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Opinión: Quien esté libre de intereses que lance la primera piedra


Por Cristián Duarte B., presidente de Transearch

La situación política vivida tras la salida de Teodoro Ribera desde el Ministerio de Justicia y más recientemente los cuestionamientos al Director del SII, Julio Pereira, me hicieron reflexionar sobre los conflictos de interés en el mundo público y privado.

Nadie o casi nadie se cuestiona que la gente que ejerce cargos públicos no debe tener conflictos de esta naturaleza. Sin embargo, cada cierto tiempo el mundo político se remece y escandaliza por situaciones de este tipo que han afectado a autoridades de las más diversas tiendas, incluso a más de un Presidente de la República. Es curioso que, en un ámbito en que los apellidos de políticos y autoridades se repiten, formando verdaderas dinastías, este tipo de asuntos genere tanta sorpresa. Cuando se descubren situaciones como éstas, todos vociferan, pero ¿están realmente libres de lanzar la primera piedra?

Un conflicto de intereses surge cuando una persona, como funcionario o empleado del sector público o privado, es influenciado por consideraciones personales al realizar su trabajo. Así, las decisiones son tomadas sobre la base de fundamentos subjetivos. Los conflictos de intereses, son tan dañinos para la reputación de una organización porque erosionan su confianza pública.

En la empresa privada, y en especial en nuestra cultura latina,  esto es pan de cada día. Los contactos personales y familiares existen de forma mucho más abierta y menos regulada. Si bien es cierto que uno espera que un determinado proveedor no tenga conflictos de interés; también es cierto que las empresas prefieren trabajar con círculos conocidos, porque confían en la gestión que puede hacer un amigo o en la lealtad de un familiar. La pregunta es, ¿dónde está el límite?; especialmente en Sociedades Anónimas Abiertas en que puede haber un controlador y muchos accionistas minoritarios que merecen claridad y transparencia en relación a estos temas.

En el caso de las compañías transnacionales existe más claridad sobre dicho límite. En muchas de ellas imperan con diferentes niveles de rigor normas y directivas que forman parte de las políticas de la empresa. Por ejemplo, no recibir regalos o no aceptar una invitación a almorzar o a viajar por parte de un proveedor en particular, porque al aceptarlas se puede comprometer la independencia en el momento de decidir una compra o negocio.

También existen otras estrategias que puede adoptar una organización para evitar comprometer su integridad, como por ejemplo, mantener códigos de ética con normas que son comunicadas a los colaboradores y proveedores, jornadas de capacitación y reflexión sobre dichas normas, firma de documentación declarando la existencia o no existencia de un conflicto de interés, instancias de denuncia ante la observancia de conductas inadecuadas, guía frente a dudas que pueda tener un colaborador respecto de determinada situación, etc.

Frente a estas situaciones cabe preguntarse si ¿es posible regular totalmente las relaciones humanas y hasta qué punto podemos llegar para evitar el nepotismo o amiguismo? Lo que está claro es que parece aconsejable elaborar políticas claras para adelantarse a este tipo de situaciones y evitar malos ratos.                                                                            

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