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El FMI en América Latina: el controvertido rol del organismo en grandes crisis económicas en la región y el resto del mundo MERCADOS

El FMI en América Latina: el controvertido rol del organismo en grandes crisis económicas en la región y el resto del mundo

En una sección de su página web sobre la efectividad de sus programas, el FMI destaca que en la actualidad está prestando asistencia a más de 35 países con fondos cercanos a los US$200.000 millones. Entre los beneficiarios de esta financiación se encuentran Argentina, Ecuador, Egipto, Irak, Jordania, Túnez, Ucrania y 16 países del África Subsahariana.


Por Ángel Bermúdez

Si en América Latina se hiciera un concurso de popularidad sobre organismos internacionales es poco probable que el Fondo Monetario Internacional (FMI) resultara ganador.

Los programas de auxilio económico de la organización, que esta semana celebra en Washington su reunión anual de otoño, han dejado durante las últimas décadas un recuerdo amargo en varios países de la región.

¿La razón? Los controvertidos programas de ajuste estructural de la economía (reducción del déficit fiscal, eliminación de subsidios, devaluación de la moneda, etc.) exigidos por el FMI como condición para entregar sus préstamos.

Así, estas medidas concebidas para paliar severas crisis económicas han encendido multitudinarias protestas y, en algunos casos, han derivado en inestabilidad política.

El más reciente de estos casos se vivió estos días en Ecuador, donde la eliminación del subsidio a los combustibles por parte del gobierno -tras haber alcanzado un acuerdo con el FMI- ocasionó una ola de violentas manifestaciones que llevaron al presidente Lenín Moreno a declarar el estado de excepción e, incluso, a mudar la sede del Ejecutivo de Quito a Guayaquil.

El mandatario terminó llegando a un acuerdo el domingo con grupos indígenas para derogar el decreto que eliminaba los subsidios.

En todo caso, Moreno no fue el único objetivo de las protestas. Fueron muchos los manifestantes que aseguraron que no pararían «hasta que el FMI salga de Ecuador».

Esa postura estuvo presente en las manifestaciones en las que se exigía la «salida» del organismo internacional del país en pancartas y en grafitis que rememoran crisis anteriores, como la vivida en Venezuela en 1989, en Argentina en 2001 o, más recientemente, en Nicaragua en 2018.

La escritora y activista antiglobalización Naomi Klein denomina como «doctrina de shock» al conjunto «de medidas económicas de ‘emergencia’ pro empresariales, tales como las megaprivatizaciones y la reducción drástica de los gastos sociales», recetadas por el FMI y otros organismos financieros internacionales.

Según ella, «América Latina siempre ha sido el laboratorio principal» para la aplicación de las mismas.

Sin embargo, los países de la región están lejos de ser los únicos que acuden a ese organismo en busca de ayuda.

Ricos, pobres y «adictos»

Pero ¿cuántos países han recibido ayuda financiera del FMI?

Un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica de Estados Unidos, señala que 146 países de los 188 miembros que tenía el FMI en 2015 (en la actualidad tiene 189) han participado en algún momento en algún programa de ayuda financiera de ese organismo.

«42 países (22% de los miembros) nunca han tenido un programa con el Fondo, entre estos los países exportadores de petróleo y los estados pequeños representan una parte significativa de este grupo», señala el estudio elaborado por Carmen Reinhardt y Cristoph Trebesch.

El propio Estados Unidos ha acudido a buscar recursos del FMI en numerosas oportunidades.

De acuerdo con un testimonio que rindió ante el Congreso de Estados Unidos el economista Fred Bergsten, director emérito del Instituto Peterson de Economía Internacional, para 1998 ese país había recibido préstamos del FMI en moneda extranjera en 28 oportunidades distintas. «Más que ningún otro país», dijo.

Bergsten hacía una fuerte defensa de la utilidad del Fondo y ponía como ejemplo lo ocurrido en 1978, cuando Estados Unidos pidió prestados US$3.000 millones en marcos alemanes y en yenes japoneses que utilizó para defender el valor del dólar en el mercado cambiario.

«El FMI ha intervenido en muchos países. En las décadas de 1950 y 1960 lo hizo, sobre todo, en los países europeos desarrollados para ayudarles a hacer frente a desequilibrios en la balanza de pago, particularmente en Francia y Reino Unido», comenta Pablo Martín-Aceña, catedrático de Economía de la Universidad de Alcalá de Henares.

