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Nueva generación de banqueros jóvenes cambian semanas de 90 horas de trabajo en Wall Street por «startups»


Era un viernes de otoño de 2004 y Umber Ahmad había sido invitada a leer un poema en la boda de una de sus mejores amigas. Planeaba tomar el vuelo de las 19 de Nueva York a Toronto cuando un vicepresidente de Morgan Stanley la llamó. El cliente de una importante operación de fusión necesitaba que se hiciera un trabajo durante el fin de semana. Ahmad, especialista en fusiones y adquisiciones, no tenía opción. Canceló el vuelo y empezó a revisar su análisis de la transacción, informará la revista Bloomberg Markets en su número de junio.

La boda a la que no pudo asistir fue sólo un ejemplo de las docenas de cenas, reuniones familiares y otros compromisos a los que Ahmad faltó para trabajar 70 y 80 horas semanales como joven asociada de Morgan Stanley y luego como vicepresidente de Goldman Sachs Group Inc. Ahmad, nacida en Michigan e hija de un médico paquisaní que daba clases en la Escuela de Medicina de Harvard, compara las largas jornadas y las noches enteras de trabajo con el ejército. “Los militares muestran que la privación del sueño es una forma de tortura”, dice. “No poder dormir normalmente es perjudicial para la vida, para la salud”.

La vida de Ahmad giraba en torno a su trabajo, dice. Salía con otro banquero. Muchos de sus amigos eran banqueros – y aún lo son- porque ellos entendían las cancelaciones de último momento y los planes de vacaciones frustrados. “Uno permanece cerca de las personas con quienes fue a la guerra”, sostiene. “Es un sufrimiento que ellos pueden entender”. Ahmad asegura que amaba su trabajo, por agotador que fuera. “Era interesante, era como tratar de beber de una catarata”, dice.

Alivio del estrés

Se fue de Goldman en 2007 para fundar su propia firma de inversión. No olvidó que, en los pocos momentos de ocio que le dejaban los bancos, preparaba tortas para aliviar el estrés. Por eso, en 2013, Ahmad fundó en Nueva York Mah-Ze-Dahr Bakery, una empresa de repostería de lujo, asociándose con el famoso chef Tom Colicchio. También es directora gerente de la firma de inversión neoyorquina Specialized Capital Management Advisory.

Para Ahmad, la banca fue el trampolín para llegar a su nueva vida como empresaria. “Fue difícil y fue duro y significó muchas horas sin dormir pero también me dio la oportunidad de estar donde estoy hoy”, asegura.

Algunos de los mejores y más brillantes jóvenes banqueros de inversión de Wall Street están dejando los puestos de prestigio y alto salario que tenían en las grandes instituciones financieras. Muchos crean su propia empresa, en especial en el sector de la tecnología. Si bien no hay estadísticas precisas sobre esta tendencia, los datos de la Oficina del Censo de los Estados Unidos muestran que la cantidad de empleados de 25 a 34 años del área metropolitana de Nueva York que trabajaban en finanzas y seguros se redujo a 109.187 en el segundo trimestre de 2013, un 19 por ciento por debajo del segundo trimestre de 2007.

Prestigio y riqueza

Renunciar a tener vida privada se considera desde hace mucho un precio justo por el prestigio y la riqueza que brinda el trabajo en la banca de inversión y las operaciones bursátiles. Aún es intensa la competencia por los codiciados programas de capacitación bancaria de dos años que pagan a los graduados y los recién recibidos en dirección de empresas de US$100.000 a US$300.000 por año.

Que los jóvenes talentosos cuestionen ese sacrificio no sorprende a Patrick Curtis, que trabajó como analista durante dos años en la firma boutique de banca de inversión Rothschild Inc. hace una década.

“Decididamente, lo que se gana no vale la pena”, dice Curtis, de 34 años, que ahora dirige un sitio web de orientación y redes profesionales llamado WallStreetOasis.com. “Se trabaja un promedio de 90 horas semanales. Estas pueden llegar a 120 cuando la cosa se pone difícil. ¿Vale la pena? No.”

Iniciativas de los bancos

En las universidades de elite, menos estudiantes de finanzas y dirección de empresas están dispuestos a siquiera pensar en una vida de faltar a las bodas, arruinar romances y pasar la noche en negociaciones para cerrar operaciones. El porcentaje de graduados de la Escuela de Negocios de Harvard que se dedicaron a la banca de inversión, las ventas o las operaciones bursátiles bajó de 12 por ciento en 2006 a 5 por ciento el año pasado, mientras que los que ingresaron al sector de la tecnología casi se triplicaron, llegando a 18 por ciento en ese período.

Los bancos son muy concientes del excesivo desgaste que sufren sus jóvenes asociados y analistas y han implementado programas para combatirlo. Goldman Sachs y JPMorgan, entre otros, están repensando el modo en que se llevan a término las operaciones y formaron comités internos destinados a mejorar la experiencia de los banqueros junior. En Goldman, los cambios resultantes incluyen la formación de un comité de desarrollo de carrera para banqueros junior, varias de cuyas recomendaciones la firma ya ha adoptado.

En el entorno de alta presión de un banco de inversión, el profesional típico permanece en su cargo entre siete y nueve años antes de cambiar de carrera o pasar a otras áreas de las finanzas, según un estudio que publicará este verano boreal Alexandra Michel, que inició su carrera de banquera junior en Goldman Sachs en 1992 y ahora enseña administración en la Universidad de Pensilvania.

Michel, que tiene un doctorado en administración de la Escuela Wharton, pasó los últimos trece años estudiando las condiciones de trabajo de los banqueros de inversión. Descubrió que las largas horas de trabajo y el estrés empiezan a hacerse sentir después de cuatro años. “Al cuarto año, se producen trastornos físicos, al principio menores”, dice. “Se instala el dolor crónico, el insomnio, los desórdenes endocrinos. El dolor es muy común”. El aumento de peso, la pérdida del cabello, la ansiedad, la depresión y la falta de energía generalizada también son quejas frecuentes, asegura Michel.

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