más poder a los sindicatos y afecta a la velocidad de creación de trabajos. Si se realizan muchos cambios constitucionales, hay que ver de qué cambios estamos hablando. Todo esto produce incertidumbre. Los cambios constitucionales pueden tener efectos muy negativos si no se hacen muy bien. Sin embargo, el sistema actual no va a funcionar como en el pasado, está roto”, afirmó.

“Para esta parte del mundo es natural que, después de varios años de maximizar el crecimiento y el empleo, se vea una preocupación acerca de la inclusión y que vaya siendo más importante en la discusión política. La idea de invertir más en la educación, financiarlo e imponer mayores impuestos al sector privado, ha sido el discurso político y hay que ver si estas reformas se hicieron bien o mal. Ahora, por otro lado, los ingresos medios quieren alcanzar ingresos más altos. Los jóvenes quieren tener una oportunidad económica. En este país ha habido mucho desarrollo en cuanto a la educación privada, la cual es cara y muchos estudiantes tienen deudas, y la calidad está mezclada. La gente dice que tiene la opción de tener movilidad social, hay un descontento social”, ya había advertido el economista, reconociendo lo difícil de abordar este tema.

“Antes se confiaba en la producción primaria, commodities, cobre, pero el superciclo terminó. Las ganancias que derivaban de la minería no serán lo mismo que en el pasado. Esto tiene que ver con un modelo económico donde un país pequeño no tiene suficiente competencia. Hay oligopolios que tienen márgenes bastante altos, pero este modelo no funciona. Este es el mundo que hay que cambiar. Diversificar la economía, se necesita innovación tecnológica, más competencia, más emprendedores, más pymes, más startups. Hay una perturbación total sobre las nuevas economías. Las políticas de antes ya no funcionan”.

En este contexto, sostuvo que la clave está en encontrar una mezcla adecuada de macropolíticas. “En este país el déficit es levemente mayor y ha sido bastante cíclico. En los últimos años el crecimiento potencial no es al 5% como era hace unos años, aparejado con lo que pasa con los commodities. Algunos de estos potenciales de crecimiento mediocre puede tener que ver con falta de inversión o confianza, la pregunta entonces es si tenemos un buen mix macroeconómico, si las políticas fiscales deben ser conservadoras o precavidas ante una eventual reducción en el rating de crédito. Si por tres años tenemos un crecimiento menor al esperado, podría haber una política macro incorrecta”.

Roubini reconoció, asimismo, que deben tratarse políticas en áreas sensibles de la sociedad, con un enfoque centrista, no de extrema derecha o izquierda. “Chile necesita un sector privado robusto, pero también un Gobierno que entregue un servicio público barato en materia educacional, salud e infraestructura pública. Es necesario tener un consenso de que el crecimiento es importante, pero que debe ser inclusivo”.

De Gregorio vs. Larraín

Habiendo escuchado atentos el diagnóstico de Roubini, se abrieron los dardos para el debate. Fue en esa instancia donde los economistas José de Gregorio y Felipe Larraín animaron una discusión sobre el péndulo económico al cual ya se había referido el economista de Nueva York.

De Gregorio entró en materia: “Llegamos tarde a la discusión educacional. La sostenibilidad requiere de inclusión social si no queremos que esto nos pille tarde. En el caso de Chile hay preocupación porque, si bien los estudiantes empezaron a marchar el 2011, recién en 2016 tenemos un principio de ley. Llegamos a un gobierno que tomó muy en serio el tema de la inclusión social, pero desde el punto de vista de la implementación ha sido deficiente en resultados. No es un tema de incertidumbre, pasa por un tema de confianza”.

Larraín no tardó en discrepar. El ex ministro de Hacienda del Gobierno de Piñera manifestó que en Chile se habla de “desigualdad” en circunstancias de que esta se batalla a punta de crecimiento.