«La libra esterlina era una moneda muy débil y tuvieron que acudir en varias ocasiones al organismo. Luego, también intervino en Alemania e, incluso, en EE.UU. De modo que, aunque la gente no lo sepa, en las primeras décadas de su existencia el FMI salvó a las monedas fuertes«, explica el catedrático.

Estas primeras intervenciones se vinculaban con la misión original que recibió el organismo creado en 1944, cuando se estaban sentando las bases del sistema económico internacional que imperaría tras el fin de la II Guerra Mundial.

La idea era que el FMI sirviera para dar asistencia de corto plazo a los países que enfrentaban crisis puntuales de liquidez o cambiarias para evitar que recurrieran a la devaluación de sus monedas o a medidas proteccionistas que pudieran afectar negativamente a la economía y/o el comercio internacional.

Entre los estados que acudieron al Fondo en aquella primera etapa están también Finlandia, Bélgica, Italia o España.

Desde entonces, sin embargo, el organismo ha ido ampliando el alcance, la variedad y la duración de sus programas que ahora pueden extenderse por varios años y servir para asistir a países que se encuentran ya no con dificultades por falta de liquidez sino también con problemas de solvencia.

Muchos de estos cambios, así como el aumento en el número de países miembros, responden a transformaciones en el sistema internacional.

Según relata Martín-Aceña, durante el período de descolonización en África y Asia una de las primeras cosas que hacían muchos de los nuevos estados era solicitar su ingreso al FMI para poder contar con su asistencia financiera.

Lo mismo ocurrió con muchos países procedentes de la antigua Europa comunista, tras el fin de la Guerra Fría.

Las grandes crisis económicas internacionales también han derivado en una mayor implicación del organismo en las distintas regiones.

Así, por ejemplo, en la década de 1980 durante la llamada «crisis de la deuda», gran parte de los recursos del FMI estaban destinados a dar asistencia a países de América Latina.

Posteriormente, a mediados de la década de 1990, le correspondió el turno a estados del sudeste asiático como Tailandia, Indonesia, Corea del Sur y Filipinas.

«Hay países en los que este organismo ha intervenido repetidas veces, países que son adictos al FMI», señala Martín-Aceña, quien menciona entre los reincidentes habituales a México, Rusia, Argentina, Brasil, Indonesia y Tailandia, entre otros.

Medidas extremas

Martín-Aceña, quien acaba de publicar un libro sobre los 75 años de la fundación del FMI, señala que muchas de las intervenciones de este organismo generan numerosas protestas debido a la severidad de los ajustes que el organismo pide que apliquen los gobiernos como condición para que puedan recibir sus préstamos.

Diego Sánchez-Ancochea, profesor de Economía de la Universidad de Oxford (Reino Unido), critica estos programas de ajuste porque «tienen un sesgo excesivamente recesivo» y ponen demasiado acento en la reducción de costes y en el aumento del tipo de interés en la política monetaria.

«Es importante dar liquidez a los países en desarrollo y el Fondo tiene un buen papel para ello, pero su condicionalidad y sus requerimientos suelen ser demasiado costosos para los países», le dice a BBC Mundo.

Por otra parte, a veces estas recetas tienen consecuencias indeseadas o no funcionan como se esperaba.

«El FMI se ha equivocado muchas veces. Se ha equivocado en el análisis de la enfermedad que tienen los países y no ha acertado, porque si el diagnóstico no es bueno, la medicina suele fallar», señala el catedrático de la Universidad de Alcalá.

Uno de los casos emblemáticos en los que el FMI ha fallado fue durante la crisis de Argentina de los años 2000-2002, cuando ese país incurrió en el que entonces fue el default más grande de la historia al dejar de pagar bonos por un valor de US$93.000 millones.

En el año 2004, el directorio del FMI reconoció que habían sido demasiado optimistas en relación con las perspectivas de crecimiento de la nación sudamericana durante la década de 1990 y que también hubo errores a la hora de valorar el régimen de tipo de cambio, así como cuáles eran los niveles sostenibles de deuda.

El mea culpa se basaba en un informe de sus funcionarios que señalaba, entre otras cosas, que los recursos empleados para tratar de ayudar a Argentina a mantener el régimen de paridad cambiaria con el dólar habrían estado mejor empleados si se hubieran usado para apoyar la salida del país de ese esquema que ya no era viable.

Menos de una década más tarde, el organismo reconoció que se había equivocado también en el manejo del rescate financiero otorgado a Grecia en 2010, por un monto de US$145.000 millones, pues había sido demasiado optimista en sus estimaciones de crecimiento y debió haber considerado antes la necesidad de reestructurar la deuda de ese país.

El organismo también admitió que no había medido bien el impacto que tendrían las severas medidas de austeridad exigidas a Atenas.

