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Opinión: Acerca de Reformas Agraria, de la Educación y de la Constitución


La Presidenta ha señalado en varias oportunidades que no desea otro Transantiago en su gobierno, dando a entender que dicha política pública fue un grave error que ha afectado y continúa afectando a millones de santiaguinos, y que esa experiencia traumática, de la cual es responsable, la mantiene en alerta para evitar que ocurra nuevamente algo parecido.

Me pareció muy raro, por lo tanto, que recientemente ella misma señalara que la Reforma a la Educación iba a ser tan importante para Chile como lo fue la Reforma Agraria, dado que esta última fue un desastre, por decir lo menos, mil veces mayor que el ocasionado por el Transantiago.

Lo que sucedió con la Reforma Agraria no habla para nada bien de nuestra democracia, ni de los cambios a la Constitución, ni del debido respeto a los derechos de los ciudadanos. Nadie en su sano juicio puede querer que aquello se repita. Mucho menos Michelle Bachellet.

¿Cómo se sentiría usted si se aprobara una ley que le permitiera al Estado quitarle su auto, pagándole el avalúo fiscal (muy inferior al valor comercial) en un plazo de 20 años, sin reajuste ni intereses?

Apuesto a que usted diría, con toda razón, que eso es un robo, y se preguntaría qué ha hecho para merecer tal castigo. Además de sentir pena, rabia y humillación, pensaría que es un paria al que la mayoría, a través de una reforma constitucional, viola sus derechos más elementales.

Eso es precisamente lo que deben haber sentido los agricultores afectados por la reforma agraria. La ley iba dirigida sólo contra ellos, con nombre y apellido. Si el gobierno hubiera querido expropiar una casa, una empresa y, en general, cualquier otro bien privado, habría tenido que pagar el valor comercial del bien expropiado y al contado.

Pero, para los agricultores todo era diferente. La ley no era pareja. En ese entonces, a una parte de la sociedad, a un grupo personas de carne y hueso a quienes, por alguna razón, se les apuntó con el dedo, se les responsabilizó de todo tipo de tonteras, y se terminó quitándoles sus tierras (tiempo después les pasaría lo mismo a los gringos, concentrados en la gran minería del cobre, cuando otro cambio a la Constitución nacionalizó las minas sin retribución alguna).

Don Jorge Alessandri, un presidente de derecha, fue el que comenzó con el proceso de despojos legales. Su gobierno no contaba con los votos ni con los recursos para expropiar los campos. Se vio en la obligación, en consecuencia, de convencer a los radicales, a quienes cedió varios puestos en el gabinete, para que el Congreso aprobara una modificación a la Constitución. Dicha modificación permitió al Estado expropiar a los agricultores pagando por la tierra sólo el avalúo fiscal, a plazo, con intereses y reajustes. Así empezó todo.

A riego de ser majadero, voy a repetir que esa ley tenía nombre y apellido, y que estaba diseñada sólo para los agricultores. Si el Estado hubiese querido expropiar una empresa, o cualquier otro activo, habría tenido que pagar su valor comercial al contado.

Después llegó don Eduardo Frei Montalva. Su gobierno quería profundizar el proceso. Al igual que al presidente Alessandri, a Don Eduardo le faltaba plata para realizar sus deseos. Pero, para qué preocuparse, si estaban disponibles los diputados y senadores para aprobar una nueva modificación a la Constitución.

Ahora sí que la cosa fue en serio. Ahora los honorables, a través de su voto, permitieron que el Estado pudiera expropiar a los agricultores pagándoles, sin dinero, solo con papeles, el equivalente al avalúo fiscal, a plazo, sin intereses y sin reajustes. En pocos años, como consecuencia de la alta inflación de ese tiempo, esos papeles valían cero. ¿Qué nombre le pondríamos a eso en estos tiempos?

Hay algunos que dicen que el éxito exportador chileno en la agricultura se debe a la Reforma Agraria. Confieso que no se me podría ocurrir un sinsentido tan grande como ese. Usted no lo crea.

Durante esos años disminuyó la producción y el empleo en la agricultura. Los campesinos, que apoyaron este proceso debido a que los burócratas de turno les prometieron que los iban a transformar en propietarios de la tierra, terminaron en granjas colectivas formando parte de un conglomerado de personas sin disciplina, sin estímulos y sin los recursos mínimos requeridos para operar.

La Reforma Agraria, digamoslo claramente, fue un desastre pocas veces visto. Durante esos años, mientras todo se secaba, solo creció el odio entre los chilenos. El tremendo conflicto social que generó este proceso fue, sin duda alguna, un factor determinante en la explicación del quiebre de la democracia en Chile.

El éxito exportador nada tiene que ver con ese desastre. La transformación del campo solo comienza a producirse varios años después, una vez que se restablece el derecho de propiedad y el gobierno militar da paso a la reforma más importante de los últimos 50 años en Chile: la apertura de la economía.

Álvaro Vial
Economista, director Grupo Security, socio de la agencia Acreditadora de Chile.

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