“El discurso oficial que le echa la culpa de todo lo que pasa a los problemas externos no se sostiene. ¿Por qué en Chile tenemos el peor ciclo de inversión del que tenemos noticia en los últimos 40 años, sin crisis mundial, sin recesión mundial? ¿Qué está pasando en Perú? Está creciendo al 4%, Chile al 1,5%, una tasa de país desarrollado sin haber llegado al desarrollo. Cuando llueve todos se mojan, efectivamente, pero algunos más que otros. La desigualdad cayó entre 2010 y 2013. La desigualdad no caerá durante este periodo de Gobierno, sino que aumentará. La pregunta es cómo abordo el tema de la desigualdad, debemos tener sensibilidad frente al tema, porque la inestabilidad social es importante. Pero si hacemos políticas para la calle, estamos complicados. Si las políticas laborales están dictadas por la CUT o las educacionales por los estudiantes, estamos complicados, porque no vamos a avanzar en crecimiento”, precisó.

Sobre las cifras que arrojó Larraín, De Gregorio tomó el guante y apostó por zambullirse en un análisis más cualitativo. “Llevo muchos años estudiando el tema de la desigualdad. Me parece un error enfocarse en el Gini (indicador que mide la distribución de ingresos de un país) como objetivo final de un gobierno, porque no sabemos cómo lo va a cambiar y existen muchas dinámicas que no entendemos. Chile tuvo un ciclo de inversión en cobre que fue inédito, el cual se acabó e hizo colapsar la inversión. Todos hablan de Perú, efectivamente creció un 4,4% en el primer trimestre, pero porque viene impulsado por un boom de crecimiento importante de actividad minera. En el mismo periodo Chile creció 2,0% y si uno saca el ítem de minería es de 2,5%», dijo.

Y se explayó: «El año pasado Perú creció un 3,3%, pero sin considerar la minería, un 2,5%; Chile un 2,1%, pero si no consideramos la minería, un 2,4%. Lo primero que aprendemos en teoría de crecimiento es que las economías pobres crecen más que las economías ricas, porque cualquier unidad de inversión que tú apliques es mucho más productiva, así de simple. Perú tiene la mitad del ingreso per cápita que Chile, Perú es el 52%, Colombia el 59%, México el 66%. Obviamente tenemos que crecer más en promedio en el largo plazo que las economías desarrolladas, pero hay que tener cuidado con nuestro análisis para dar una visión más centrada en los hechos. Leo los fines de semana la prensa y de repente uno se encuentra con gente que dice que Chile es fantástico y no habría que haber hecho nunca nada u otros que dicen que hay que inventar todo de nuevo. Con esa visión no vamos a llegar a ningún lado”.

Entonces tomó la palabra Roubini, reconociendo que con Larraín podían no coincidir en algunos aspectos, pero destacó que si bien las fuentes del éxito económico son generalmente privadas, es importante que los gobiernos entreguen bienes públicos. Y para ello la receta es sofisticarse. “Australia o Canadá han desarrollado servicios asociados a la minería. Hay potenciales de crecimiento como para construir líderes globales en servicios mineros, pero es necesario agregar ventajas comparativas. El modelo chileno es desafiante y es un país que es dado a la sofisticación de servicios financieros y buen capital humano, que puede mejorar con derecho a la educación, le puede ir muy bien en la economía global, pero tienen que enfocarse en estas políticas prácticas que lleven a la innovación y a la tecnología y a la inversión, más que en debates que no son relevantes, como compararse con otros países”, precisó.

Posteriormente, en el marco del mismo debate, Larraín fue consultado por la agenda de productividad del Gobierno. “El problema que todos tenemos es si todas esas medidas serán capaces de paliar el efecto de un menor crecimiento en Chile. Cuando hablamos de confianza, parece que fuera un meteorito que nos cayera. La confianza se construye en base a políticas que se implementan, a la coherencia del discurso. No se puede hablar en favor del crecimiento con políticas fundamentales que van en contra del crecimiento”, aseguró, refiriéndose a algunas reformas impulsadas por Bachelet.

Y allí De Gregorio volvió al ataque. “No podíamos seguir con el cuento de que el crecimiento nos iba a dar todos los recursos. Obviamente esa reforma (tributaria) iba a tener costos en el corto plazo y los ha tenido, probablemente algo menos de crecimiento en esta transición, pero para luego tener un mayor crecimiento en el largo plazo. Hay que tener cuidado en todo esto de que es negro o blanco. Sobre la reforma docente, por primera vez vamos a tener un control para no seguir produciendo el doble de profesiones de las que el país necesita. Estamos creando desempleados en nuestro sistema universitario. Una cosa tan obvia como esa, se acaba de aprobar, después de 15 años sin hacerlo”.

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