Los críticos del FMI suelen cuestionar estas fuertes medidas no solamente por el impacto recesivo que pueden tener sobre la economía sino por los potenciales efectos desestabilizadores sobre las instituciones políticas.

Sin embargo, un estudio publicado en 2009 en la revista International Political Science Review sobre el efecto que han tenido estos programas del FMI en América Latina señala que los préstamos no son problemáticos en sí mismos.

Advierte, sin embargo, que la cantidad y el tipo de reformas exigidas a un país sí deben ser evaluadas cuidadosamente por ese organismo, pues estas pueden dejar a una parte de la población marginada desde el punto de vista económico y político, lo que puede debilitar la legitimidad de la democracia.

Martín-Aceña destaca, sin embargo, que el FMI solamente interviene cuando se lo piden los gobiernos y que estos también suelen cometer los mismos errores.

«Los países van al Fondo cuando ya no pueden más, cuando están en el abismo, cuando el siguiente paso es dejar de pagar a sus funcionarios, paralizar el Estado. Entonces, no conozco ningún caso en el que se salga sin dolor de una situación supercrítica», apunta.

Casos de éxito

Pero, ¿hay casos en los que el FMI ha intervenido que puedan ser considerados como un éxito?

Un caso que algunos expertos señalan como exitoso dentro de América Latina es el del préstamo por US$30.000 millones que le hizo el organismo multilateral a Brasil en 2002, en un momento en el cual ese país estaba sumido en la incertidumbre ante la llegada al poder de Luis Inacio Lula da Silva.

«Ese, en mi opinión, es un ejemplo de una intervención particularmente exitosa», dijo Marcus Miller, profesor de Economía de la Universidad de Warwick (Reino Unido), en una entrevista con BBC Mundo en 2018.

«Se evitó el default por un proceso de transición en el que Lula primero fue convencido de ajustar sus políticas y después el mercado aprendió a confiar en él. El apoyo del FMI, tanto financieramente como en la formación de políticas creíbles, jugó un papel clave de apoyo en conseguir tiempo para este proceso de transición«, afirmó.

En una sección de su página web sobre la efectividad de sus programas, el FMI destaca que en la actualidad está prestando asistencia a más de 35 países con fondos cercanos a los US$200.000 millones.

Entre los beneficiarios de esta financiación se encuentran Argentina, Ecuador, Egipto, Irak, Jordania, Túnez, Ucrania y 16 países del África Subsahariana.

«En años recientes, el FMI ha ayudado a solucionar crisis financieras y vulnerabilidades alrededor del mundo, incluyendo Angola, Barbados, Colombia, Malawi, Marruecos y Sierra Leona», señala.

En esa misma sección, el organismo destaca unos seis casos exitosos recientes: Chipre, Ghana, Islandia, Irlanda, Jamaica, Portugal y Serbia.

En algunos de estos, sin embargo, no está del todo claro que la clave de la recuperación económica haya sido el fruto de las recetas tradicionales del FMI.

En Islandia, por ejemplo, el FMI reconoce que el gobierno tomó medidas «no ortodoxas» para superar la crisis y obtener el «más amplio apoyo político posible».

Algo similar ocurre en el caso de Portugal, cuya recuperación ejecutada por un gobierno de izquierda se basó en una fórmula que rechazaba la receta tradicional de austeridad y que, de hecho, revertía muchos de los recortes aplicados por el anterior gobierno conservador, aunque todo esto se hacía de forma responsable desde el punto de vista fiscal.

«En Portugal, el gobierno tuvo cuidado desde el principio en poner medidas menos regresivas. Entonces, fue reduciendo los gastos pero de forma más gradual y centrándose en proteger mucho los gastos sociales. En parte, Portugal nos muestra una forma más humana y progresiva de hacer frente a este tipo de crisis», le dice Sánchez-Ancochea a BBC Mundo.

Consultado sobre casos concretos de éxito del FMI, Martín-Aceña señala que «todos han sido exitosos porque los países han sobrevivido».

«El FMI ha sido capaz de ser una válvula de salvamento continuo, de manera que el sistema no ha colapsado y, por tanto, se puede decir que ha tenido éxito. Por eso ha sobrevivido 75 años», asegura.

«Este año se cumplen 75 años de su fundación y nadie, ni ricos, ni pobres, ni desamparados, han pedido su eliminación. Eso significa que alguna virtud tendrá», agrega.

Una interpretación que probablemente no compartan los manifestantes que durante las últimas dos semanas estuvieron protestando en las calles de Ecuador.

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