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El humor negro de un empleado de Standard & Poor’s desata la polémica en Wall Street


"¡Tengan cuidado! El mercado inmobiliario se debilitó. Se enfría. El fuerte mercado es ahora más débil. Las hipotecas subprime se queman. La casa se derrumba". Si estas frases correspondieran a una canción guasona escrita en 2012 sobre la crisis financiera podría, y solo podría, tener cierta gracia.

Pero lejos de eso, es la nueva letra de "Burning Down the House", de los Talking Heads, que inventó un empleado de la agencia de calificación Standard & Poor’s en marzo de 2007. Esto es, cuando el ciudadano de a pie seguía comprando casas alegremente pensando que los rating de todas estas empresas –y las opiniones de miles de analistas y agencias gubernamentales– reflejaban la realidad.

Una realidad que, como muestra la canción, era bien distinta de lo que pensaban. Lo que de verdad estaba sucediendo es lo que se rumiaba en las cocinas de S&P, donde ese empleado incluso hizo un vídeo cantando y bailando su melodía ante una la risa de una nutrida audiencia de trabajadores de la agencia.

Mala fama

Wall Street no deja de hablar estos días de ésta y otras muestras de humor negro extraída de los millones de correos electrónicos que ha usado la Justicia para demandar a S&P por "inflar deliberadamente" las calificaciones de activos de alto riesgo con el único fin de lucrarse, según dice el requerimiento. De hecho, por si alguien duda de su importancia entre los inversores, basta comprobar que McGraw-Hill Companies, propietaria de S&P, llegó a caer hasta un 13 % la semana pasada.

Esos inversores penalizan que S&P afronta una multa de US$ 5.000 millones, lo que en el futuro cercano va a pesar mucho sobre su nombre. Pero tan importante como eso es la mala fama –peor que la que ya tenían– que le está generando este caso a la agencia.

"Esperemos que estemos todos jubilados cuando este castillo de naipes se derrumbe", decía otro correo que circula por la prensa. El castillo cayó y miles de economías domésticas también. Ahora EE.UU debe dictar la primera sentencia sobre el papel de las empresas de rating.

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