Roberto Castro Tapia, Decano Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas Universidad Central
La evolución del precio del cobre muestra un comportamiento tendencial a la baja desde el año 2011, cuando el ciclo que enfrentamos alcanzó su máximo valor. Hacia adelante, las perspectivas no se presentan diferentes. Inciden en ello una serie de factores asociados, en algunos casos, a componentes especulativos, pero también a elementos sustentados en la actividad económica mundial.
En ese contexto, el dato de que el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) chino del primer trimestre fue menor al esperado, generó incertidumbre en las bolsas mundiales, incluidas las que transan materias primas; en tanto, entre los analistas, existe la percepción de que tasas de crecimiento de dos dígitos no se volverán a ver durante un tiempo bastante prolongado en China.
El llamado “gigante asiático”, aparte de ser un gran demandante de cobre chileno para su industria manufacturera, también es un gran procesador del metal rojo en bruto y posterior exportador a países como Estados Unidos cuya inestabilidad de crecimiento tiene consecuencias en el dinamismo de la economía China y, por añadidura, directamente en la demanda de cobre chileno. Por otro lado, la apreciación del peso asociada, entre otros factores, al elevadísimo precio del cobre de los últimos años, no ha contribuido a estabilizar la situación externa chilena de mediano plazo, en la medida en que ha obstaculizado el desarrollo de exportaciones con un mayor contenido manufacturero, junto con dificultar la expansión de otros productos primarios regulares de la canasta exportadora nacional.
En ningún caso es posible dar solidez a la oferta exportadora sobre esta base. Adicionalmente, la política anticíclica -sustentada en el aporte de Codelco al Fondo de Estabilización Económica y Social- si bien es positiva, resulta insuficiente para asegurar estabilidad de recursos fiscales, en la medida en que sólo ahorra los excedentes de la cuprífera estatal que participa con menos de un tercio del total de la extracción nacional, sin siquiera mencionar los problemas de productividad que enfrenta.
Ciertamente, en este escenario de inestabilidad resulta imposible comprometer programas sostenidos y permanentes con fuentes de financiamiento oscilantes dependientes de ingresos del sector público sujetos al precio del cobre. Supeditar políticas de gran relevancia como, por ejemplo, programas redistributivos directos y los vitales proyectos de inversión social a los excedentes fluctuantes del cobre, no es prudente.
La inserción de Chile en el escenario económico mundial presenta hoy nuevos desafíos. En tanto comienza a reconocer algunas características propias de país desarrollado, entre ellas de PIB per cápita, las exigencias en materias vinculadas con aspectos de índole distributivo, cualitativo y que dicen relación con inversión social, se tornan insoslayables. Del mismo modo, los instrumentos y las formas de abordar las políticas comienzan a ajustarse más al formato de país de la OECD. Es un fenómeno natural, por tanto resulta fundamental que para emprender los objetivos venideros, el Estado deba contar con recursos que le den continuidad. De ahí la importancia de implementar una política tributaria de carácter progresivo, donde las empresas también tributen; como cualquier país desarrollado.