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Inmigrantes, no se limiten a solo enviar remesas Opinión

Inmigrantes, no se limiten a solo enviar remesas

Noah Smith
Por : Noah Smith Columnista de Bloomberg
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La fuga del dinero que representan las remesas aún no es una carga representativa para la economía de EE.UU., pero sí reduce el beneficio económico que corresponde a nativos estadounidenses por permitir el ingreso de migrantes de países como Honduras, Guatemala y El Salvador, lo que podría avivar las llamas del sentimiento nacionalista. Además, probablemente no enriquece a esos países, lo que, a la larga, reduciría la presión migratoria.


Al diseñar la política de inmigración, los países desarrollados como Estados Unidos deben pensar no solo en cómo beneficiarse, sino en cómo estimular el desarrollo global. Por ejemplo, los inmigrantes cualificados a menudo invierten en negocios en sus países ancestrales, lo que promueve el crecimiento económico y transfiere tecnología. Algunas veces también regresan al país natal. Su éxito igualmente incita a los países en desarrollo a mejorar sus sistemas educativos, anticipando que enviarán más emigrantes al extranjero. Estos flujos de dinero, conocimiento y personas usualmente genera un gana-gana para países pobres y ricos; los ricos ganan trabajadores capacitados y rendimientos sobre inversión, mientras que los pobres ganan capital, tecnología y oportunidades para su gente.

Y luego, llegan las remesas. Los inmigrantes que trabajan en el extranjero envían frecuentemente dinero a sus familias en casa y, debido a los bajos precios en los países en desarrollo, estas remesas tienen un gran impacto. Este tipo de transferencia ha crecido en los últimos años:

Sending It Home

Según un nuevo informe del Banco Mundial y la Asociación Mundial de Conocimientos sobre Migración y Desarrollo, las remesas ahora superan la inversión extranjera directa (IED) o la ayuda oficial al desarrollo para países con ingresos bajos y medios diferentes a China.

Para ciertos países, entre ellos algunos de América Latina y el Caribe, las remesas representan una parte sustancial de la totalidad de su ingreso nacional:

Care Packages

Por ende, no es sorprendente que los migrantes de países como Honduras y El Salvador imploren que les sea permitido su ingreso a EE.UU. En otras palabras, el sustento de sus familias y madre patria dependen del dinero que envían de regreso.

Este dinero reduce la pobreza en algunos de los lugares más pobres del mundo y puede tener consecuencias tangibles sobre la calidad de vida humana. Investigaciones revelan que las remesas generan mejorías en la salud y mayores logros educativos en niños de países en desarrollo.

No obstante lo anterior, ¿contribuyen las remesas en un crecimiento económico sostenible? Aquí es donde la escena se vuelve turbia. estudios sugieren que las remesas tienen un pequeño efecto sobre el crecimiento. Algunos investigadores han hallado que las familias que reciben remesas tienden a trabajar menos. Otros identifican que los receptores tienden a invertir más, aunque es posible que esta inversión sea bajo especulación de propiedad, lo que poco impulsa el crecimiento.

Existe también la preocupación de que los países que reciben remesas sustanciales se pueden volver dependientes de esos flujos y, por ende, abstenerse del difícil y oneroso trabajo que implica la creación de industrias valiosas en sus economías de origen. Es una situación que tiene cierta similitud con la manera en que la riqueza en recursos naturales a menudo retiene el desarrollo a largo plazo en países pobres.

Para los países ricos que son fuente de remesas, también hay costos, aunque son modestos. Para la enorme y rica economía de EE.UU., las remesas representan solo una pequeña porción: cerca de 0,3% de su producto interno bruto. Pero esta cifra se ha inflado en las últimas décadas:

Over There

Cuando los inmigrantes gastan sus ganancias en bienes y servicios producidos a proximidad (corte de cabello, citas médicas, servicios jurídicos, alquiler, etc.), este gasto genera empleo para los locales y da lugar a lo que los economistas llaman efecto multiplicador local. Cuando invierten en su país de origen, la tendencia es que gastan en EE.UU. los rendimientos sobre la inversión. Sin embargo, cuando un trabajador envía dinero al extranjero, es dinero que no llega a la economía local. Esto representa una pérdida de riqueza modesta, pero real, para EE.UU.

La fuga del dinero que representan las remesas aún no es una carga representativa para la economía de EE.UU., pero sí reduce el beneficio económico que corresponde a nativos estadounidenses por permitir el ingreso de migrantes de países como Honduras, Guatemala y El Salvador, lo que podría avivar las llamas del sentimiento nacionalista. Además, probablemente no enriquece a esos países, lo que, a la larga, reduciría la presión migratoria.

Por ende, EE.UU. se ha interesado por motivar a los inmigrantes a invertir en sus países natales en lugar de simplemente enviar el dinero. Una manera de hacerlo sería a través de impuestos a las remesas, como lo propuso el presidente Donald Trump. Sin embargo, sería un impuesto para los más pobres entre los pobres, lo que no se justifica. Una política más humana sería otorgar créditos tributarios u otros incentivos para que los inmigrantes los inviertan en negocios productivos en sus países. No obstante, es una práctica difícil de aplicar y probablemente no es tan difícil hacer pasar las remesas por inversión en negocios.

Una tercera alternativa es que agencias gubernamentales tanto en EE.UU. como en otros países coordinen la ayuda a inmigrantes y sus familias para que hagan inversiones productivas en sus países con las ganancias que generan en EE.UU. Esto no solo generaría rendimientos para EE.UU., sino que también aceleraría el crecimiento económico en países pobres de Centroamérica, lo que eventualmente reduciría el número de migrantes que intentan entrar a EE.UU.

Las remesas existen y están bien, pero nada sustituye la inversión, el crecimiento y el desarrollo económico.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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