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A la espera del IPOM de marzo


El Informe de Política Monetaria elaborado trimestralmente por el Banco Central de Chile (BC) es, probablemente, una de las publicaciones periódicas más esperadas por los agentes del mercado. Contiene, entre otras cosas, las proyecciones del instituto emisor acerca de las variables económicas más relevantes, las que sin duda constituyen un referente dentro del mar de predicciones hoy disponibles. Pero, más relevante aún, se presenta como el vehículo para comunicar la visión y apreciaciones del Consejo del Central sobre la evolución reciente y esperada de la inflación y sus consecuencias en cuanto a la conducción de la política monetaria.

En pocas palabras, nos da una idea de lo que la autoridad monetaria está pensando y cómo podría actuar. La edición que se espera para el presente mes resulta especialmente atractiva y es muy anticipada –al menos por un grupo de personas-, pues el Banco Central debería dar más luces acerca de su postura en cuanto al posible “sobrecalentamiento” (presiones inflacionarias) que la economía local estaría experimentando, en un contexto donde el tipo de cambio se encuentra bastante apreciado; con una economía que parece desacelerarse más lento de lo esperado; sectores con desempeños heterogéneos; y un mundo de países desarrollados frágiles con políticas monetarias -muy- expansivas, que no dan indicios de revertirse.

Pero ¿por qué resultaría tan interesante lo que diga el Banco Central en esta oportunidad? Porque si éste realmente estimara que existe un sobrecalentamiento generalizado de la economía o indicios de que esto sucederá en el futuro -recordando que el actuar del BC tiene rezagos en su impacto- lo natural sería que expresara algún sesgo a favor de una política monetaria más restrictiva -alza de tasa- en el mediano plazo. Pero bajo las condiciones actuales la decisión es más compleja por los potenciales costos que conlleva y es ahí donde el mercado mira con atención a los expertos del BC y sus señales.

Esto pues, si bien un aumento de tasa efectivamente ayuda a moderar la demanda interna y frenar posibles presiones inflacionarias, también acrecienta el diferencial de tasas que existe entre Chile y el mundo desarrollado, lo que puede llevar a una mayor apreciación del tipo de cambio, especialmente en un mundo “inundado” de dólares que busca mayores retornos en mercados emergentes. Esto termina menguando la competitividad -al menos temporalmente- de muchos sectores transables y que puede inducir costosos ajustes. Sólo para ilustrar, Chile tiene tasa de interés referencial de 5 % mientras Estados Unidos, Japón, Inglaterra y Alemania no superan el 1 %.

Más aún, en un mundo que todavía no logra despegar y pensando en lo pequeño de la economía chilena, poner frenos al dinamismo no es una decisión trivial. Ahí lo interesante de lo que el BC tenga que decir y cualquier matiz que introduzca de seguro influenciará los mercados. Este trade off entre apreciación cambiaria y excesivo dinamismo económico es el producto de nuestro propio éxito versus un mundo desarrollado estancado. Y es un contexto donde probablemente deban considerarse otros instrumentos, como por ejemplo, un gasto fiscal moderado -¿en un año electoral?- e incentivos al ahorro privado, que de seguro serían valiosos para facilitar el difícil trabajo del Banco Central.

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